Dulzura Destruida

CAPÍTULO 6

Por la noche se encontraba a punto de conciliar el sueño, justo antes de escribir en su diario las últimas anotaciones del día. Recostada boca abajo sobre la cama, eventualmente le echaba un vistazo al móvil, esperando que sonara con el nombre de Ricardo en la pantalla táctil, no había sido así. Cada vez que él no la llamaba o le enviaba un mensaje de texto para desearle buenas noches, sentía un vació inquietante en el estómago, que le ocasionaba malestar.

Se levantó de la cama y antes de ponerse el pijama, fue directo a la ventana que daba hacia un balcón, a cerrar las cortinas. Cuando tuvo entre las manos las dos esquinas de la tela, escuchó un ruido en el exterior, así que deslizó el cancel de aluminio y cristal, dando unos pasos adelante para terminar por descansar las palmas sobre el borde de la baranda de metal que le impedía alcanzar el vació. Agachó la mirada y se encontró con Ricardo acompañado de unos músicos, al verla él asomo una amplia sonrisa.

— Dulzura, esto es para ti —Ella sonrió sin poder evitarlo y en un santiamén apareció Carmen a su costado, poniéndole la mano sobre el hombro. Debajo se empezó a escuchar una melodía romántica entonada por el mismo Ricardo «Somos novios – Armando Manzanero», que la hacía suspirar a cada momento sin prestarle atención a la señora que la llamaba.

— Dulce, hija. No debes...

— Espera, Carmencita —elevó una mano con la palma extendida sin apartar los ojos del caballero ataviado con traje oscuro que yacía a unos cuantos metros de ella—. Déjame escucharlo, ¿No crees que canta hermoso? —lo aduló feliz. Carmen de igual modo sonrió al verlo. La segunda tenía conocimiento ya, de la relación que Dulce sostenía con Ricardo y a pesar de su propia oposición, no podía negarse a encubrirla.

Tiempo más adelante que la melodía cesó, Dulce bajó corriendo desde su recamara hasta el sitio exacto en donde se ubicaba Ricardo. Allí sin importarle nada lo abrazó y ambos se dieron un prolongado beso. Él la sostuvo por la cintura y ella se aferró a su cuello, devorando sus labios con frenesí.

Sus padres aun se encontraban ausentes, llegarían por la mañana, así que podía aprovechar con libertad la oportunidad de convivir con su novio como tal, sin temor a ser descubierta.

— Dulzura —se separó primero él. Mirándola a los ojos, y a los labios. Sin embargo, algo le decía a Dulce que él evitaba mirarla mucho a los ojos, desconocía el porqué. Pero no le daba la mínima relevancia. Todo en él, para ella, era perfecto—. Feliz cumpleaños bombón. No me cansaré de decirte que eres lo mejor que me ha pasado en la vida... Te quiero —Apenas estaban dando las doce de la noche, probablemente por eso Carmen intentaba insistirle en que no se viera con Ricardo al advertir que algunos otros empleados de la residencia ya habían notado lo sucedido y pendía de un hilo el que Álvaro Valencia se enterara.

— Gracias, Ricardo. Es el mejor cumpleaños que he tenido en mi vida. Yo también soy tan feliz de haberte conocido, te quiero muchísimo, que quisiera estar ya contigo por toda la eternidad —musito con ímpetu la jovencita. Ricardo endureció un poco las facciones.

— Hablando de estar siempre juntos, no me olvide de tu regalo —Ella miró a los lados y luego lo vio a él confundida. Ricardo dio un paso atrás y lentamente se inclinó ante ella enseñándole un objeto que llevaba entre las manos. Al verlo se vislumbró y sintió que el corazón se le paralizó—. Quiero que aceptes ser mi esposa, Dulce.

— Ricardo, no sé... Yo... —titubeó y sintió que las palabras se aprisionaron en su garganta. Añoraba estar con él por la eternidad, ¿Pero no era demasiado precipitada una proposición de matrimonio?, no podía creer que Ricardo la amara tanto para pedirle semejante cosa.

— No quieres, ¿verdad?... Tal vez sientes que no me amas lo suficiente... te entiendo —se irguió y asomo gestos llenos de melancolía, ella le acuno las mejillas entre sus delgadas manos.

— Claro que quiero, lo deseo tanto, Ricardo. Y por supuesto que te amo más que a mí, y estoy segura que lo que siento por ti no lo volveré a sentir por alguien más. Olvida lo que dije antes, acepto casarme contigo —admitió Dulce con lágrimas de felicidad deslizándose sobre sus mejillas. Él volvió a besarla.

— Gracias, dulzura. Yo también siento lo mismo por ti, por eso no puedo esperar más para compartir mi felicidad contigo amor. Para toda la vida... Quiero que nos casemos una vez que concluyas la preparatoria, hablaré con tu padre y nos iremos de aquí —resolvió decidido.

— ¿Irnos? —inquirió ella, sin poder digerir del todo tanta inesperada información—. ¿Estás diciendo que nos iremos de México?, pero... ¿Y mis estudios?

— Dulce, yo como te lo he dicho muchas veces... te quiero. Y he decidido pedirte matrimonio, porque voy a irme de la ciudad, me mudaré a vivir al sureste. Tengo planes allá, que hasta ahora se han resuelto, así que... aunque me duela decirlo, me temo que si no aceptas irte conmigo. No podremos seguir juntos cumpliendo nuestros sueños, porque mi destino es en otra parte y espero que si me amas con la intensidad que creo que lo haces, aceptes seguirme a donde vaya —Un golpe certero al corazón, una daga afilada que perforó sus ilusiones. Así sintió Dulce las palabras de Ricardo. Una encrucijada, donde el sentimiento más fuerte sería el que predominaría y ya lo había escogido sin meditarlo tanto.

— Me iré contigo, entonces Ricardo. Te seguiré de ser necesario, hasta el fin del mundo — Ricardo sonrió gozoso.

Después de llevar a Dulce a su mundo, a ese donde él era dueño y señor, ya nada podría cambiar el destino que le deparaba a su lado. Más adelante de obtenido su mayor cometido, deshacerse de ella sería sencillo. Así como lo fue para Álvaro, desterrar de su camino más de un alma, ante su incesante ambición. Esa misma que ahora tenía a su hija, al borde del precipicio, condenada a pagar los errores de su padre.



#49424 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

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