Dulces suspiros

Capítulo 31 De: Daina

Daina

Prométeme que lucharás por lo que quieres, sé que tu si serás valiente y lo lograrás. Es horrible que la realidad no haya cooperado, sé que lo intentaste y que te ilusionaste, en parte me siento culpable por haberte ilusionado, tal vez debí haber dejado esto en el pasado, tal vez no debí haberme enamorado, pero de lo que si estoy segura es que fue lo más bonito que me pasó en el momento, fue increíble, justo como siempre lo soñé, lamento que no podamos hacer nada para que continúemos juntos, realmente sentía en mi corazón que él era el indicado, ni para que negartelo aún lo siento, algo en mi corazón, llámalo presentimiento, ansiedad, ilusión o locura, pero si lo creo, hubo algo especial, perdóname, por favor, perdóname, pero ya no puedo, tengo miedo, no te lo voy a negar que fue hermoso todo el proceso, se despertó mi gran ilusión, añadió una esperanza la cual había perdido, la felicidad se comenzaba a acoplar y por fin supe que era la tranquilidad, si, tenía la inquietud pero una inquietud de emoción, me sentí como una niña chiquita que jugaba y disfrutaba su vida como ya no lo hacía, pero la realidad tenía que llegar a destruir con todas sus fuerzas este hermoso sueño, me despertó en la mejor parte  y me bajo de aquella nube de felicidad en la que me encontraba, no sé que más hacer, todo se complicó, en este punto solo te pido perdón por no ser lo suficiente valiente, sé que te mereces lo mejor y yo ya no te lo puedo dar, si me voy no dudes que lo intenté, aunque para la vida no haya sido suficiente, si lo intenté y me duele mucho que el destino, Dios o el universo no haya querido colaborar.

Prométeme que en otra vida si lo harás, prométeme que en otra vida si lo lograrás.

 

Al despertar, lo primero que vio fue un cuarto muy lujoso, de color rojo con luces amarillas, con un dolor de cabeza extremo, repetia, —Daina, ¿quien es Daina?. Su madre la Sra. Anne se encontraba a lado de ella tratando de tranquilizarla, diciéndole: —Hija, no sé de quien hablas, no conoces a ninguna Daina, tu eres Dayana, me recuerdas soy tu mamá.

Daina había perdido la memoria, no sabía quién era, ni dónde estaba, pero pronto lo iba a empezar a descubrir. 




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