1
La capilla crepitaba como si fuese parte de una celebración con fuegos de artificio. El predicador la miraba extasiado porque sentía que, de alguna manera, estaba exorcizando muchos de sus males personales. La pérdida de su familia y su incapacidad de cumplir la misión que le había sido encomendada entre ellos. Y ahora también se constituía en la oportunidad para convertirse en un hombre de acción dispuesto a proteger a su pueblo más allá de las oraciones. Cuando escuchó los pasos ágiles de varios hombres de Morrow su alrededor, se giró con la escopeta apoyada en su hombro. No quería morir allí mismo sólo porque el ejército del sheriff creyera que se había convertido en un suicida.
— ¿Qué pasó, predicador? ¿Por qué lleva el arma?
—Escuché ruidos y salí a ver si alguien andaba husmeando. En ese momento el viento debe haber volteado una lámpara. Y como le di una mano de pintura hace poco, parece que convertí a la capilla en una antorcha perfecta, ¿me ayudarían a salvar lo que se pueda?
—Desde luego —dijo el soldado y comenzó a darle indicaciones al resto para que llenaran baldes de agua en los bebederos y en la bomba que se encontraba a unas pocas yardas en su propio patio lateral. Uno de los hombres se dirigió con un par de baldes a la parte trasera. Posey lo siguió, no quería que descubra que las llamas eran, en verdad, el escondite de un par de cadáveres. El soldado miró por la ventana y por su gesto de sorpresa, el predicador notó que había descubierto a los cuerpos de Ellison Hanke y de la ayudante del doctor.
— ¡Predicador, hay gente dentro de la capilla!
—No puede ser —dijo Posey y se acercó por detrás. Cuando quedó a espaldas del soldado tomó su escopeta por el caño y le dio en la cabeza con la culata. El hombre cayó al piso desvanecido. Lo tomó de los hombros y lo alejó del fuego, no quería que tenga una muerte atroz quemándose vivo. En todo caso prefería que caiga bajo las balas, de manera más rápida y piadosa. Volvió hacia el frente, parte del techo estaba desapareciendo consumido por las llamas, la columna de humo y fuego era tan alta que sin dudas podía tomarse como la señal que el pueblo y el propio ejército de Bennet, necesitaban para coordinar el ataque. Se preguntó cuánto tardaría Morrow en salir de su madriguera.
A pocos metros de la capilla, Lance Nixon se había encaramado sobre uno de los tejados que aún tenían centinelas apostados. Se aproximó por detrás del más cercano, que, como los otros dos, miraban hacia el fuego y lo tomó por la cabeza, tapándole la boca. Forcejeó hasta que con un movimiento rápido le quebró el cuello. Avanzó a paso de hormiga hacia el siguiente, sacó su revólver y se lo apoyó en la espalda, luego llamo a su compañero con un silbido. El aludido reaccionó y levantó su rifle para apuntarlo.
—Supongo que aprecias a tu compañero. Antes de que puedas tirar del gatillo lo mataré a él y al mismo tiempo será mi escudo para atajar tu disparo y luego terminar contigo, ¿puedes ver que no hay otra salida? Por otro lado, si llegas a llamar a tus colegas, serías el primero en morir. El soldado miró hacia atrás, todos sus compañeros parecían atentos al fuego en la capilla. Nixon le dio un culatazo en la cabeza al hombre que sostenía y cuando cayó desmayado, apunto al único que le quedaba.
—Ahora desvístete despacio y dame tu uniforme.
El soldado le hizo caso y levantó las manos, Lance le señaló el borde del tejado, haciéndole una seña para que salte. El soldado negó con la cabeza.
—Es muy alto, puedo matarme o lastimarme.
— ¿Prefieres recibir un disparo?
—No lo hará, se escucharía y alertaría a los demás.
—Tienes razón —dijo Nixon y lo empujó de una patada. El soldado cayó junto al otro cuerpo y dio contra el suelo con un sonido sordo. Se movió apenas, hasta quedarse inmóvil casi de inmediato. Cuando Lance estuvo seguro de que no se movería más se vistió con el uniforme y se echó en el tejado apuntando hacia abajo. Pensó en que la idea del incendio de la capilla fue buena, él solo pudo reducir a tres soldados sin que nadie lo note, y el resto de los tejados y puestos de observación estaban vacíos. Esbozó una sonrisa cuando escuchó el ruido de cascos a su espalda, los hombres de Bennet y los apaches habían llegado.
***
2
El sheriff Morrow no pudo dejar de ver el resplandor del fuego en su ventana en la oscuridad de la noche y también como sus hombres abandonaban sus puestos sin que él les diese la orden. Tomó su arma y estaba dispuesto a salir a enviar de regreso a punta de pistola a los soldados que ayudaban a apagar el fuego, cuando Zeke Osman entró agitado por la puerta principal. Sudaba mares.
—Espero que usted no tenga nada que ver con lo que está pasando afuera, Sr. Osman. Por su propio bienestar. —No… no, señor, a decir verdad, me preocupa algo que no tiene que ver con esto.
—No sé qué pueda ser peor, debo hacer que los hombres vuelvan a sus puestos cuanto antes.
—Ellison Hanke, el doctor me notificó de su muerte, pero su cadáver ha desaparecido.
Morrow escudriñó el rostro sudoroso y regordete de su socio. No entendía la magnitud del problema ni la preocupación de su ayudante, que le parecía excesiva.
—Bien, está muerto, ¿qué importa donde fue a parar el cadáver de una momia con la mayoría de su cuerpo quemado?
—Que, si no murió, si llegó a escapar, sabrá que lo quisimos matar. Lo siento, sé que usted no sabía, pero recibí una orden para hacerlo del gobernador. Si Hanke se fue del pueblo con esa información…
—Olvídelo. Tenemos un problema más grande con la guerra que se nos viene. Ayúdeme a que cada hombre regrese a ocupar su puesto. Si salgo yo, mataré a varios de mis soldados por estúpidos, pero preferiría evitarlo porque aun así los necesito vivos.