TAMARA
— ¡Miranda, en donde putas colocaste mi labial!— grité a todo pulmón, me da mal genio cuando toma mis cosas y no las pone en su lugar.
Dejé la pestañina sobre mi tocador y salí en puntas para no ensuciarme la planta de los pies hacia la habitación de Miranda. Uff la perra se había ido, se salvó de las palabrotas que estaba a punto de lanzarle. Entré a la habitación y revisé su tocador que estaba a un lado del armario y al frente de su enorme cama con colchón ortopédico.
¡Ahí estaba!
Lo tomé rápidamente y volví a mi habitación para terminar de vestirme, en treinta minutos Max pasaría por mí para ir a la cita "normal" que tendríamos hoy.
Me di los últimos retoques de maquillaje y peinado y fui a la sala para ver el resultado final delante del espejo de cuerpo entero que había al otro lado de la puerta, según Liz, para evitar que los malos espíritus pasen a la casa.
Llevaba puesta una falda de encaje blanco que me llegaba a medio muslo y el top tenía un estampado floral con un cierre entre mis pechos. La verdad me veía muy bonita, el top y la falda remarcaban perfectamente mi cintura y me veía un poco más delgada de lo que ya soy.
Bajé mi vista a mis tacones color blanco y verifiqué que estuvieran limpios, extrañamente siempre que llego a la mañana siguiente de una fiesta tienen manchas negras, a veces huelen bien y otras (sospecho que es vomito), es mejor meterlos a la lavadora. Mi tobillera de oro con pequeñas estrellas como decoración era linda.
Aparentemente todo estaba en orden.
Miré mi antebrazo y pasé mis dedos entre las letras negras tatuadas en mi piel:
" 03- 12-15
Never in my arms, always in my heart"
Sonreí y planté un beso ahí.
El teléfono de recepción me sacó de mis cavilaciones, había llegado por mí. Fui hasta el sofá de la sala y tomé mi bolso rellenito de cositas y abrí la puerta. Tomé el ascensor y miré a hacia la cámara que había dentro, cada vez que la veía unas enormes ganas de tener sexo dentro de él para que los de seguridad me vieran, me dominaba. Pero siempre terminaba haciendo lo mismo, sacando mi lengua y mi dedo medio.
— Buena noche señorita— dijo el recepcionista al verme.
Respondí con un asentimiento de cabeza.
Las puertas se abrieron y el frío recorrió todo mi cuerpo, una sensación agradable para comenzar mi noche.
— ¡Oh, pero si la castaña también sabe vestirse bien para ocasiones "normales"!— me recibió en tono burlón el hombre.
— Machote, tú no estás nada mal— lo analicé lentamente. Traía puesto unos jeans (seguro de una marca muy cara) claros, una correa delgada color negro, una camisa de cuello V gris con un saco de vestir color beige; hasta el momento quedé encantada, el hombre sabe cómo manejar las tonalidades de los colores para hacerlos combinar. Los zapatos no me defraudaron para nada, eran unas vans grises del tamaño de pie grande.
— Me siento violado, ¿Aprobé tú examen visual?
Sonreí coquetamente. Levanté mis hombros sin darle respuesta alguna.
— Más te vale que lo que hagamos hoy valga la pena o si no te dejaré tirado— amenacé.
Max pasó su mano izquierda entre su cabello y me miró:
— Salir con alguien como tú es toda una experiencia, hasta hubo un momento en el que creí que ya lo has hecho todo.
Bueno, tal vez he conocido casi toda la vida nocturna, pero no es para tanto, hay algunas cosas que hace gente de mi edad y yo no lo hago sencillamente porque me parece aburrido o porque no tengo con quien hacerlo (eso es mentira pero no tengo otra excusa). Soy extremadamente feliz si me invitan a caminar o tomar un helado, no lo sé, solamente me gustan las cosas que me saquen de mi rutina diaria.
— En vista de que hoy es miércoles y no sé si trabajas o estudias mañana, iremos a dos lugares que son "normalmente" muy calmados- explicó abriéndome la puerta del auto. Era un cámaro rojo, eso bastaba para mí, de autos no sé un reverendo rabo.
Me acomodé en el asiento del copiloto y Max dio la vuelta rápidamente para acomodarse en él.
— ¿Te gustó Olí?
¿Quién era ella?
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Editado: 12.08.2019