Los próximos días Lee continuó con su arduo trabajo, pero Michael estaba cada vez más extraño al estar cerca suyo. Las noches en vela trabajando juntos se acabaron, de la noche a la mañana él había cambiado su comportamiento.
Lee pensaba sus motivos por los cuales esa confianza que estaba formándose se había arruinado. En cambio, Kira fue más dulce al notar que Lee podía verla, siempre que entraba al despacho revoloteaba de felicidad, hacía años que no interactuaba con otro ser.
Esa tarde el Príncipe decidió acabar los asuntos temprano, sentía que cada vez más podría explotar de tantas emociones encontradas. Todo estaba cambiando para él, cada vez más era difícil el tenerla tan cerca.
Aprovechando ese tiempo libre, Lee fue a un invernadero que se había encontrado en las mañanas en que pasaba corriendo por las zonas. Estaba algo descuidado, algunas plantas estaban marchitas por la falta de agua, la fuente que adornaba el centro del lugar estaba llena de lama debido a la suciedad del agua estancada.
Lee en ésos meses se encargó de mantenerlo impecable, lo reparó de la misma manera en que en pasado lucía. Dió vida a aquellas flores que aún estaban, quitó las hierbas malas y la fuente volvía a lanzar agua limpia.
Esa misma tarde Michael le dio curiosidad el entrar a aquel invernadero, hacia tantos años que no le dedicaba tiempo, el estar enfrente del poder le causó descuidar muchas cosas. Entre ellas ese invernadero que construyó con su difunta madre.
Al llegar se llevó una grata sorpresa, el lugar estaba impecable. Nadie excepto Philip sabía del dicho lugar, se maravilló al ver tantas flores vivas. Kira indagó por las zonas alegre de volver a ver ese paisaje.
Michael estaba tan feliz, a lo lejos notó una fina y delgada figura plantando una de las flores. Al acercarse pudo notar cada vez más dándose cuenta qie aquella mujer era Srta. Lee.
Lee estaba plantando unas semillas que había conseguido en la cocina y las había puesto a secar al sol, pues estaba dispuesta a iniciar una cosecha. Su rostro mostraba una gran alegría, misma que Michael comparó con la suya la vez que inició con el invernadero. El verla así de emocionada y llena de tierra hizo que se le saliera una pequeña risa, lo suficiente fuerte para escucharla Lee.
— ¡Majestad! No lo esperaba aquí.—Dijo levantándose de golpe dejando ver su delantal más sucio.
— Perdón por asustarte, es sólo que salí a tomar aire fresco y quise volver a ver este lugar.
— Lo siento, lo sabía que estaba prohibido entrar. Pero el ver como esto estaba muriendo me hizo querer repararlo.
— Tranquila, lo entiendo. Yo también haría lo mismo, me he alejado tanto que ocasioné su deterioro.
Lee notó la preocupación del Príncipe, y comenzó a sonreír, una faceta más descubierta. Ahora parecía una persona viva, podía sonreír, preocuparse y no solo mantener su cara rígida a la de un muñeco. Al ver la sonrisa natural de Lee, Michael se sintió nervioso, siempre que ella mostraba su lado más dulce el sentía su ritmo cardíaco cada vez más intenso.
— Y bien Srta. Lee, ¿qué estaba plantando?
— Oh es un huerto orgánico que estoy comenzando, plantaré toda clase de verduras o frutas. Mi madre tenía uno en casa así que quisiera iniciar uno por mi cuenta, si no le molesta.
— Por supuesto que no, pero ¿de dónde sacó las semiillas?
— De la cocina, las puse a secar durante unos días y las planté.
— Pero no cree que ese es un proceso muy tardado.
— Si lo es pero no tengo los recursos necesarios, ni el tiempo.
— Vamos no se preocupe, podría hacérmelo saber.
— Claro que no majestad, mi deber es estar a su servicio, no pedirle favores.
— Señorita Lee, ahorrese esas inseguridades. Se que nuestra comunicación no es del todo buena pero no se guarde este tipo de cosas. No es usted la mujer que ganó tantas peleas y no cumplía con las reglas del lugar, use esa seguridad conmigo. No me molestaré si usted me agrega un comentario o me corrige.
Lee se había prometido no causar más problemas, por eso su actitud había cambiado, quería iniciar desde cero en un lugar donde no se conocería su pasado, pero las cosas no pasaban como ella lo deseaba. Su actitud arrogante y mandona tenía que regresar. Si fingía no ser ella misma podía acabar loca.
— Esta bien majestad, solo no se arrepienta de sus acciones.
— Lo tendré en cuenta.
Ambos se echaron a reír, la tensión que había sido invadida ésos últimos días había sido rota. Para su suerte Michael le recomendó un lugar en el Reino donde vendían toda clase de semillas para así embellecer al invernadero.
Un fin de semana Lee informó a Michael que saldría a ese lugar para terminar cuanto antes con la renovación del invernadero. Con gusto le permitió salir, le asignó un acompañante pero Lee lo rechazó, quería indagar por cada rincón sola.
Así partió a su aventura, el castillo quedaba a unos minutos del pueblo más cercano, por lo que Lee prefirió usar su habilidad de vuelo para aprovechar el día en todo momento. La vista era hermosa, un clima cálido con un ligero viento que era agradable para hacer turismo. Desde que había llegado solo se la pasaba encerrada en el castillo sin la oportunidad de ver el interior del reino.
A lo lejos había un carreta atascada en uno de los caminos, Lee se acercó a ayudar a aquel hombre que forcejear lo que quedaba de la llanta. Al bajar Lee notó que el hombre estaba impaciente, era alto bien vestido y con un aura tranquila. Quizás un duque que venía de visita con el Rey y se había retrasado debido a las circunstancias.
— Disculpa, puedo ayudarte a repararla.—Dijo Lee al señor.
— En serio harías eso por mi, llevo casi 30 minutos esperando la ayuda de alguien pero nadie aparecía.—Contesta aliviado a la propuesta de Lee.
— Tienes suerte de que pasaba por aquí, además no es la primera vez que reparo carretas.
— ¿En serio? Una chica tan bella no debería saberlo.
— Pues esta chica que dices bella, reparó muchas carretas en la guerra.
— Vaya, interesante.—Lee estaba tan tranquila con el hombre, no le parecía una mala persona, incluso su aura le parecía familiar.
— Listo, con esto quedará perfecto para que sigas tu curso.
— Te lo agradezco, ¿deseas que te lleve a algún lugar?
— No se moleste, solo iré al pueblo.
— Insisto, permíteme llevarte como muestra de agradecimiento. Además yo también me dirijo al pueblo.
Lee no quería ser grosera con el señor por lo que se sentó a su lado y pronto ambos llegaron a su destino.
Al adentrarse al pueblo Lee bajo de la carreta agradeciendo el paseo al hombre.
— Por cierto, perdóname mi falta de educación. ¿Cuál es tu nombre?
— Mi nombre es Lee.—Finalizó alejándose del lugar. No le dio tiempo al hombre el presentarse pues le parecía que la chica tenía asuntos importantes que atender.
Durante el camino el hombre pudo sentir comodidad de la chica, jamás se había sentido de esa forma desde la muerte de su esposa. Esperaba después encontrarse con la chica y agradecerle como se merecía.
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Una vez llegando al lugar Lee se puso como loca buscando todos los materiales que necesitaba para reparar por completo el lugar. Su primera huerta fuera de casa debía ser especial, todo lo que hacía era recordando aquellas enseñanzas que su madre otorgó.
Una vez comprando el material, disfruto de la comodidad del pueblo, era muy grande, lleno de pequeñas luces de colores que por la noche desde el balcón del castillo enbellecian al Reino, siempre que las miraba le llegaba un pequeño piquete en su lado izquierdo. Sabia el motivo, Mila.
Antes de anochecer Lee voló al castillo, en la entrada Philip estaba esperándola para acompañarla a cenar. Mila rechazó la propuesta y corrió a guardar todos los materiales, desde una de las ventanas de la oficina del Príncipe, Michael observaba con alegría cada movimiento de la Srta. Lee.
Como ya era tarde se dispuso a esperar a mañana para escuchar las anécdotas que le tenía por su gran día, ahora solo la dejaría descansar y disfrutar de su día libre.
CONTINUARÁ...
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Editado: 01.08.2020