El tiempo ha transcurrido de una manera inexplicable; Diversas cosas han cambiado en mi vida, pero, si les soy sincera, nunca me hubiera imaginado estos giros inesperados de la vida, que no son más que instantes que te dan grandes anécdotas para poder contárselas a nuestros amigos.
Si a la Daina del pasado le hubiera dicho lo que los últimos meses ha pasado en mi vida, estoy segura que no lo creería. Momentos hermosos iluminaron mis días, grandes retos me hicieron entender diversas etapas de mi vida y también horribles sucesos atormentaron algunas de mis tardes.
Si me pidieran describir mis últimos días en una frase, respondería: —No lo sé, en verdad, no lo sé. Sencillamente porque la vida fue y es tan cambiante que hice las paces conmigo misma, preferible no seguir pensando en el pasado y mucho menos en el futuro.
De un momento para acá solo dejé que mi vida fluyera y esa fue la mejor parte de mi historia. Escribía Daina en su libreta de apoyo emocional o lo que muchos llamarían diario.
La ciudad que ha acompañado en sus grandes aventuras a esta joven pastelera la sorprendía de vez en cuando. Hoy en particular su clima fue un cambio bastante drástico; un día lluvioso, lo que, para ella era su clima favorito, un aire ligero que refresca las mañanas, acompañado de una ligera llovizna que amenizaba su café matutino, con esto quien no estaría motivado a ir a trabajar en lo que más ama.
Daina se despidió de su padre con un beso en la frente, tomó su mandil y un paraguas, que por suerte encontró en su casa, ya que, no era algo normal que lloviera en su ciudad y procedió a dirigirse al negocio familiar.
La dueña de la pastelería que aunque lucía como una mujer dulce y sencilla, también era muy estricta y ordenada con su trabajo, siempre ha acostumbrado a ser muy rutinaria, cada día, se despertaba desde las 5 de la mañana para poder llegar a su pequeño y acogedor negocio.
La pastelería y panadería que heredó de su padre, llamada el suspiro, se convirtió en su trabajo de tiempo completo, al tener que hacerse cargo del negocio, puesto que su padre se encontraba muy enfermo para hacerlo.
En su día a día, ella horneaba y horneaba sin parar, logrando complacer a sus clientes con los mejores pasteles y panes de su ciudad. Sin embargo, su verdadera especialidad eran las deliciosas galletas de chispas de chocolate, conocidas por ser crujientes por fuera pero suaves por dentro, con un ingrediente de lo más especial y sobre todo secreto.
Doña Chabelita llegaba cada mañana a la pastelería para comprar sus galletas favoritas que acostumbraba regalar a sus nietos.
—Hola, buenos días Doña chabelita, ¿Que llevará hoy?, ¿lo mismo de siempre?. Le preguntó Daina.
—Sí, cariño la especialidad de la casa, por favor.
Inmediatamente, Daina dejó de prestar atención a Doña chabelita, su costumbre hizo que recogiera el dinero y lo pusiera en el mostrador, pero su mente no se encontraba en ese lugar, sus ojos estaban fijos y su mente pérdida, con la mirada dirigida a la entrada de la puerta de la pastelería.
Ese chico misterioso, que siempre iba a la pastelería se encontraba allí justo abriendo la puerta, el mismo chico que va a las 8:00 en punto cada mañana, que recoge su pedido e inmediatamente se retira del lugar.
<<Daina
Me pregunto: ¿qué es lo que lo hace regresar?, pero también ¿qué lo hace tan especial?, es su mirada hipnotizante que se caracteriza por tener unos hermosos ojos cafés o es su delicioso perfume que siempre al entrar penetra todo el edificio e incluso disfraza el olor de pan recién hecho.>>
Allí se encontraba ella, parada, paralizada con el corazón acelerado y de lo más nerviosa.
Aún así se atrevió a confrontar a ese chico misterioso, que por su acento parecía ser extranjero o tal vez, solo fingía, una de tantas cosas que le causaba una gran intriga a la joven pastelera.
—Hola, buenos días. Dijo el chico, prestando atención a cada uno de los movimientos que Daina realizaba.
La chica se perdió en sus ojos mirándolos directamente y su respiración delataba lo nerviosa que se encontraba.
—Hola. -Habló nuevamente con voz firme al no tener ninguna respuesta de la pastelera.-. ¿Me podrías dar la especialidad de la casa, por favor?.
Daina enseguida respondió amablemente con una sonrisa, estirando su mano para poder darle la famosa galleta y con suerte sus manos se tocarían como primer señal de coqueteo. Lastimosamente eso no sucedió, el chico misterioso le entregó el dinero y felizmente caminó hacia la salida de la pastelería.
Aún nerviosa llamó al sujeto mientras caminaba directamente hacia él, haciendo que el chico se quedará parado, perplejo. Puesto que nunca había tenido una interacción más allá de un pequeño saludo y la venta de la galleta.
—No te parece extraño que vengas aquí todas las mañanas a la misma hora y órdenes exactamente lo mismo, -una sola galleta- ¿qué hace tan especial una simple galleta de chispas de chocolate?, la cuál, sinceramente no sé si son lo suficientemente ricas, para hacer regresar a alguien como tú todos los días.
El joven simplemente se sonrojó y sonrió, encogiendo sus hombros en señal de estar halagado. Con vergüenza salió de la pastelería con una sonrisa de oreja a oreja.
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Editado: 08.11.2024