Dulzura Destruida

CAPÍTULO 31

Luego de descargar toda su ira contra la pared, Daniel se sosegó un poco y subió las escaleras con rumbo a la habitación de hotel donde se hospedaba Dulce, esta vez su madre también. Al estar frente a la puerta tomo una bocanada de aire e intentó pensar algo que le pudiera ser útil para lograr que ella olvidara lo ocurrido hasta hace algunos minutos.

Apretó los párpados con fuerza, sacudió la cabeza y con sus nudillos dio tres golpes a la puerta. Fue paciente mientras recargaba una de sus palmas a la pared al costado. Justo cuando iba a dar el cuarto golpecito, la puerta se abrió y una dama ataviada con un vestido largo y casual lo recibió con una sonrisa. De inmediato se le encendieron las ideas.

- Dani, hijo. Pasa -lo saludo Janet al verlo aparecer. Él correspondió al gesto siguiendo tras ella-. Dulce acaba de entrar al dormitorio a hacerle compañía al niño. Le da pendiente dejarlo solo, tu sabes lo preocupada que estaba la pobrecilla de mi hija.

- Claro, Janet. Lo sé -expresó con demasiada familiaridad. El tiempo que habían convivido, les había sido de utilidad para llevarse bien. Para que la familia Valencia lo considerara uno más de ellos-. Ella estaba muy preocupada, en parte por mi culpa -La mujer elevo ambas cejas sorprendida. Daniel supo que no estaba enterada aun de la situación. Le pareció lo ideal.

- Pero, Dani. Nada de esto es tu culpa, son azares del destino. Por desgracia, claro -frunció el ceño en un mohín de disgusto-. Por qué bien sabes que mi hija jamás deseo que ese hombre apareciera. Lo lamentable es que parece que Camilo le ha tomado mucho afecto. Ya le dije a Dulce que estuvo mal que le permitiera a Ricardo convivir con el niño. No debió, al contrario, debió haberle reclamado, debió haberle hecho entender que no se merecía el amor de Camilo.

- Tú sabes que Ricardo fue mi amigo, pero desde que supe todo el daño que le hizo a Dulce. No fui capaz de tolerarlo. Tal vez en parte yo fui cómplice, pero al conocerla, supe que ella no se merecía semejante mal. Y pues... yo te apoyo Janet. Ricardo no es buena influencia para el niño, siento que habiendo odiado tanto a Álvaro, e incluso quizás aún lo odie, no es justo para Camilo crecer a su lado.

Daniel con sutileza empezó a introducir argumentos en contra de Ricardo. Sabía que si ya no tenía la apatía de Dulce, tal vez con la ayuda de Janet podría volver a obtenerla. Estaba dispuesto a jugarse el todo por el todo. De ser posible su última carta; la de la dignidad.

- No Daniel. ¿Quién ha dicho que mi nieto crecerá a lado de ese hombre? -se llevó una mano al pecho en señal de sorpresa.

- Me apena mucho decir esto, Janet. Pero creo que Dulce piensa perdonar a Ricardo y volver con él. Ella ha roto nuestro compromiso, por él, por su culpa. Por haberla manipulado como lo ha estado haciendo -soltó bajando el rostro hasta su regazo, con fingida indignación.

- ¿Qué has dicho, Daniel? -Janet había estado cómodamente sentada sobre uno de los sillones en la sala de estar, pero al escucharlo se puso en pie con una postura en jarras mientras sus ojos avellanas no sabían ni a donde mirar-. Eso no puede ser posible, Dulce debe haberse vuelto loca al aceptar de nuevo a ese hombre. No, me niego a aceptar que mi hija destruya su felicidad. Ese hombre fue un desgraciado con ella, la trato con bajeza, lo más vil que pudo. Ella no debe perdonarlo... de ser así... ¿Dónde quedará su dignidad? -lo miró con rostro interrogante.

Daniel sonrió en sus adentros, la guerra en contra de Ricardo por el amor de Dulce comenzó y él tenía un as bajo su manga. Debía actuar, recuperar la empatía que Dulce tenía con él, antes que Ricardo apareciera de nuevo en escena.

Estuvo charlando con Janet más acerca de lo mismo, la madre de Dulce continuó indignada ante tal revelación que por supuesto no era verídica. Si bien, Dulce había aceptado amar a Ricardo, aún estaba titubeante de abordar algún tema amoroso con él. Recordaba que había sido tajante, que había decidido no volver a sus brazos. Aunque reconociera que en el fondo era lo que más deseaba.

Mientras se acurrucaba junto a Camilo al verlo mover ligeramente los parpados, rememoró a Ricardo. La mirada que le había brindado en las escaleras, ese rostro interrogante, anhelante de saber si se encontraba bien. La verdad es que no lo estaba, sentía temor, algo en su interior ya estaba desequilibrado. Las facciones endurecidas de Daniel, la forma en que sus manos la sostuvieron con fuerza, le provocaba escalofríos.

Lejos de hacerle un bien, le hizo mucho daño. Presionó con fuerza los labios y los ojos, se sentía culpable. Culpable de haber ilusionado a un buen hombre como Daniel, haber hecho que se enamorara y ese amor se estuviera convirtiendo en una obsesión. En parte también se sentía cruel al haber destruido una amistad. Si tan solo hubiese pensado con más claridad en aquel entonces, si tan solo su rencor hacia Ricardo se hubiera minimizado gracias a Camilo. Lagrimeo al sentirse abatida.

Un claro de luz de pronto se asomó por la puerta. Detrás de esta una silueta muy conocida desde hace varios años. Su madre era no muy alta, así como ella. Inconfundible con esa delgada figura. Menuda pareciendo frágil.

- Dulce, hija. ¿Estás despierta? -susurro despacito. Con la misma calma empujó la puerta hacia adelante para adentrarse a pasos de gato sigiloso sobre la alfombra.

- Si mamá. Camilo está bien dormido, salgamos a la sala. No quiero despertarlo -con cautela fue alejándose del niño para ponerse en pie y seguir tras de su madre que se le adelantó.

- Ay Dulce, necesito que me expliques... ¿Por qué cancelaste tu compromiso con Daniel? -le reclamó una vez que estuvieron erguidas sobre el centro de la habitación del hotel.

- No puedo creer que Daniel haya venido a quejarse contigo. A decirte cuestiones personales -sacudió la cabeza en gesto de negación, pero también de disgusto.



#49420 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

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