Hoja que se envuelve en el instinto del alma sonora, llenando el equilibrio ancestral de las horas.
Aletea la frágil mariposa, se impulsa contra la brisa y escala hasta la cima de aquella distante montaña, donde muere, pero aun así, lo hace feliz.
Sintiendo una voz serena, llena y plena, de cada emoción. Sobrellevando el deseo narrado de los cielos.
Duerme con su ceguera mientras el canto de la libélula atrae una nueva vida, que se gesta en el murmullo de la Luna, y en la curva de la rosa.