Pero es tuya -susurro una voz melódica desde atrás.
Demitria sintió erizarse, su respiración se volvió pesada, y los látidos de su asustado corazón golpeaban contra las paredes de su pecho -la dejó para ti, guerrera -continuó la voz. Demitria giro rápidamente. No había nadie.
-aquí abajo- llamó -no temas guerrera, tomala por favor, es tuya, la dejarón en nuestro pueblo hace años, esperando, por ti.
Demitria aún no veía a quién pertenecía esa voz, por más que mirase rebuscando en el pasto, no había nadie. Caminó insegura hacía el objeto -es una sagita de plata -informó la voz -tu padre la dejó aquí a tu edad, dijo que sabríamos de quién sería, tienes su sangre en tus venas, lo huelo, es tu destino cargarla.
Un escalofrío le corrió por la espalda, había comenzado a respirar rápidamente, la visión de un joven de no más de veinte años hablando con ¿una flor? ¿Un árbol? la tomo desprevenida, un cabello alborotado cubría su frente, y los ojos azules de su padre la miraron -no puedo llevarla conmigo, pero sabrán de quién es -dijo con seguridad - entréguensela y díganle que lo siento.
con cuidado, dejó la sagita en la raíz de un árbol, esté la cubrió rápidamente, no había nada que indicase que había estado ahí segundos atrás, el jóven se levanto inclinando su cabeza -gracias -dijo antes de lanzarse al agua.
Demitria se acerco menos temerosa, con cuidado tomó la sagita, era fría al tacto, un peso se instalo inmediatamente, quería hacerla caer, y lo supo, un grandioso poder dormido y un extraño grabado la acompañaba en la punta -bien hecho chica de metal, ahora tú camino será visible.
La castaña regreso a paso rápido, todo estaba en su lugar, Dahaka aún dormía y su armamento intacto, recosto su cuerpo en la cambiaformas y cubrió una parte de ella, en pocas horas saldría el sol, y no podía arriesgarse a encontrar más sorpresas, había sido demasiado para el primer día.
Un extraño frío recorrió el cuerpo del chico, su mente seguía en el sueño de esa noche, no quería volver a sentir eso, su abdomen aún dolía, y sentía sus costillas quebradas, había vuelto a dormir tarde, los ojos le pesaban, y estaba sólo, no había visto a Elise y no sabía dónde tomaban el desayuno. Había caminado un poco, una leve brisa recorría las calles de la ciudad, y una sensación de comodidad le invadió, era tan parecida a su pueblo, que sonrió levemente al recordarlo.
Damián miró un gran grupo de personas cerca de la sala de reuniones, leves risas y varios murmullos llegaron a sus oídos mientras se acercaba. No sabía que estaba pasando, pero la alegría de esa gente hizo mermar sus preocupaciones.
Una cabellera rubia se alzaba en un grupo cerca de las gradas, él aligero sus pasos, Elise contaba una anécdota de pequeña a un grupo de chicas, era radiante, el sol la iluminaba, sus rizos parecían oro, y esa gran sonrisa combinaba perfectamente con el delicado rostro pecoso de la chica, sus ojos conectaron un momento, ella sonrió, se despidió del grupo con una mano y caminó hasta él.
-Hola extraño -dijo con una sonrisa ladina
Damián sonrió
-Creí que ya nos conocíamos -contestó con falsa molestia.
Ella hizo un gesto extraño -¡Oh, ¿En serio?! -simuló sorpresa -mi memoria jamás falla.
Ambos rieron después de esa grata conversación, la primera comida la daban en el lugar de la fiesta, había jugo de naranja, vino y un montón de licores más, tenían también muchos tipos de carnés y frutas en otra mesa, él tomó un poco de cada cosa, no acostumbraba ver tanta comida, y si regresaba no podría darse esos lujos.
Quería contarle a Elise sobre el sueño, pero su parte racional decía que ella pensaría que había enloquecido, debatió un momento su problema, definitivamente no quería que ella pensase eso, y...
-Estás bien? -cuestionó la chica a su lado
-Si, bien -dijo por inercia el joven
Ella lo miró raro, pero devolvió la atención a su plato.
Terminaron el desayuno en silencio y ella le informó del entrenamiento.
Según los comentarios la primera prueba era una caminata al volcán, pero la lucha de ayer le hizo pensar, ¿Y, si me arrojan a él?
Débiles rayos de sol se colaban por entre los árboles, tenía sueño, más del que quería admitir, le pesaba el cuerpo, y sentía la mente cansada, dahaka estaba a su lado, resoplaba cada pocos segundos, suponía que aún estaba dormida, por un momentose permitió pensar en mamá, ¿qué estaría viviendo?, ¿qué pensaría de la desición?, ¿estaría bien?, cientos de dudas le invadieron, la mente le pesaba, se obligó a dejarlo pasar, la sagita brillaba tenuemente, no sobresalía, y con la cantidad de armamento, era casi imposible diferenciarla de una flecha común verás el camino con claridad, había dicho esa voz, pero siendo sincera, aún no entendía a cuál se refería, conocía la ruta hasta el volcán a la perfección, y de ahí por sentido de ubicación suponía llegaría a la ciudad de fuego. Una sensación de vacío y un extraño sonido salió del estomago, hambre, se dio cuenta. Con cuidado saco una manzana, a esa hora no le apetecía una fogata, y dado que su flameante amiga seguía dormida, encenderla tendría más trabajo del que le gustaría hacer.