Jean quiso decir alguna otra cosa, pero quien ahora responde al nombre de “Mía” colocó uno de sus dedos sobre los labios, estos se curva una dulce sonrisa con el único propósito de darle tranquilidad a su linda pequeña. Sin embargo, el gesto fue para evitar que cualquier otra cosa saliera de su boca, no era conveniente para ninguna de las dos hablar demasiado y producir la ira del nuevo dueño en consecuencia.
Ambas siguieron desde atrás, a un paso de distancia al conde esperando estar siguiendo Mía adecuadamente el protocolo de educación que se vio forzada a aprender durante la vida entera. Salieron así finalmente del recinto donde la subasta se hallaba teniendo lugar, a pocos metros de distancia, bajando las escaleras que llevan a una calle pavimentada un auto negro espera obviamente a ese importante vampiro, fuera de este un hombre alto, quizás de 1,80 mtrs abre la puerta trasera de lujoso transporte.
El conde bajó las escaleras, con gracia y estilo. Y Mía, Mía volteó hacia atrás un instante solo para ver el lugar de donde estaba saliendo, para que sus ojos pudieran apreciar la puerta principal, ya que como era de esperarse ellos entraron “por atrás” ¿Dónde se ha visto que el producto ingrese por las grandes puertas?
Respiró, ese es el principio de su nueva vida, lo que sea que viviera antes… ya no existe.
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Inesperadamente el viaje hacia donde sea que fueran se vio extremadamente tranquilo, aunque no se relajó un solo instante ¿Cómo podría la joven llegar a relajarse delante de su potencial asesino? Esa cantidad de dinero que había gastado en ella no era ninguna garantía de una vida perdurable, no le conocía, no tiene idea de qué clase de ser es, lo único que conoce de él es aquel renombrado título que todo el mundo aclama, incluso cosas de su clase.
Drácula, viajaba al frente, en el asiento del co-piloto como era de esperarse, no compartiría lugar con sus propiedades, Jean iba dormida en su regazo tranquilamente, su adorable pequeña sucumbió ante el cansancio y entres de la pasada experiencia, fue demasiado, apenas tiene 6 años, no puede culparla.
Y mientras Mía acariciaba el cabello de Jean, contemplando sus sueños bajo la guardia un instante, el suficiente para quedarse dormida. Sueño que fue interrumpido por el sonido de las puertas del auto al abrirse y ser azotadas cuando eran cerradas, parpadeó, luego frotó uno de sus ojos somnolienta cuando la puerta junto a ella le fue abierta y un angelical rostro de cabellos pelirrojos se asomó.
Mía volvió a parpadear, confundida, hasta que todos los hechos anteriores volvieron a cruzar por su cabeza, horrorizada por atreverse a dormir en su auto, delante suyo, algo impensado y una terrible falta de respeto se enderezó en una postura rígida, a lo que el ladeó la cabeza dedicando una mirada de desinterés.
—No creo que vuelvas a salir en uno de estos, pero si por alguna razón llega a suceder no esperes a que te abra la puerta cual sirviente, baja por ti misma. —Con esto dicho comenzó a avanzar en dirección a su morada.
La joven despertó apresuradamente a la pequeña quien naturalmente no le hizo mucho caso al estar tan cansada, por consiguiente, bajo del auto y dado que su pequeño cuerpo no era sumamente musculoso u aunque sea lo suficiente para cargar apropiadamente el otro cuerpo se tambaleo varias veces y fue bastante lenta al alcanzarle.
Él la esperaba en la puerta, ahora le dedico cierta mirada de fastidio y murmuró algo entre dientes que ella no alcanzó a oír ni quería escuchar. Aquel conductor también les siguió parándose junto a Drácula, viendo directamente a la puerta para tomar una de las albadas de aquella puerta doble y golpear muy duro dos veces.
De inmediato el paso les fue concedido cuando aquellas estructuras de madera se movieron de par en par. Recibiendo al señor de la casa. Sólo entonces pudimos ver a quien efectuó ese movimiento, una pequeña señorita de unos 16 años con el tradicional traje de mucama a blanco y negro con un cabello rubio cayendo cual cascada sobre sus hombros y ojos azules brillantes como zafiros.
—Bienvenido de regreso, mi señor, —se encontraba haciendo una gentil reverencia cuando enderezó su columna y vio a Mía detrás del conde cargando a esa niña— Lamento mi falta de eficacia, tan sólo preparé una habitación tal y como me dijo, pero veo que usted trae dos residentes consigo. Inmediatamente acondicionaré otro cuarto, conde.
Drácula ingresó entonces en su imponente castillo, porque eso era, el primer miembro del primer consejo no podía simplemente residir en una ilustre mansión, debía habitar sino en un lugar acorde a su estatus. En cuanto Mía le siguió sintió la alfombra bajo sus pies, esta ascendía hasta las escaleras, extraordinarias escaleras de mármol en medio del lugar.
—Iré a cambiarme, por favor Áurea muéstrale su habitación a Mía y luego lleva la niña a la suya. —Su sirvienta asintió, en respuesta el conde sonrió casi desapareciendo del lugar.
Mía lo olvidaba… los vampiros son rápidos.
—Por favor acompáñeme, señorita. —La delicada sirvienta volteó a verle con gesto tranquilo.