Dulce Poeta

Capítulo: 31

La noche de anoche fue magnífica, hermosa, especial incluso fue demasiado más perfecta de lo que me pude imaginar, dormir con Nazareno fue tan íntimo que incluso me desperté con una sonrisa de oreja a oreja antes de que la alarma sonara y de un sa...     

La noche de anoche fue magnífica, hermosa, especial incluso fue demasiado más perfecta de lo que me pude imaginar, dormir con Nazareno fue tan íntimo que incluso me desperté con una sonrisa de oreja a oreja antes de que la alarma sonara y de un saltó salí de la cama a desactivarla para que no despertará al hombre de torso desnudo que yacía entre mis sábanas. Me quedé largos minutos observándolo dormir, la venda de su cabeza estaba algo corrida por la agitada noche de anoche. La noche anterior había dormido con Adhemar y anoche con Nazareno, que locura. Me puse una remera para cubrir mi piel expuesta y caminé de puntillas a la cocina. Debía preparar café y quizás lograr estudiar algo antes de partir a la Universidad aunque lo único que deseaba era dar saltitos gritando de alegría. Puse la cafetera y la pava, sé que él no debe tomar café, le haré un té bien dulce. Preparé las tostadas y me dispuse a arreglar la mesa con unos individuales negros, los preferidos de mi padre, y coloqué manteca, mermelada de frutilla y dulce de leche. Alguna cosa ha de gustarle. Dejé todo ya listo y entré en el baño a peinarme un poco y demás cosas.

─ ¿Deya?

Al oír su ronca voz sonreí ante el espejo y terminé de ponerme el corrector de ojeras y la manteca cacao en los labios. Salí del baño y lo vi de pie fuera del cuarto refregándose un ojo con la mano derecha, con su pantalón ligeramente bajo.

─ H- Hola, buen día...─ dije sonriendo eufóricamente. No me podía creer tenerlo de pie así frente a mí.

─ Definitivamente mi ropa te sienta bien, nena...─ caminó tomándome de la cintura y abrazándome, sentir su pecho desnudo contra mí me llenó de tranquilidad, escondí mi rostro en su cuello y lo apreté aún más contra mí. ─ Buenos días, mi Deya.

Lo solté no porque lo quisiera hacer, sino más bien porque oí la pava silbar.

─ Iré al baño, usted vístase y prepárese para la escuela, yo salgo de inmediato y sirvo el desayuno, señorita...─ besó mi frente y corrió al baño. Sonriendo cómo boba le hice caso. Aún no podía creerlo. Él aquí. En mi casa, durmiendo conmigo, desayunando conmigo, sonriendo conmigo...ay las maripositas se deben haber desmayado de la emoción.

No sé ni en qué momento me quedé dormida, pero descanse como nunca antes lo había hecho. Mi vida era un completo caos pero estaba tan feliz que no me importaba. Me puse mi ropa más linda y salí de la habitación con el maletín donde guardo mis cosas. Mi Dulce Poeta estaba sirviendo mi café cuando llegué a la mesa, tal cual me dijo que haría.

Que hermosa noche, intento no sonreír como boba pero sus hermosos e intensos ojos se posan en mi rostro y de inmediato me ruborizo y sonrío Es involuntario. No puedo creer que estoy tan feliz luego de haberme enterado tantas cosas cruciales sobre mi identidad y mi familia. Y sé que la felicidad que mi cuerpo carga es gracias al chico musculoso y sin remera que está frente a mí sentándose a desayunar ¿Puede ser tan lindo?

─ ¿Te molesta que este así en la mesa? No es muy educado ¿Verdad?─ me dijo señalando su pecho desnudo.

─ No, no, para nada, no soy de esas...─ sorbí de mi café y mire el reloj, ya se me hacía tarde.─ Se me hace tarde, y hoy tengo algo importante, una práctica...─ ya mis nervios comenzaban a aparecer, siempre me pasaba al saber que debía hacer una defensa contra otro compañero. Debía superar mis temores, no podría ser una buena abogada si seguía así, con pánico.

─ Dame un minuto, amor....─ sacó una bandeja, se llenó la boca de dulce de leche, y comenzó a cargar todo en la bandeja, las tazas, dulce, mermelada, TODO. Miré perpleja cuando la alzo en una mano y salió casi corriendo. Creí que se caería o rompería todo, pero para mi sorpresa llegó sano y salvo a la cocina al igual que todas las cosas que llevaba. Guardó todo y lavó las cosas a una velocidad única. Pasó a mi lado dándome un beso pequeño en los labios y corrió a la habitación. -Listo, vamos, te llevo amor.─ volvió y agito unas llaves frente a mi cara, ya vestido y peinado.

─ Eres flash...─ dije caminando a su lado─ Que envidia me das.

El camino a la universidad fue un caos, Nazareno es tan distraído que me hizo tomar el volante en más de una ocasión para no terminar chocando. Gracias al cielo no conduce rápido. Pero de todas formas los nervios que me hizo pasar ayudaron a darme cuenta que una defensa es una bobería.




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