Se me sale.
Sí, se me sale definitivamente...
Mi corazón se me sale del pecho de tanta alegría, por primera vez en tanto tiempo me sentía verdaderamente feliz y en paz. La tranquilidad me desborda. Y la situación en realidad es absurda, estoy sentado incómodamente en un sofá, con el brazo totalmente dormido porque ella se durmió en él y no quiero despertarla, viendo una película que odio, pero todo eso importa nada, porque ella está acá, sentada a mi lado, dormida, tranquila, después de tantos meses de sólo soñarlo, convencido de que jamás me perdonaría, acá estoy con ella, feliz. Aunque sea un instante.
Recibí unos mensajes de mi madre diciendo que me necesitan, ella y papá, según entendí debo venderle el bar a un tipo, un tal Dionisio no sé qué...otro tipo con asuntos extraños. En realidad debo llevar los papeles y cerrar el trato o algo así...son las derivaciones del pasado oscuro de mi padre.
La película terminó hace un rato y Deya sigue dormida, para nuestra mala suerte el café que tomé desea salir y ya no aguanto más tiempo. Me muevo lentamente intentando acomodarla en el sillón pero ella empieza a quejarse dormida, respiro, lo vuelvo a intentar y esta vez se despierta sobresaltada, mira alrededor, luego el televisor, y al final me mira a mí y su cuerpo recostado contra el mío. Se endereza confundida y suspira.
─Disculpa por despertarte, necesito ir al baño...─ cómo puedo me levanto con el brazo hormigueándome horrible por el adormecimiento.
─Ve...no pasa nada.─ y vuelve a bostezar pero se pone de pie arreglando su ropa. ─No debí dormirme.
─No importa, ya vengo ¿sí?─ asiente aún dormida frotando su ojo izquierdo con una mano y se ve tan hermosa que dan ganas de abrazarla y no soltarla más.
Al lavarme las manos, encontré cosas que me sorprendieron y a la vez entristecieron, para luego llevarme a la rabia conmigo mismo por haberme marchado tantos meses. Había dos cepillos de dientes, uno azul y uno rosa, una máquina de afeitar masculina, crema post afeitado... esos simples objetos de higiene personal me dicen básicamente que el rubio ha estado viviendo aquí. Mierda... iban enserio y yo llegué a arruinarlo. Bueno, en parte al parecer el tipo lo truncó todo al ponerle las manos encima a Deyamira, de sólo acordarme me hierve la sangre. Enserio juro que voy a romperle la cara si lo veo.
Luego de lavarme la cara con agua helada para sacarme todo esos pensamientos negativos y deprimentes salí del baño en busca de Deya. No estaba por ningún lado.
Revisé la cocina y su habitación, no estaba.
─ ¿Deya?─ la llamé un par de veces pero ni vestigio de su presencia.
Me senté unos segundos en el sofá, pensé brevemente y busqué mi celular para marcarle. Sonó una vez, dos veces, tres veces....cuando creí que me daría al buzón atendió.
─ ¿Naza?
─Sí, soy yo ¿Dónde estás?
─Abajo...ya subo. ─ Y me colgó.
Me asomé por la ventana que da a la calle y no sabía si bajar corriendo y armar una pelea o sí esperarla quietito en el departamento.
Adhemar estaba abajo, con Deya, hablando.
¿Tú qué harías?
Sin darme cuenta comencé a caminar de un lado a otro frente al ventanal mirando a la pareja debajo, no quería husmear ni obsesionarme pero debía asegurarme de que el infeliz no volviese a ponerle una mano encima, le marcó sus asquerosos dedos en sus brazos, eso no se hace. Nunca.
Los minutos parecían horas, los dos se veían calmados conversando, la curiosidad me estaba consumiendo lentamente y el miedo a que ella vuelva a su anterior relación me estaba amenazando y rompiendo paulatinamente. No sé qué haría si ella me corre de su casa porque lo elige a él. Lo respetaría pero antes de seguro le doy unas buenas trompadas al rubio sólo para que sepa que si vuelve a tocarla le daré más de esas, y seguramente le dolerá mucho por culpa de mi frustración al ser rechazado. Lo usaría de bolsa de box.
Ella se ha afirmado en la moto horrible esa, ambos ríen. Ni que él fuese tan gracioso.
Tomo el celular, necesito decirle a alguien lo que está pasando, necesito distraerme, que alguien me diga que me quede tranquilo y espere la explicación de Deyamira. O sus palabras que me destrozaran al informarme que vuelve con el de la moto. Mier...
─Hola hermano ¿qué hay?
─El rubio...está aquí.
─ ¿Contigo? Rómpele la cara ¿dónde estás? Ya voy. ─ Bueno, llamar a Thiago en busca de calma fue la peor idea que se me ocurrió.
─No, mierda, no conmigo, con tu hermana...abajo.
─ ¿En su casa?
─Si pero no vengas. Están conversando, los veo por la ventana...mierda no lo quiero cerca de ella.
─Ni yo, quiero matarlo. Tengo que ir...
─No, no, no por favor, si vienes ella se enfadará conmigo...
─ ¡Carajo! En verdad tienes miedo de perderla...
─No te das una puta idea...─ ellos seguían allí hablando─ ¿crees que vuelvan a estar juntos?
─No...Espero que no. Si lo hacen, sí que lo mato.
─Si ella me dice que vuelven, yo lo golpeare antes de irme. ─ Ya lo tenía decidido.
─Has que sangre si eso pasa, dale un puñetazo de mi parte. ─ sonreí levemente cuando oí un estruendo. El caño de escape de la moto. Miré abajo y ninguno estaba, él se fue sólo, pues lo alcancé a ver calle abajo.
─Me voy, se fue, te llamo luego.