Estaba mirando al techo con una gran sonrisa. Emma estaba al lado de mí, semidesnuda, mientras yo acariciaba su espalda y contaba sus lunares una y otra vez. Giro la cabeza para mirar el reloj en la mesa de luz y veo que ya son las doce de la noche. No recuerdo a qué hora lo hicimos o cuánto tiempo estuvimos abrazadas. Prefiero no contar el tiempo, solo aprovecharlo, porque si lo cuento, no disfruto nada de lo sucedido.
Me muevo poco a poco para poder abrazar a Emma.
—Feliz dieciocho, pelirroja… te amo mucho —susurro mientras el sueño me vence. Antes de caer completamente, escucho un débil "Gracias, gruñona".
Ya no estoy corriendo, ya no estoy huyendo; estoy en el jardín de la mansión, rodeada de flores hermosas. En medio de esas flores alcanzo a distinguir unos cabellos rojizos. Corro hacia ella lo más rápido que puedo, pero ella se aleja lentamente de mí. Una sensación de pánico y desesperación se apodera de mi ser.
—¡¿Emma?! —grito con todas mis fuerzas.
—Lo siento… —responde ella antes de desvanecerse. Cuando llego, solo encuentro un vestido blanco y unos mechones rojizos. Todas las flores a mi alrededor se marchitan, y el sol se oculta tras una capa negra y gruesa. La oscuridad avanza hacia mí. Corro, pero de pronto estoy cayendo en un vacío interminable.
Despierto sudando. Mi mano se mueve instintivamente hacia mi costado, buscando a Emma, pero no la encuentro. Me levanto de golpe y corro hacia el baño. Tampoco está allí.
El sueño aún resuena en mi mente. Me visto rápidamente con lo primero que encuentro y bajo las escaleras. Apenas llego al pasillo, escucho voces en la cocina.
—Ada se va a despertar y se va a enfadar con ustedes —dice Emma en susurros.
—Lo sentimos —responden Jared y Josh al unísono.
—Casi rompen todo. No puedo creer que sean mis hermanos; no deben entrar a casas ajenas sin permiso —les recrimina Emma con un bufido.
—En serio, lo sentimos. Jared me convenció de que sería buena idea darte una sorpresa, pero no lo pensamos bien —se disculpa Josh mientras golpea a Jared.
—Fue nuestra idea, idiota. Yo te di la opción y tú decidiste que sería lo mejor —replica Jared, devolviéndole el golpe a Josh. Comienzan una pequeña pelea que me saca una risa.
—¿Debería denunciarlos por entrar en propiedad privada? —pregunto mientras entro en la cocina y me acerco a Emma. Ella me mira, se sonroja un poco y yo sonrío—. Tus hermanos están dementes, pero me agradan.
—No me mires así, que me dan ganas de comerte —le susurro.
—No digas eso… que me sonrojo más —responde mientras se tapa la cara. Suelto una carcajada.
—Feliz cumpleaños, pelirroja. Desde ahora sé que tu cumpleaños es un catorce de agosto —digo mientras la abrazo por detrás—. ¿Quieres ir al cine hoy?
—Me encantaría, pero no va a haber ninguna función —responde con un deje de desilusión.
—Claro que habrá, más si ahora soy la dueña.
—¿Compraste el cine? —pregunta, atónita. Yo asiento, riendo por dentro al ver su expresión.
—¿Quieres algo en específico como regalo? —le pregunto mientras voy a preparar un té.
—Una peluca —responde después de pensarlo un rato. Levanto una ceja, intrigada.
—¿Una peluca?
—Sí, pero que sea de un rosa chicle intenso —afirma con una sonrisa. Yo sigo sin entender.
—Oye…
—Siempre quise una peluca, y amo el rosa. Me encantaría tener una. No lo hago para complacer a nadie, solo para complacerme a mí misma —explica, radiante.
—Bien, compraremos esa peluca —acepto después de pensarlo. No es que crea que sea mala idea, y por supuesto es su cumpleaños. Es solo que me preocupa que se sienta obligada a fingir algo que no necesita.
Después de un desayuno lleno de risas y besos, Emma se va a su casa para hablar con sus padres sobre nuestra cita en el cine. A pesar de que no se sentía del todo bien, estaba decidida a no arruinar nuestra primera cita oficial como pareja.
Mientras tanto, me preparo y empaco las maletas para el viaje sorpresa. Ir al cine, celebrar su fiesta sorpresa, y luego llevarla a la playa es el plan. Solo espero que todo salga bien.
—Ada, ya volví. ¿Estás lista? —pregunta Emma al subir las escaleras. Salgo de la habitación y me detengo al verla.
Lleva un vestido amarillo, medias largas, y por primera vez la veo usando zapatos.
—Wow, esta es la primera vez que te veo usando algo en los pies —digo, impresionada.
—No te acostumbres. Ahora vamos por esa peluca —responde haciendo una pose de superheroína, arrancándome una risa. Tomo su mano y salimos.
Durante todo el camino hacia la tienda, no deja de hablarme sobre lo genial que será tener esa peluca y cómo se sentiría más cómoda mientras espera que su verdadero cabello vuelva a crecer.
Nos estacionamos frente a la tienda. Su emoción es palpable, casi contagiosa. Bajamos del auto y entramos.
Despacito suena de fondo. ¿Por qué están tan obsesionados con esa canción?
Emma suelta mi mano y corre hacia la estantería de pelucas. Enseguida encuentra la que buscaba: rosa chicle. Salta de la emoción y me mira con ojos brillantes.
—Es esta, es esta. ¿Podemos llevarla? —pregunta con una energía infantil.
—Claro, pero no lo digas como si fuera un perro —le respondo con una sonrisa. Pagamos, y la señora en la caja nos explica cómo ajustarla correctamente.
—Cortas aquí y listo, te ves hermosa, querida —dice la vendedora mientras le pasa un espejo a Emma. La sonrisa de Emma es tan genuina que me hace olvidar por un momento todos nuestros problemas.
—Te ves hermosa, pelirroja —le digo, sabiendo lo irónico que suena con su nueva peluca rosa.
—Gracias, gruñona —me responde, mirándome a través del espejo.
Salimos de la tienda y comenzamos a caminar hacia el cine. De repente, Emma se detiene.
—¿Emma? —pregunto, preocupada. Ella sostiene su cabeza, claramente mareada.
—Solo es un mareo, estaré bien —dice, tratando de sonar convincente. Toma mi mano y sigue caminando, pero yo sigo preocupada.