"Cada sensación, sentimiento o percepción que tienes del mundo es producto de la complejidad del cerebro. Hay en él un universo que aún no logramos conocer del todo. Tan amplio como el cosmos y tan misterioso como el océano"
《Manual de Neuropsicología》
Elliot no se mueve, se queda allí, mirando el lugar por donde Andrómeda ha desaparecido y avanza, dispuesto a ir tras ella.
—Ya escuchaste.
Mira a Horus, ocultando el enojo que siente tras una sonrisa forzada.
—Lo siento, pero no me iré ¿Les parece correcto haberla tratado así?¿No sintieron nada al verla llorar?— inquiere con dureza. La culpabilidad que pronto se cuela en sus rostros no le hace sentir remordimiento—. Vaya amor que le tienen...
—No deberías hablar cuando no sabes nada de nosotros—espeta Horus.
—Sé lo suficiente como para darme cuenta de que Andrómeda se siente sola, atormentada y reprimida ¡Se siente infeliz!
Serena asiente, con el semblante decaído por la forma en que han tratado a Andrómeda. No se fía del todo en Elliot, pero le ha concedido el beneficio de la duda.
—Ella es feliz, su comportamiento solo es...— Harry calla y endurece su gesto —. Ya déjala. Arreglaremos el divorcio.
Elliot niega, entre la diversión y la incredulidad.
—No lo creo. Esa decisión no depende de ustedes.
—Tú sólo has sido un acto de rebeldía para Andrómeda. Un medio para darnos dolores de cabeza— alega Horus.
Elliot ni siquiera se molesta en contradecirlo. Sabe que no es así. Le parece lamentable que, en pocos meses, él conociera a Andrómeda más que la familia que convive con ella día y noche.
¿No son capaces de ver lo maravillosa que es?
Y no lo argumenta basado en la atracción desmesurada que tiene por ella, sino en su forma de trabajar, en su ética profesional y en su madurez.
—Andrómeda ya es una mujer adulta e independiente con la capacidad de gobernar su vida. Ustedes ya no pueden tomar decisiones por ella.
—Claro, por eso se ha ido como una niña berrinchuda a su habitación cuando se lo he pedido. Ella es consciente de que no puede tomar una decisión tan irracional como esta, mucho menos estar contigo- asevera Harry-. ¿Crees que no sabemos de tus gustos y pensamientos? Te he investigado. Jamás dejaría a mi hermana en manos de un hombre como tú.
—Vaya, fiscal Allister— ríe—. Creo que es muy hipócrita juzgarme por lo que pienso, ¿no cree? Yo también me he tomado la molestia de investigarlo ¿Le ha dicho a su familia que condena con demasiada dureza a las personas con diferentes orientaciones sexuales?
—Harry…— su esposa lo observa, perpleja—. ¿Es eso cierto?
—Será mejor que se aleje de mi hermana- le advierte Harry con dureza—. Ella no lo quiere porque no está en condiciones de hacerlo, mucho menos. De ser así, no se hubiese marchado.
A Elliot no le da chance responderle pues los sonidos fuertes provenientes de los escalones del salón llaman la atención de todos.
Está hecho. Si mientras esté bajo su mismo techo no hará lo que quiere, pues es mejor buscar otro.
Cuando la mandaron a su habitación, la vergüenza y la rabia fueron tantas, que ni hubo necesidad de meditarlo, empacó lo que pudo y se dispuso a bajarla.
Nunca se había atrevido a dejar a su familia, en parte, porque eran su apoyo y su pilar. A veces ni siquiera era capaz de dormir sola y habían crisis que llegaban a agobiarla, pero ahora se daba cuenta que la situación sólo empeoraba cuando también se sentía reprimida, señalada y encasillada. Tal como ellos lo hacían.
Si ella no da el paso, ellos seguirán viéndola de esa forma.
Se siente mal al pensar que elliot se ha ido con una imagen muy diferente a la que tenía de ella. Aún así, comprende si él ya no desea saber de ella. Es mejor así.
Es hora de dejar el nido y enfrentar sus demonios por sí sola.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Ignora el tono demandante de su hermano Harry y continúa bajando su equipaje.
—Me voy — baja con dificultad la maleta.No debió empacar tanto si deseaba irse de inmediato, piensa.
—Déjame ayudarte.
Sus manos se afianzan en el equipaje al sentir las suyas. Alza la vista, viendo con asombro a Elliot desenvolviéndose con tanta naturalidad para ayudarla.
No sabe qué decir o cómo reaccionar al saber que no se fue. Sólo puede sonreírle agradecida por el gesto, sintiendo una pizca de alegría entre tanto desánimo.
Elliot toma el equipaje y le guiña el ojo, terminando de dejarla aturdida. Andrómeda no puede más que soltar una risita involuntaria.
«Debes flirtear un poco con ella, hacerla reír, siempre funciona»— fue el consejo de su tío Marcu. Lo descartó en cuanto vio como su tía le daba un manotazo seguido de un "Por eso estás soltero".
Sin embargo, con Andrómeda ha sentidola necesidad de hacerlo, más aún en una situación que se notaba y le afectaba.
Nunca había tenido aire de galán coqueto—de hecho, era un hombre indiferente ante esos detalles—, no hacía falta. Su atractivo y dinero era suficiente para atraer a las chicas.
Sin embargo, con Andrómeda siempre sentía ese impulso de reconfortarla, sin importar si tenía que actuar como un cursi o un payaso empedernido todo el tiempo. Su pecho se calentaba al verla sonreír por causa suya.
—No puedes irte— asevera Horus con el rostro descompuesto al ver que su pequeña hermana está determinada.
—Claro que puedo. Ahora sí— afirma—.¿Verdad, Serena?— inquiere, mirando a su cuñada, quien también se encuentra al pie de los escalones.
Sus hermanos la miran, en espera de su respuesta. Hasta Elliot, que no comprende a qué se refiere, la observa con curiosidad.
Siendo ella su psiquiatra personal, si le daba el visto bueno, Andrómeda podía marcharse sin problema alguno y ellos no pondrían hacer nada.
Serena sonríe—Claro que sí, Andrómeda.
Roger mira a su esposa sin disimular su cólera y ésta no se inmuta, igual de enojada que él.
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Editado: 26.03.2022