Dueña de mí

Prólogo

—¿Quién es esa chica? —preguntó Raúl asombrado por la belleza de esta misma, distinta a todo lo que antes había visto, distinta a lo que él conocía.

Se inclinó hacia delante en los comedores de la escuela tratando de visualizar mejor a la que sería su nueva “víctima” –Como él solía llamarles–.

Ésta comía tranquilamente en el fondo de los comedores mientras sostenía un libro que Raúl solía desconocer, ya que, él odiaba la lectura.

—¿Ella? —cuestionó Rafael enarcando una ceja, mirándolo como si estuviera loco— ¿El gran Raúl se ha fijado en alguien como ella?

—¿Que tiene? —dijo éste confundido—. La chica es linda, tiene gracia. Me parece interesante.

—No lo sé amigo —opinó Rafael—. No es algo a lo que estás acostumbrado.

—Por eso mismo me interesa —dijo Raúl por debajo, observando a la morena como si fuese una presa a la cual estuviera a punto de cazar.

—Es toda tuya —dijo su amigo riendo—. Ve por ella, galán.

Raúl se levantó de su asiento decidido a hablarle a la chica del libro. Caminaba con pasos seguros, sabiendo que caería fácilmente como solían caer todas.

Se acercó a la víctima, tanto que pudo observarla mejor. Cabello castaño que caía sobre sus hombros en pequeños rizos, ojos almendrados color café, labios carnosos en tono ciruelo, largas pestañas que adornaban sus grandes ojos. Era la mujer perfecta.

«Es bellísima» pensó poniéndose nervioso. Dudaba en acercarse o no, pero ya iba a mitad del camino, no quedaría como un tonto ante todos los que lo veían.

En el camino comenzó a enredarse con sus pies, las pulsaciones en su pecho comenzaron a hacerse cada vez más rápidas, comenzaba a transpirar más.

«¿Que me está pasando?» se dijo a sí mismo asustado.

Nuevamente trató de proyectar seguridad.

Se sentó frente a la chica con arrogancia, ésta no se había ni inmutado, estaba tan profundamente centrada en lo que leía, que prestaba poca atención a lo que pasaba a su al rededor.

Raúl bajó el libro para obtener su atención, ella lo miró con desprecio por haber interrumpido su lectura.

—¿Que haces? —preguntó tontamente Raúl nervioso por la presencia de la morena. Ésta lo miró con sorna.

—Leía un libro, claramemte —dijo ella viéndolo como si fuera un tonto.

—Cierto —dijo Raúl con una risa nerviosa—. Mejor, dime tu nombre.

—Delia —dijo ella cortante, tratando de leer nuevamente.

—Oye, ehh —emitió tratando de no sonar nervioso—, quería invitarte a salir este viernes, no sé si querrías salir conmigo.

La chica estaba tan concentrada leyendo que no le había prestado atención a lo que decía su pretendiente.

Raúl la miró asustado al darse cuenta que ella lo había ignorado. Las manos le temblaban. Normalmente sus presas eran las que se comportaban así, entonces, ¿Por qué él actuaba de esa forma?

—¿Disculpa? —La castaña lo miraba con el ceño fruncido, dudando en si el bobo que se encontraba frente a ella había emitido algún tipo de sonido.

—Te e-estaba invitando a sa-salir este viernes —dijo Raúl nervioso.

—¡Dios, es tarde! —exclamó fingiendo la chica mientras veía su reloj—. Debo irme. Hasta pronto em...

—Ra-Raúl —dijo titubeando.

—Hasta pronto Raúl —a completó ella despidiéndose con un movimiento de mano mientras caminaba con prisa hacia la salida.

Raúl la miró sorprendido. Nadie lo dejaba con la palabra en la boca. Las ganas de conquistar a aquella chica aumentaron considerablemente. Era una misión que cumplir.

«Esa chica será mía» dijo con una sonrisa triunfante.




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