Dulce tortura

capÍtulo 7

Comía sola en el comedor, observando todo y nada a la vez. Criss se encontraba con Max y los demás amigos de Donovan, pero este último estaba ausente. No había asistido al colegio, y odiaba estar irritada debido a eso.

No lo admitiría en voz alta, pero lo extrañaba. Quizá no de una manera amorosa; más bien era por esas peleas constantes que teníamos, a las que comenzaba a tomarles cierto gusto. Un tanto ridículo, lo sabía. Y esa mañana, menos que nunca lograba sacarlo de mi cabeza. No podía entender la razón por la cual presentía que lo acontecido en la noche anterior con aquel ladrón y con ese lobo tenía algo que ver con su falta en ese día.

De vez en cuando, Max me dirigía una que otra mirada. Me insistió a que me sentara con ellos, pero lo rechacé. Necesitaba estar sola.

—¿Dónde estás? —susurré.

La ansiedad se abría paso por mi cuerpo mientras el recuerdo de nuestros besos en mi habitación invadía mi mente sin piedad alguna. Me había gustado sentirlo, besarlo, estar entre sus brazos. Era entendible, y no me reprochaba por ello. Después de todo, Donovan era atractivo. Imposible no sentirse atraída hacia él. Su único defecto era ese jodido carácter que tenía.

No resistí estar más ahí sin hacer nada, así que recogí mi bandeja, tiré los sobrantes de la comida a la basura y me dirigí a mi siguiente clase.

Los pasillos estaban solos. La mayoría de los estudiantes se encontraban aún en el comedor, así que caminaba con tranquilidad hacia el tercer piso del edificio. Era tan grande.

—¿Por qué tan sola, señorita Baker?

Poco más y pegaba un grito, asustada al escuchar a Derek —mi profesor de Química— detrás de mí. No fue necesario que me volviera a mirarlo; él apareció a mi lado con esa familiar sonrisa ladeada en sus labios carnosos y apetecibles.

«Detente».

Por primera vez, obedecí a mi subconsciente. Algo en él no me gustaba. Había dejado de inspirarme confianza, si era que alguna vez había podido sentirla.

—Me dirijo a mi siguiente clase —contesté ausente.

Miró su reloj y luego me miró a mí.

—Aún te quedan quince minutos de tu receso. —Me encogí de hombros casi imperceptiblemente y esquivé su mirada, a la vez que echaba un vistazo al pasillo—. ¿Qué clase tienes?

—Historia —murmuré en voz baja.

Él caminaba muy cerca de mí, rozando su brazo con el mío. Era una fricción un tanto incómoda para mí; me ponía nerviosa y provocaba que me quedara un tanto rígida con cada contacto. Estaba segura de que Derek lo sabía, pero poco o nada le importaba.

—Espero que te vaya mejor de lo que te va conmigo.

Me detuve y lo encaré.

—¿Por qué tanto interés en mí? —espeté—. No lo veo hablar con ninguna alumna del colegio, con excepción de mí.

La comisura de sus labios se elevó hacia un lado y ladeó su cabeza, mirándome seductoramente. Retrocedí y, poco a poco, fui encerrada por él. Nuevamente recorrí con mi vista el pasillo carente de alumnos o cualquier alma que no fuéramos nosotros dos.

—¿Tan obvio soy? —preguntó acorralándome contra la pared.

Mi pecho se agitó por su cercanía. Deslicé la saliva por mi garganta y traté de aclararla para poder articular alguna palabra.

—De verdad lo es —repuse trémula.

—Me gustas —confesó al fin, con lo que me dejó sorprendida. Abrí y cerré mi boca un par de veces, pero al final no supe que decir ante aquella declaración. ¿Qué se suponía que debía responder?

—Ahora lo sabes con certeza —susurró acercándose a mi boca.

¿Qué demonios le sucedía? ¿Acaso no temía que alguien nos descubriera aquí? Él era un profesor, uno que me llevaba muchos años. Sin contar que yo era menor de edad. Algo no me cuadraba. Ningún hombre sería lo suficientemente estúpido para arriesgarse tanto, ni tampoco creía que su atracción por mi persona fuera tanta que no le importara jugarse todo.

Definitivamente, aquello no estaba bien. Cada vez confiaba menos en él y en sus actos irracionales.

Reaccioné cuando me besó. Mis ojos se abrieron de par en par. Sus labios se movían suavemente sobre los míos, que se encontraban inertes. Mi cuerpo se tensó y mi cerebro quedó en shock unos segundos, hasta poder reaccionar y alejarme de él.

Su aliento me acarició y sus manos se deslizaron por mis brazos hasta llegar a mis hombros. Dio un apretón y luego sujetó mi cuello con ambas, obligándome a mantener aquella postura de la que no podía escapar. Un pequeño suspiro escapó de mi boca cuando él se separó poco de mí y deslizó su lengua por mi labio inferior. Su boca era dulce, blanda. Me besaba delicado y tierno… No me agradaba.

Mi mente trajo el recuerdo de Donovan, sus besos ardientes y esa pasión con la que me había devorado.

«Te quiero comer».

Me estremecí, recordando aquella frase; entonces, fue momento de reaccionar. Me alejé de Derek, con la molestia evidente en mi rostro.

—¿Qué demonios le sucede? —escupí tocándome los labios.

—Ya te lo dije. Tienes algo que yo quiero… Y más temprano que tarde, lo obtendré —aclaró, y me dejó pasmada.

—Kairi.

Miré a Max y a Criss, que iban caminando por el pasillo hacia nosotros. Derek sonrió y siguió su camino, dejándome ahí con un sinfín de dudas en la cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó Max.

—Sí…, yo… estoy bien.

Negué y los dejé ahí para dirigirme a mi siguiente clase.



Salí del colegio antes que todos, prácticamente huía para no encontrarme con nadie desagradable. No había vuelto a ver a Derek, y de verdad que lo agradecía.

Avancé por la acera a paso rápido, pero me detuve al ver a Donovan apoyado contra su flamante auto. Miraba su móvil con el ceño fruncido mientras tecleaba con prisa. Lo admitía: mi corazón había latido con más fuerza al verlo y un hormigueo se había extendido por cada centímetro de mi cuerpo. Lo escuché maldecir; parecía enfadado. Respiré hondo e intenté pasar desapercibida, mas no fue así.




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