Ríos que llevan tu voz, en un dulce espejismo de suaves compases.
Tú que me ves, siempre alerta y siempre atento.
A mis pasos y gestos, a mis fines inciertos.
A todo lo que veo, a lo que narro, siendo cada huella en tu misma hora de ser.
Y yo, que te sigo y observo soy la melodía de tu necia tempestad.