**Los Padres de María** Durante los inicios de la federación centroamericana, se contó no solo con un gobierno federal, sinó con el funcionamiento de uno de los gobiernos estatales cuya organización incluye los asuntos militares de los estados, el Ministerio o sección de guerra. El padre de Maria cuando le toca llegar a ser Ministro de guerra juega un rol crucial en la estructura militar de la época. Encargado de la organización y estrategia militar, supervisa el reclutamiento de soldados, la administración de recursos bélicos y la planificación de operaciones clave. Su vida está profundamente ligada a la política militar del país, lo que lo mantiene en constante contacto con el poder y las decisiones que definían el rumbo del Estado.
Por otro lado, la madre de María es una dama de sociedad, respetada y admirada en los círculos más altos de la élite. Su vida social, marcada por eventos y reuniones, refleja las costumbres y expectativas de las mujeres de su estatus, quienes deben mantener la imagen de la familia y establecer conexiones beneficiosas a través de sus relaciones.
Los Padres de Victoria María**.
El padre de Victoria María supervisa y administra las fuerzas militares, asegurando la disciplina y coordinación en las operaciones. Su papel también incluye mantener el orden público y gestionar la relación entre la comunidad civil y militar del sector. La madre de Victoria María, por su parte, dedicó su vida a la educación como maestra, influyendo positivamente en las nuevas generaciones con su conocimiento y dedicación.
**La Casa en Antigua, María**
María juega en el patio de la casa de Antigua, una actividad frecuente durante los fines de semana en los que su familia se traslada a la ciudad colonial. A veces juega sola, y en otras ocasiones, los hijos de la servidumbre, quienes también se encuentran allí, se unen a ella. Juntos disfrutan de juegos tradicionales como la “tenta” y el escondite, entretenimientos comunes de la época.
Donde vive María por temporadas es una típica residencia colonial con un aire de nobleza, reflejo del estatus social de su familia. La fachada es de un sobrio color blanco, con paredes gruesas de adobe y piedra, diseñadas para mantener la frescura en su interior Las ventanas, enmarcadas en madera oscura y adornadas con rejas de hierro forjado, permiten la entrada de luz natural, creando un juego de sombras en el interior.
Al entrar, el zaguán da paso a un amplio patio central, adornado con plantas tropicales, fuentes de agua y un suelo de piedra. Las fuentes, con esculturas de ángeles y motivos florales, emiten un suave murmullo que se mezcla con el canto de los pájaros, creando un ambiente sereno. Este espacio central esta rodeado por un corredor con pilares de madera tallada y techos de teja, bajo los cuales cuelgan macetas con coloridas flores.
Las habitaciones, amplias y con techos altos, se distribuyen alrededor del patio. Los pisos son de ladrillo rojo y las paredes están adornadas con cuadros religiosos y escenas de la vida cotidiana, pintados por artistas locales. Los muebles, de madera oscura y robusta, están finamente tallados, y algunos están cubiertos con tapices traídos de Europa.
La sala principal es un lugar de encuentro, con sofás y sillas dispuestos en torno a una mesa central. Aquí, María suele sentarse con su familia para conversar o leer, mientras el suave aroma de incienso llena el aire. La cocina, aunque separada del área principal de la casa, es un espacio acogedor con un gran fogón de leña, donde las sirvientas preparan comidas tradicionales.
Al fondo de la casa, un pequeño jardín de hierbas y árboles frutales añade un toque de frescura. Desde allí, se puede ver una imponente iglesia colonial, cuya torre se asoma por encima de los muros de la casa, recordando la presencia constante de la historia y la religión en la vida de María.
Cada rincón de la casa está impregnado de una atmósfera de tranquilidad y tradición, haciendo de este lugar un refugio seguro y querido para María, donde se entrelazan los ecos del pasado con su vida cotidiana.
Mientras juega María, en la sala de la casa. Don Calixto, su padre, se encuentra sentado en un sillón, inmerso en la lectura de las noticias, acompañado del humo de un puro que fuma con parsimonia. Tras un momento de reflexión, se dirige a su esposa, doña Isabel, quien está presente:
—Isabel, creo que ha llegado el momento en que María inicie sus estudios.
Doña Isabel, con la serenidad que la caracteriza, responde:
—Dime, Calixto, ¿prefieres un tutor o que busque la posibilidad del convento de Capuchinas aquí en la Antigua? He escuchado que la educación en ese convento es de gran calidad.
No obstante, reflexiona sobre el desarrollo social de su hija, Isabel añade:
—Pero es necesario que conviva con otras niñas, y ciertamente eso le hará bien. Aunque me preocupa si viviéramos acá en Antigua, cómo manejarías tus obligaciones.
—Isabel, en la ciudad la situación es demasiado insegura para que María asista a una institución. Lo más seguro será que reciba su educación en casa, bajo la guía de tutores —dice Calixto, conociendo las tensiones y responsabilidades de su cargo.
Luego, responde con determinación:
—Isabel, yo estaré en la ciudad cumpliendo con mis deberes. Si lo consideras apropiado, ven conmigo. Ella podrá quedarse con su nana durante los fines de semana. Según lo permita mi trabajo, podré venir a visitarlas por si decides quedar o bien la visitaremos, así podremos estar más cerca de María.
María entra corriendo a la sala, interrumpiendo la conversación de sus padres:
—¡Padre, madre, jugué un montón!
Calixto, con tono severo, le reprende:
—¡Jovencita, no se entra de esa manera!
Isabel, apoyando a su esposo, añade con calma:
—María, ya te he enseñado que no se debe entrar así a la sala.
María bajó la cabeza, consciente de su error, y se disculpa:
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Editado: 02.10.2024