Dulce Tormento

Prométemelo

Para suerte de Lee al tener un poder fácil de controlar, le fue sencillo hacer un portar donde podía transportarse de puntos fijos donde hubiese visitado. 

—¡Michael ya estoy de vuelta! —Anuncia Lee abriendo la habitación. 

Michael estaba esperándola pero se quedó dormido. Lee quitó sus lentes junto con un pequeño libro que estaba leyendo para evitar quedarse dormido. A ella le parecía lindo el verlo esforzarse aún más al recibir una carga más sobre sus hombros. Intentó cubrir su cuerpo con las sábanas pero este la tomó de la cintura abrazándola.

—Bienvenida a casa cariño —menciona medio dormido.

—Estoy en casa querido —Lee beso su mejilla e intento liberarse de sus brazos, pero Michael no la dejaba ir—. Michael debo quitarme el uniforme, lo dañaras.

—¿Quieres qué ayude con eso? —curiosea acariciando su espalda. Lee se sonrojo por un momento y le golpeo la cabeza permitiendo su liberación. 

—Deja de bromear. Ahora más que nunca no puedo descuidar mi uniforme —contesta desabotonando la camisa.

—Por cierto, ¿cómo te fue en la ceremonia?

—Bastante bien, fue una noche muy impactante. Al llegar todos me miraron de la misma forma que el primer día que obtuve un reconocimiento. 

—Conociéndote hiciste algo al respecto.

—Podría ser, pero esta vez fueron los mayores quienes me sorprendieron. Quien iba a pensar que me darían una grata sorpresa.

—¿Ah si? Exactamente qué te dieron.

—Regresaré a la militarizada Michael —él no estaba del todo feliz con esas palabras, su rostro se puso serio.

—¿A qué te refieres con eso? Vas a irte a un cuartel —cuestiona en tono serio.

—No cariño, no puedo abandonar mis deberes como Reina y esposa. A lo que me refiero, es que me dieron la oportunidad de tener mi institución, aquella donde puedo preparar a nuevos cadetes.

Michael seguía serio, sabía que Lee amaba proteger a otros, pero si el estar en la militarizada le hacía viajar nuevamente para arriesgar su vida eso no lo iba a permitir. 

—Lee, no se si estoy muy conforme con que tu vayas a la guerra. Entiendo que era tu vocación, pero no puedes tomar decisiones precipitadas.

—Lo se, se que no puedo arriesgarme, ahora tengo un motivo por el cual no morir —susurra tomando con ambas manos las mejillas de Michael—. Pero también quiero que comprendas que esto es por lo que llevó trabajando desde hace años.

—Lo entiendo, pero prométeme que no te alejaras del Reino, que no serás tu quien termine arriesgándose —su tono de voz era seria pero algo apagada. Temía por la seguridad de su esposa.

—Esta bien, te prometo no arriesgarme. Pensaré en las consecuencias de mis decisiones.

—Me alegra escucharlo. Además, tarde o temprano deberás pensar no solo en nosotros, si no en alguien más —deleita acariciando su vientre. 

—Estás apresurado las cosas Michael, todo a su tiempo —protesta mirándolo fijamente.

—Lo se, lo se. Pero no me negarás que no deseas un pequeño o pequeña que lleve nuestra sangre. Un hermoso bebé con tu belleza.

Lee solo se quedó pensando en sus palabras, aún tenía muchas cosas por hacer, un bebé no estaba en sus planes todavía, Michael se estaba precipitando, pero aceptaba que Lee decidiera cuando estuviese lista para dar ese gran paso.

Michael continuamente soñaba con tener en sus brazos un hermoso retoño de aquella mujer que tanto amaba, criaría a su bebé con aquel amor cálido que su madre le había enseñado. Si fuera niña sería a la imagen a Lee, una flor exótica que protegería todos los días de su vida. Si fuese un varón pasaría todas las tardes jugando con su pequeño, le enseñaría a ser un correcto Rey, pero no de la misma manera con la que el fue criado. Aunque si fuera posible tendría a la parejita en unos años.

Para su suerte, su poder estaba despertando, las posibilidades de tener un ciclo de sed estaban cada vez más cercanas, si sus dotes despertaban al tener a su pareja destinada, la probabilidad de plantar su semilla eran seguras; un hermoso bebé vendría en camino. 

CONTINUARÁ ...




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