El día comenzó de lo más raro.
Andy salió temprano cosa que no suele hacer. Hans no fue a la escuela, Rosy no respondió mis mensajes, no sé nada de Thiago y para colmo León faltó al trabajo provocando que Patricia se enfurezca y maltrate a todos en el Liberty.
El lugar está lleno y yo ya voy tarde con dos pedidos.
─Disculpen la tardanza, las facturas van por mi cuenta...─ genial menos dinero en mi bolsillo.
─No te preocupes pequeña, sólo nos has dado más tiempo para conversar con mi esposa hermosa.─ el hombre me sorprendió con tanta amabilidad, y me invadió una nostalgia al presenciar sus miradas de amor.
─Bueno, me alegro por eso─ dije sonriendo y colocando la última taza de café ante ellos─ Que lo disfruten mucho. ─ les di una última sonrisa y corrí en busca del otro pedido.
─ Apúrate, ese es un juez, y no es para nada amable.─ me dijo mi compañero rubio, Adhemar.
─Genial.─ dije con sarcasmo.
Preparé la bandeja y estaba por salir cuando Adhemar me tomó del brazo. Vi sus manos viajar a mi trasero. Su respiración en mi cuello me erizo la piel.
─Tu delantal estaba flojo, listo.─ dijo y así como llegó se fue dejándome en shock. Y en el delantal un bello moño.
《Tonto rubio sexy.》
─Disculpe la demora, las facturas van por mi cuenta.─ dije ante el famoso juez.
─Déjalo, no lo quiero...─ dijo tecleando en su notebook sin siquiera mirarme─ Gracias por arruinar mi día, estúpida niña.─ cerró su portátil de un golpe.
─Oiga señor, a mí no me falte el respeto...─ dije con la mayor educación que conseguí tener ante tal maltrato.─ Yo le he hablado bien y respetuosamente. Ahora por favor retírese. ─ Me hice a un lado indicando la salida.
El hombre estaba furioso. Todos en el Liberty observaban la escena curiosos. Me gustaría decir que trabajar en una cafetería o bar es genial y divertido y sobre todo fácil como lo muestran en los libros o películas. Pero no. Por lo menos unas tres veces al mes me topo con tipos así. Arrogantes. Y machistas. Suelen tratarme mal o acosarme por el simple hecho de que me ven indefensa y porque soy mujer. Creen tener el derecho. Pero están muy equivocados. Si hay algo que en el Liberty no se soporta es a tipos machistas y misóginos.
─No te pases de lista conmigo muñequita.─Se acercó con su maletín en una mano e intentó acariciar mi rostro con la otra.
Intentó.
La mano de Adhemar lo frenó antes de que me tocase. Y todo fue rápido, mi rubio compañero giró la mano del hombre de tal forma que se la colocó en la espalda y lo tenía bajo su dominio absoluto y así lo sacó del lugar llorisqueando. El tipo asustado se fue casi trotando apenas Adhe lo soltó en la vereda y vaya a saber Dios que le dijo.
─Preciosa ¿Estas bien ?─ Mi otro compañero, Raúl, llegó a mi lado.
─Si, lo estoy─ me apresuré a decir.
El rubio ingresó de nuevo con clara molestia presente en cada facción y con los puños apretados a sus costados. No alcancé ni a moverme cuando la gente, nuestros clientes, comenzaron a aplaudirle. Un gran y sonoro aplauso genuino. Me llenó de orgullo.
─Gracias, Galán─ le dije y lo abracé fuerte sorprendiéndolo. Se quedó duro unos segundos hasta que me devolvió el abrazo ante las sonrisas de nuestros clientes.
Levanté mi vista y me topé con sus lindos ojos y su enorme sonrisa.
─No me agradezcas, princesa, estoy a tus órdenes...─ me guiño un ojo.─ Vamos a trabajar, los cafés no se sirven solos.─ me hizo reír levemente. Y así volvimos a la rutina.
Ya hace un mes que no veo a Nazareno, y mi relación con mis compañeros de trabajo es cada vez mejor. El resto del día estuve mirando a Adhemar inevitablemente. Más allá de que es todo un galán, y es increíblemente sexy, también es bueno y se porta lindo conmigo. Nunca antes lo noté. Y hoy descubrí que también suele observarme. Lo descubrí más de diez veces acechándome con sus ojos. Mientras yo lo acechaba también.
《Que vergüenza niña》
Aliste mis cosas y me disponía a salir del Liberty, pues ya había acabado mi trabajo y sólo quedaba una cuenta por cobrar ya todos nos marchábamos, pero una loca idea se cruzó por mi cabeza y cómo mis amigos brillaban por su ausencia, y ya no me agradaba cenar sola, podía retribuir la mano que me dio el rubio. Con una rica cena.
Lo esperé en la puerta del lugar. Me despedí de cada uno de mis compañeros que se marchaban y me miraban risueños. Sabían a quien esperaba.
─ ¡Al fin!─ exclamé al verlo salir con su casco en el codo y su mochila─ ¡Cómo tardabas criatura de Dios!
Él se río en respuesta. Unos hoyuelos aparecieron en sus mejillas. Nunca antes los noté...