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María, Dolan y el cochero, cabalgaban lentamente en dirección al pueblo, aunque habían acordado en que no les convenía regresar sin el camafeo. Dolan parecía seguro sobre lo que sabía en cuanto a la proyección que Claire había logrado del cristal, pero ella seguía intrigada y no se aguantaba las ganas de acribillar a su compañero a preguntas. El sol iba ocultándose y en breve deberían acampar con lo poco que tenían.
— ¿Y bien, no vas a decirme lo que sabes?
Dolan la miró con cara neutra, como si la pregunta no fuese importante.
—Es solo una teoría, puedo equivocarme.
—Bueno, quizás si la compartieras podría decir que tan equivocado puedas estar.
El vaquero suspiró con resignación.
— ¿Recuerdas que cuando desperté dije algo extraño?
— ¿Cuándo despertaste en cuál de las tantas veces? Delirabas mucho.
—Una de las últimas, ya casi no tenía fiebre —María trató de hacer memoria, pero no pudo adivinar—. Mencioné a un animal.
— ¡Serpientes! ¡Dijiste algo de serpientes!
—Exacto, no muchas sino una sola. Una serpiente negra.
María frunció el ceño, luego abrió la boca muy grande cuando cayó en la cuenta.
— ¡Dios, el dibujo del cristal del camafeo no es de un arroyo o río! ¡Es una serpiente!
Dolan sonrió satisfecho.
—Muy bien, ahora piensa en ese dibujo como si lo hubiese hecho un niño, ¿qué más había?
—Una especie de ojo de agua y una montaña de dos picos a los lados.
—No, olvídate de que sea un mapa. El arroyo era una serpiente, ¿a qué se parecen los otros dos dibujos? —Podrían ser un ojo y un… ¿Elefante?
—No, al menos no creo que se trate otro animal.
Dolan se quitó el sombrero y lo sostuvo en la línea de visión de María para que notara el detalle sobre lo que estaba hablando. La mujer volvió a abrir la boca.
—Vaquero, eres un genio, ¡no es una montaña, es un puto sombrero!
—Muy bien, entonces, ¿qué podría ser lo que está del otro lado?
—Ya dilo, no creo que tengas algo parecido a ese ojo en la mano.
—Tampoco te equivocas en eso. Para mí es una pluma, una pluma india. Apache, si me das a elegir, que es la tribu que tenemos más cerca.
—Vaya, eres todo un detective. ¿Y qué significa eso?
—No tengo la menor idea.
—Inútil.
Dolan largó una carcajada, tenía que reconocer que esa chica le cambiaba el humor.
—Lo cierto es que la banda de McKenzie se fue creyendo que seguía un mapa. Pero estoy seguro de que Claire Higgins sabía que no lo era.
María se quedó pensativa. Si bien no estaba muy al tanto de lo que sucedió con Claire antes de su muerte, no podía entender nada de lo que le había sucedido como para que terminara cabalgando junto a sus asesinos.
— ¿Claire será una especie de agente secreto?
—Nada tan sofisticado, intuyo que solo se está vengando, pero a su ritmo. Lo que sí puedo decir es que logró engañarme cuando la vi por primera vez con ese aspecto campesino, jamás hubiese imaginado su potencial.
—No hay caso, te tiene prendado.
—No voy a negarte que la miro como a la mujer hermosa que es, pero es por pura curiosidad. Tú, en cambio…
—No estamos hablando de mí. Y no me pondré en la mesa para que compares o elijas como si fuésemos platos de comida.
Dolan se contuvo de responderle, hasta hace unas horas esa mujer era una prostituta que vendía su intimidad por monedas, pero ahora que se había descubierto su fachada distaba mucho de parecer alguien que entregara su cuerpo y alma por tan poca cosa.
—Creía que me conocías mejor, hieres mis sentimientos.
—Lo dudo, pero no me gusta verte esas caritas de hombre codiciado que tiene que elegir entre pretendientes.
Siguieron un rato más cabalgando en silencio, Clark no era muy hablador antes de perder la diligencia, mucho menos ahora. Dolan lo miraba de a ratos para saber si aún vivía.
Toca al viejo y ve si respira —bromeó en un susurro y María le devolvió una patada, ambos rieron mientras el cochero seguía abstraído en el camino.
Al rato de oscurecer por completo, divisaron una sombra que se les acercaba por el camino. Dolan distinguió un caballo que parecía no tener jinete. María le hizo un gesto en silencio de que también lo había visto. Le dio un toque al cochero que a su vez también intentaba divisar qué era aquello. María desenfundó.
—No dispares —dijo Dolan—, aún no sabemos de qué se trata.
—No me atraparán de nuevo. No me extrañaría que el taimado de Osman haya enviado un segundo grupo a recuperar el camafeo —María levantó el arma y alargó el brazo apuntando hacia el caballo que avanzaba muy lentamente. La oscuridad ya les impedía casi toda visibilidad más allá de unas pocas yardas. Dolan la imitó y sacó su revolver también. El cochero se limitó a abrir más los ojos. El caballo siguió avanzando sin que se distinguiera nada a su alrededor.
— ¿Y si en las alforjas lleva dinamita y explota cuando llegue a nosotros?
Dolan miró a María entrecerrando los ojos.
— ¿De verdad eres una ranger? ¿Imaginar tonterías era parte del entrenamiento?
El caballo siguió aproximándose.
— ¡Quieto, quien sea que venga por el camino, estamos armados y apuntándole! —gritó María. Como el animal seguía su camino, decidió saltar de su montura y abrirse caminando al costado del sendero. Se apoyó contra la roca y comenzó a avanzar. Dolan se abrió por el otro costado, pero sin desmontar. Clark quedó solo en la caravana marchando por el medio, pero sin que parezca importarle.
María se arrojó sobre el animal sin dejar de apuntarle, allí se dio cuenta de que alguien lo montaba, pero estaba muerto o sin consciencia. Dolan se acercó y tomó las riendas para detenerlo. María le levantó la cabeza, que no mostró la más mínima reacción.