Dos corazones de hielo

10.1; Voy a cambiar

::Talía's POV::

-Tú y yo nos vamos de compras -me dice la vampiresa.

-¿Qué? Pero...

-Nada de peros. Voy a buscar a Magda para avisarla y nos vamos.

-Pero no tengo ropa para ponerme... -replico.

Me hace un gesto con la mano para que espere y, en un abrir y cerrar de ojos, se ha ido y ha vuelto con unos leggins y una camiseta verde de mangas cortas en las manos.

-Son míos, pero te los dejo -me dice guiñándome un ojo, y le sonrío en muestra de agradecimiento.

-Ahora vuelvo -repone y se va, cerrando la puerta tras ella.

Me deshago de mi desastrosa ropa y me pongo la de Rosaly. Con mis sucias prendas en la mano, bajo a la cocina y las tiro a la basura sin pensarlo. Eran mis shorts favoritos, pero qué le vamos a hacer, estaban hechos polvo. Ando por la casa en busca de Rosaly y unas voces llaman mi atención.

-No puedes impedirle salir de la casa, por dios -la dulce voz de la vampira llega a mis oídos.

-Soy su madre, puedo impedirle lo que yo vea conveniente.

-Serás su madre, pero nosotras nos vamos -finaliza la conversación y sale de la habitación en la que se encontraba, topándose conmigo-. ¿Estás lista? -me pregunta decidida, y asiento, confusa.

-Pues vamos.

Sigo a Rosaly por el pasillo, ignorando las voces de Magda para que no salga. Pero al fin y al cabo no hace nada para impedírmelo, por lo que no la obedezco. Quiero decir, no tengo por qué hacerle caso. Que sea mi madre no le da ningún derecho sobre mí. Bueno, en teoría sí, pero eso solo pasa en familias normales, concepto no existente en mi cabeza.

-Ir tan lento me mata -suspira Rosaly mientras andamos por las calles de este minúsculo pueblo.

-Vaya, lo siento, no puedo hacer otra cosa -repongo, y los ojos de la vampira se iluminan.

-Sí puedes, Talía. Sólo tienes que intentarlo. Eres mitad lobo, ¿recuerdas?

Como para olvidarlo.

-Ya, pero...

-¡Un poco de positividad en tu vida, por favor! -exclama llevándose las manos a la cabeza-. Mira, sólo tienes que quererlo, y saldrá solo.

La miro mordiéndome el labio, y asiento despacio.

-A ver, intenta llegar hasta aquel árbol lo más rápido que puedas -me dice señalando a un pino situado bastante lejos de donde nos encontramos.

Cojo aire y empiezo a correr. Al principio no noto nada anormal en mi velocidad, pero, a medida que avanzo, esta empieza a aumentar considerablemente, tanto que casi no puedo frenar al llegar al pino.

Yay! -me aplaude Rosaly desde lejos, y en un segundo se coloca en frente mía-. ¿Lo ves? Era cuestión de intentarlo, como todo en esta vida.

Le sonrío y nos dirigimos a las tiendas, ahora a un ritmo más acelerado. Cuando vemos varios escaparates nos paramos y los miramos, buscando algo que nos llame la atención. Entramos en una tienda pequeña, pero acogedora, y buscamos algo que llevarnos.

-Mira estas camisetas -dice cogiendo un top ancho y colorido.

-Es bonita -repongo yo simplemente, y Rosaly se dirige al mostrador, desde donde una mujer de unos cincuenta años nos observa.

-Quiero esta camiseta.

-Son ocho euros con cincuenta -contesta la señora.

-Creía que me la iba a regalar -le dice a la mujer, mirándola fijamente a los ojos.

-Se la regalo -murmura la dependienta, mirando confusa a la vampira.

-Gracias, muy amable por su parte -sonríe Rosaly dulcemente.

Después de un rato "cogiendo" ropa de las pocas y escasas tiendas del pueblo, volvemos a casa, donde me encuentro a Conor, Marco y Magda reunidos en el salón y viendo la tele atentamente.

-La búsqueda de la joven de dieciséis años, Talía Duque, continúa por toda la periferia de Madrid -entro al salón y miro la pantalla de la televisión, que refleja una vieja foto mía, de hace aproximadamente dos años.

Nunca me han hecho muchas fotos, y ahora lo agradezco. La Talía de la pantalla está mucho más aniñada que ahora, aunque no menos triste, y mi cabello en esa foto es extremadamente largo, cayendo ondulado por ambos lados de mi cara.

-Sus padres no tienen idea de dónde ha podido ir, ni por qué, así que, puesto que aseguran que no tenía ningún motivo para escaparse de casa, se está empezando a sospechar la teoría de que se trate de un secuestro -respiro hondo y me tranquilizo.

-Talía, ¿se te ocurre alguna razón de por qué te buscan tus padres? -me pregunta Marco y niego con la cabeza.

-Por cierto, no eres Talía Duque, tu apellido siempre fue Reynés -dice Magda, pero me limito a mirarla sin mediar palabra.

Tras un incómodo silencio, me giro con la intención de irme al cuarto que me han asignado, pero cuando estoy a punto de subir las escaleras, alguien se coloca detrás de mí y apoya una mano en mi hombro, haciendo que me gire. Sus ojos azules miran a través de los míos, y aparto la mirada.

-Quiero estar sola, Conor -afirmo antes de que diga nada.

Asiente con la cabeza y, tal y como vino, se va. Subo al piso de arriba y me dirijo a mi cuarto, pero, cuando me topo con el baño, entro en él. Me miro en el espejo. Estoy cansada de ser siempre la misma: necesito un cambio, cualquier cosa. Busco desesperadamente por los cajones hasta que encuentro unas tijeras, y me quedo mirándolas por un largo rato, decidiendo qué hacer con ellas. Respiro hondo y, con un movimiento tembloroso, las paso por mi largo cabello, que cae al suelo. Tras unos cortes más, mi abundante melena queda reducida a una cabellera por debajo de los hombros. Mis ojos siguen siendo del mismo color verde intenso, pero mi nuevo corte de pelo le da a mi cara un toque más serio, resaltando mis marcados pómulos. Miro con anhelo los mechones anaranjados esparcidos por el suelo. No puedo seguir siendo la misma niñita inocente que se deja intimidar por cualquiera, tengo que cambiar.




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