—¿Sabe por qué está aquí?— Un hombre entrado en años con un par de lentes bifocales que se le caen a cada cinco palabras se mantiene viendo unos papeles mientras me hace la pregunta.
Estamos en las oficinas de asuntos internos, en una pequeña sala con una mesa rectangular para 20 personas donde solo estamos cinco. Apenas ayer enterraron al capitán Emerich, tan solo ayer fue velado y sepultado y hoy estoy siendo juzgada. Tengo el brazo inmovilizado y algunos rasguños en la cara que no sé cómo es que me los hice. Frente a mí, ese viejo aparentemente despreocupado es el juez y a su lado está el director de servicios especiales, Elias Koskov; él era al que Emerich tenía que entregarle cuentas, gracias a él se formó el equipo de fuerzas especiales, trabajé casi un año para él y jamás lo había visto de frente hasta ahora. No es un hombre viejo, al contrario, era más joven que Emerich, tiene el cabello negro peinado hacia atrás y esos ojos cafés tan inquisitivos, su piel es de un moreno claro, parece que cuida bastante de verse bronceado. Detrás de ellos camina de un lado para otro Ian Müller, el imbécil que echó todo a perder, anda con un bastón y parece molesto, me ve como si fuera yo quien debería de cargar con toda la responsabilidad.
—¿Agente Cárter?— Pregunta Koskov viéndome con curiosidad, como si sospechara que no escuche la primera pregunta.
—Por el caso Tin-Tin.
—Está aquí señorita Cárter por el horror que protagonizó donde civiles y cuerpos de policía murieron por la negligencia y la falta de profesionalismo— dice el juez levantando la mirada de las hojas que tiene en sus manos —cuando vi los noticieros me aterré, no podía comprender como algo que tenía que llevarse a cabo de manera ordenada y con bajo perfil se volvió una matanza.
—No puede señalarme a mí como única culpable, es más no puede señalarme ni siquiera como culpable…
—Explíquese, agente— dice Koskov poniendo las manos sobre la mesa entrelazando sus dedos.
—Cuando salimos de esa bodega para poder identificar nuestro objetivo di anuncio a todos ahí que no era a quien perseguíamos, ese NO era Tin-Tin— levanto la mirada cargada de rabia hacia Müller que permanece en silencio detrás de ellos —les insistí en retirarnos, pero el agente Müller decidió atacar de todas formas, sacó su arma ante todo pronóstico, incluso se puso frente al auto donde iban a escapar… si alguien provocó todo esto es él y no yo, quien debería de estar en la silla de los acusados es él— el coraje empieza a brotar de mi pecho y sin pensarlo dos veces pego en la mesa, aprieto los dientes y veo fijamente con odio a Müller.
—Cálmese… aquí no tiene por qué levantar la voz… ¿Hay alguien que pueda corroborar sus palabras, agente Cárter?— Pregunta el juez molesto por mi rabieta.
—Si… todos los que estuvieron ahí y por suerte siguen vivos… no tengo por qué mentir, además… todo quedó grabado.
—El audio se perdió— escucho la voz de la quinta persona, está sentada hasta el extremo de la mesa, es el responsable de asuntos internos y viejo conocido, Rene Glozz. Lo veo fijamente frunciendo el ceño sin poder comprender lo que me dice, es imposible.
—Dado que el audio se perdió lo que corresponde es entrevistar a los sobrevivientes de la masacre para que puedan confirmar sus palabras, señorita Cárter… pero aun así, el principal problema es su actitud, llegó ese día altanera, hablando sin respeto al agente Müller y no solo eso, agredió a una reportera del diario Gravity— mientras el juez hace hincapié en cada error que cometí siento como el coraje empieza a bullir dentro de mí, me siento molesta y con ganas de llorar, me levanto y vuelvo a golpear en la mesa deteniéndolo.
—¡Ese hijo de puta llegó prepotente y pedante! ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Reverencia? Y con respecto a la reportera, estaba tomándole fotos al cadáver de Emerich, ¿Qué querían que hiciera? ¿Darle las gracias por poner en primera plana el rostro de mi capitán muerto?
—Señorita Cárter…
—¡No me digan que yo fui la culpable de lo ocurrido, no se les ocurra insinuar que fui yo quien provocó todo, tampoco me digan que no hubieran hecho lo mismo que yo si un reportero fotografiara a su padre muerto en el piso… no se atrevan a tacharme como la negligente, como la villana en todo esto… por qué no lo soy!— Siento como las lágrimas calientes empiezan a correr por mis mejillas.
—Señorita Cárter… siéntese por favor— insiste Koskov incómodo por mi comportamiento.
—¡Tampoco me digan que fue una coincidencia que la grabación se hubiera perdido, no me digan que fue un accidente… claramente alguien está cuidando de sus intereses!— Levanto la mirada hacia Müller que parece molesto, pero no se digna a decir ni una sola palabra.
—¿Insinúa que alguien está ocultando evidencia, señorita Cárter? Espero que no sea así porque esa acusación es demasiado grave— dice el juez sin perder la calma mientras posa sus manos en los papeles que dejó sobre la mesa.
—Estoy dispuesta a hablar bajo juramento— le digo con toda la seguridad del mundo y de nuevo volteo hacia Müller —y ¿tu?— Le pregunto con los dientes apretados, muriéndome de ganas por golpearlo, pero de nuevo solo guarda silencio.
De pronto el teléfono de Glozz empieza a sonar y rompe con esa burbuja de tensión, se levanta de la mesa y después vuelve a dirigirse hacia nosotros con tranquilidad.
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Editado: 19.05.2021