"Es posible que nuestra mente diga: "yo no te conozco". Pero el corazón sí le conoce"
《Brian Weiss》
Elliot entra a la ducha y se agacha, empapándose con el agua. Posa su mano en su espalda e intenta ver si se encuentra bien. Echa los vidrios a un lado y la escucha sollozar en silencio. Un desagradable sentimiento se instala en su pecho al verla así. Por inercia, la envuelve en sus brazos y la cobija en su pecho.
La mece de un lado a otro, con centenares de sentimientos en él; consternación, rabia, ternura, preocupación, cariño. Todo revoluciona en su interior al verla así.
La escudriña, tratando de hallar el lugar donde sangra, dándose cuenta que viene de una cortada en el muslo izquierdo.Suspira más aliviado al ver que no ha pasado a mayores mientras acaricia su cabeza, intentando reconfortarla.
—No tienes que verme así. Soy patética— murmura ella con el rostro aún oculto entre su pecho.
—No eres patética. Creo que los esposos ayudan a sus esposas cuando tienen crisis como estas— dice, intentando hacerla sonreír, pero sólo tiene como resultado que ella busque con más ansias el calor de su pecho, haciéndolo estremecer.
Se quedan un largo rato bajo la ducha. Ella llorando en silencio y él consolándola con caricias y palabras reconfortantes.
—Te resfriaras si sigues aquí— comenta Andrómeda al ver que toda su ropa está empapada.
—Entonces salgamos. He pedido algo que de seguro te subirá el ánimo— acaricia su hombro. Andrómeda arruga su camisa en un puño.
No quiere separarse de él, pero está empapado y no desea que se resfríe.
—¿Puedes salir tu primero y buscar algo para cubrirme?— Elliot ríe.
—¿Quieres cubrirte de mi? Pero si ya lo he visto todo.
—Le harías un gran favor a la poca dignidad que me queda.
—De acuerdo, saldré y te daré privacidad para que puedas cambiarte— Andromeda asintió después de un «muchas gracias» que sale en un murmullo.
Elliot decide salir. Hay unas batas de baño en el armario así que se quita su atuendo y se coloca una de ellas, la otra se la tiende a Andrómeda en cuanto se la pide.
La espera sentado en la cama, como lo había hecho alguna vez en su luna de miel.Sonríe al recordar. Ese día se había alterado de solo pensar que algo le había pasado y al ver sus heridas su preocupación aumentó.
Ahora es diferente. Está sentado en la cama a la espera de ella para consolarla y hacerla feliz. Teniendo ganas de besarla y hacerla suya, como ese día.
Andromeda sale con la bata de baño. Se tensa al ver a Elliot sentado en la cama y luciendo también una bata. Él reacciona de la misma forma.
Tragan con dificultad.
«No debes parecer desesperado por ella»— fue el consejo de Mary.
Pero sí que lo estaba.
—¿Te has sanado la herida?— asiente y se acerca, cohibida—.Ten— Elliot le tiende la pequeña caja que estaba sobre la mesa de noche.
Andrómeda la toma y ve que se trata de un pequeño postre.
—¿Lo mandaste a pedir?.
—El dulce siempre alegra los días amargos— dice, citando a su hija Elisabeth.
Andromeda sonríe, eso siempre le dice Elisabeth en sus prácticas de piano.
—Muchas gracias.
—¿Qué te parece si vemos una película? Vi que tienes un televisor en la sala— Andrómeda se muestra entusiasmada, pero el sentimiento no dura demasiado.
—Elliot...No debes sentirte mal por mí. No te sientas obligado a estar conmigo por lo que viste, de verdad, puedo estar bien sola.
—Vayamos a ver la película— la tomo de la mano, ignorando sus palabras.
Andrómeda nota que ha quitado las sábanas de algunas cosas y que ha dejado unos cuantos víveres en la isla de la cocina que de seguro pidió cuando estaba en el baño.
Agacha la mirada, avergonzada por el suceso de la ducha. Mientras ven la película, ella decide tomar distancia y ponerse en una esquina del mueble. A Elliot no le pasa desapercibido el gesto, pero no dice nada y respeta su decisión, comprendiendo que sigue apenada.
La película termina y el sol ha dejado de colarse por las ventanas. Cuando fija su vista en la dirección donde estaba Andrómeda, la encuentra dormida y con la boca entreabierta. Sonríe divertido. Le parece hermosa, aun si babea todo el sillón.
La carga en sus brazos y la lleva a la habitación. La recuesta con delicadeza en la cama, busca unas sábanas en el armario, las sacude y la cobija con ellas.
Dura varios minutos admirándola, acariciando su rostro y su cabello, contando sus pestañas. Siente el impulso de rozar sus labios con los suyos, pero se contiene.
No comprende qué es lo que le pasa con ella. No logra entender porque se siente irremediablemente atraído a una persona a la que, durante toda su vida, su padre le enseñó que era inferior a él y que debería despreciar. Pero no puede separarse de ella ni un solo segundo sin sentirse desesperado. A regañadientes, se levanta de la cama para salir de la habitación.
—¿Ya te vas?—Se detiene al escuchar su voz. Andrómeda se incorpora, evade su mirada apenas se cruza con la suya para que no vea lo mal que se siente.—Yo...Sé que ya te lo dije, pero gracias...Por todo..
—Te dije que no iría a ninguna parte— le asegura, sonriéndole—.Solo haré una llamada — Andrómeda le sonríe. No le dice nada, al menos no con palabras, pues en su rostro puede verse lo agradecida que estaba porque él se quedara. Al menos por una noche.
Elliot va a la cocina y llama a su casa para avisarle a su nana que llegará al día siguiente por asuntos de trabajo para que le avise a Elisabeth y cuide de ella. Iba a regresar a la habitación, pero el sonido amortiguado de un tono de llamada capta su atención. Viene del bolso de Andrómeda. Se acerca y lo toma para llevárselo y preguntarle si desea comunicarse con alguien. Frunce el ceño al ver la notificación.
Tiene 34 llamadas perdidas de El mas guapo de todos.
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matrimonio por conveniencia, fantasía drama, amor -odio-celos
Editado: 26.03.2022