Callie y los inicios de semana podían no ser compatibles, pero de cierto modo, su amiga Amber se las ingeniaba para arreglar su aspecto moribundo. Su cabello castaño estaba más ondulado que de costumbre, mientras que él maquillaje y sus efectivos poderes, lograban eliminar las densas bolsas oscuras debajo de sus ojos.
Como una típica mañana de lunes, Amber dejo a su amiga frente al imponente edificio de Blackstone industries. Cómo parte del engaño, su amiga no colocaba la calcomanía de Uber hasta estar lo suficiente retirada de la zona, con el fin de mantener la fachada que Callie quería mantener en su trabajo.
Con dos cafés adquiridos en una pequeña cafetería a pocos metros, se adentro más allá de las cristalinas puertas, para hacer la primera parada con una de sus personas favoritas: Juliet, la recepcionista.
Juliet era una sencilla y humilde joven que había ingresado hace más de un año, con la esperanza de ascender cuando sea el momento adecuado. Por lo Callie encontró las mismas metas reflejadas en la recién llegada, y no dudo en ofrecerle su apoyo.
Justo en el momento en que le entregaba uno de los vasos a la chica, camino hacia ellas unos de los guardias.
Antonio, un hombre mayor, del tipo amable y cariñoso, les trataba como si fueran sus hijas. Por lo que, ambas chicas se proponian llegar minutos antes de su hora de entrada, con el fin de charlar y mantenerse al día.
Ese día solo había un tema en debate: las peculiares decisiones de Callie el día anterior.
—Tu aparición ayer fue más emocionante de lo que habías planeado. —Antonio rió.
—¿Lo verás de nuevo?. —interrogó Juliet.
—Estoy demasiado ocupada aquí. —respondió Callie—. Además, no sé ni su apellido.
—Eres muy joven Callie, deberías de disfrutar un poco más. —Antonio tomó un sorbo de café—. Eventualmente volverás a hacerlo, por lo que esconderse no es una buena idea. —se giró hacia Juliet—. Al igual que tú.
—Ambas estamos concentradas en el trabajo. —respondió Callie.
—Sí, Antonio. El momento oportuno vendrá, al igual que la persona correcta.
—Saben de que mi esposa puede ayudarlas. En cada ocasión me pide que se los repita, creo que quiere volver a sus tiempos, donde ser casamentera era uno de sus hábitos.
Callie y Juliet se rieron ante la declaración de Antonio. —Ten por seguro que tú esposa será la primera a la que llamaremos cuando necesitemos una cita.
Callie recogió sus cosas para encaminarse al ascensor, pero a mitad del pasillo se giró para tirar un beso al aire, haciendo reír a Antonio y Juliet. Posterior a eso se dispusieron a iniciar sus labores.
Antonio tenía un punto a favor, y era el hecho de que no podía vivir como una monja toda su vida, aunque ahora funcionaba a la perfección. Más adelante tendría que desprenderse de las capas de coberdia, y encontrar alguien especial que encajaría en su vida. Pero por ahora se había dispuesto en formar una carrera laboral.
Vivir en el medio oeste, podía ser divertido para alguien interesado en la naturaleza. Callie podía disfrutar de ello, pero desde pequeña creía con firmeza que podía lograr grandes cosas. Y por ello, desde que tuvo conciencia de lo que era el trabajo y dinero, ahorro todo lo que pudo. Tomando la gran ciudad como su gran oportunidad de transcender.
Se estaba volviendo una de las cabezas principales en Blackstone, subiendo escalón por escalón, con trabajo duro y mérito, y en muchas de las veces, superando a colegas con el doble de edad, y con ello el doble de experiencia. Y gracias a eso, hoy estaba más cerca de llegar a la cima.
Dentro de unas horas tendría que exponer varias propuestas, que servirían como una entrevista para la junta directiva. Tenía muchas campañas exitosas en su haber de respaldo, por lo que sabía que las cosas saldrían a favor de ella.
Quería mucho el cargo de Vicepresidenta, puesto que sabía que tomar un lugar como ese, cambiaría su vida por completo, siendo este su objetivo final.
Caminó en silencio hasta su oficina, cerrando la puerta al pasar y acortando la distancia hasta el asiento en su escritorio, dislumbro una caja con lo que parecía ser chocolates o galletas, al lado de la placa que llevaba su nombre: Callypso .
Callypso Evans era su nombre real, pero para ella, sonaba sin brillo y tal como la chica del medio oeste que era hace tan solo unos años. Sin embargo, Callie, encajaba más con su personalidad.
Sentía curiosidad por ver qué venía adentro de la caja, regalos como ese empezaron a llegar anónimamente a su escritorio desde hace varios meses atrás.
No entendía quien podía tomarse tipo de molestias, pocas personas sabían su nombre real, por lo que la lista se reducía considerablemente.
Hace semanas le había preguntado a Juliet y Antonio, pensando que quizá alguno de ellos lo hacía, pero en cambio se sorprendió al saber que tales objetos no habían pasado por el protocolo de seguridad, de lo contrario, Antonio hubiera estado enterado.
A su mente llegó la escena de Fred y sus frenéticas manos en su cuerpo, dicho pensamiento logro que se interrogara a si misma si era él responsable.
¿Por qué ahora? Después de tantos años. El hombre debía casarse en pocos días con la chica que la había engañado.
No tenía sentido, además aunque existiera la posibilidad, jamás regresaría con una persona como él.
J. A. M. Á. S.
Además, él fue el responsable de la ruptura de la relación. No ella.
Las cosas podían tener sentido, la empresa había pertenecido a la familia de Fred, justamente Myers Industries era la corporación con la que había iniciado a trabajar, pero tras algunos desbalances, habían decidido venderla a otra de las familias ricas y acomodadas: Los Blackstone.