Dulces y Narcisos

Capítulo XXIX: La Boda

Dulces y Narcisos

Adaptación por Alexa Bauder
Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea)
éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio

 

Capítulo XXIX

La Boda


 

Annie y Archie se encontraban en una tregua tácita en la que nadie tocaba el tema acerca de su relación, la cual, estaba clara solo era de amigos, y como tal, no había citas que parecieran románticas, solo charlas agradables. Comenzaron el hábito de verse en el trayecto del taller de arte y Candy Cakes, Archie la recogía en el auto y el tiempo restante se mantenían dentro. 

 

—¿Crees que en realidad Terry y Karen se casen? —Archie se encogió de hombros, pero al mismo tiempo, negó en una profunda exhalación. 

—No sabes lo que es su madre, pero él ha cambiado mucho.

—Yo solo espero que el esfuerzo de Candy valga el tiempo. 

—¿Quieres un final feliz? Cierto, eres de las chicas románticas que esperan eso. —Annie entrecerró los ojos, él continuó. — Toda una buena chica.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Annie, por favor. —evidenció lo obvio.

—¿Y tu eres el chico malo? 

—Depende en comparación con quien. Si hablas de Stear, definitivamente, sí. 

—Pero no todo es negro o blanco. Por ejemplo, Terry. 

 

Comentó Annie mientras alistaba su bolso para pronto salir del vehículo, su libreta de apuntes se deslizó junto a otros objetos personales al suelo del auto. Archie no pudo ayudarle, pero observó la impresión pegada al frente, se quedó helado. 

 

—¿Archie? Te pregunté si…

—¿De dónde sacaste eso?

 

La toma, tan bien lograda parecía haber sido escaneada, como fiel copia de la original.

 

—¿Cuál? —Annie buscó con la mirada a lo que se refería, Archie tomó el block, sacudiéndolo al aire.

—¡Esto!

—¡Oye, calma! Es solo una foto, ¿qué tiene?

 

Archie se tranquilizó solo un poco, observando mejor. Negó varias veces sintiendo que el roto corazón se le volvía a unir y con esto, cada pieza ardía. 

 

* * *

 

El viernes por la noche, cuando la duquesa hubiese salido a una cena importante, Lena tuvo la tranquilidad de tomar la propia con Terry, quien lucía mejorado y de excelente humor. 

 

—Mañana te casas. —afirmó Lena, midiendo su reacción, pero él asintió. Ella logró evitar un nudo en la garganta al tomar un sorbo de agua.

—Oh, vamos, Lena, ¿no creerás que haré caso a mi madre? 

—No, no es eso. —Tocada por la misma situación hace tantos años atrás, aleteó la palma para intentar que se olvidara del comentario.

—¿Te pusiste sentimental? No es una boda de verdad.

—¿No lo es? ¿Y todo esto? —señaló con la cabeza a los adornos florales previstos para mañana, los más grandes. Terry tomó su mano sobre el mantel.

—Es lo que mi madre ha querido, todo un circo. No me casaré con Karen Kleiss y ella lo sabe.

—Terry, esto es muy serio, ¿crees que tu madre se va a quedar de brazos cruzados? —ella misma negó. Suspiró. No, ni ella ni en ese entonces, su tía, habían desistido en sus cometidos.


 

Londres, aproximadamente catorce años atrás.

 

Aquella noche, Lena llegó presurosa a la mansión Grandchester, subió las escaleras hasta llegar a la habitación del pequeño Terrence; ahí lo encontró cubierto por la manta favorita y delirante llamando a su madre. Sus bracitos se movían a media luz, una lámpara de estrellas se mantenía prendida por su temor a la oscuridad, Lena no hizo más que llenar el hueco de su abrazo ante la ausencia de Ellen. 

 

Entre consuelos y besos, un joven Takarai anunció que ya habían llamado al doctor, pero debido a la tormenta, muchos caminos estaban cerrados, él mismo había dado el aviso a Eleanor, muy acertadamente, dado que no había comunicación con sus padres, quienes cumplían con diferentes compromisos a la vez. 

 

—Ya, ya, mi niño. Pronto estarás bien. ¿Qué te duele? —La joven apartó los mechones pegados en la frente de Terry, sus ojos, de no ser por el color, le recordaban tanto a Richard. Era él, cuando su carita se concentraba, era ella, cuando sonreía.

 

Terry negó, no sabía exactamente qué le dolía, pues su malestar era general. Todo comenzó por la tarde luego de que la duquesa a regañadientes lo hiciera regresar al interior de la casa al verlo mojarse bajo la lluvia. Habían tenido un disgusto ese día, pues, Richard lo observó empapado pasar delante de la puerta abierta de su despacho, detrás de su hijo, Ellen lo apresuraba a irse a tomar un baño. “Eres muy dura con él, es solo un niño que jugaba bajo el agua”, había recriminado a Ellen, más no había de quitarle autoridad de madre ante Terry. “El agua estaba helada, no iba a permitir que se mojara más, además. Ese no es el comportamiento adecuado, ¿acaso no tiene todo para jugar aquí adentro?”




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