Con esa idea en mente tomé las cosas que creí que serían necesarias para la ocasión.
¿Cuánto tiempo podría demorarme? Con suerte estaría de vuelta en cada en menos de lo que pensaba. Al fin y al cabo ninguno de los dos soportaba la compañía del otro.
Y por más que eso fuese un hecho, tristemente tendríamos que aprender a convivir el uno con el otro. No teníamos alternativa.
Me quedé parada en el marco de mi puerta y observe en silencio el interior vacío de mi apartamento.
La mayoría de mis recuerdos estaban empaquetados en cajas de cartón, listas para comenzar una nueva aventura.
Era una lástima que yo no estuviese entusiasmada al respecto. Me había acostumbrado a la monotonía de mi rutina, a vivir sola bajo mis propias reglas.
Sin embargo esto no era lo peor. Lo que me hacía pensar dos veces si esto era realmente una buena idea era el hecho de tener que convivir con Lewis. Me había costado horrores dejarlo atrás y no sabía que efectos contraproducentes para mi psiquis podría haber al pasar tiempo con él.
Suspiré y conté hasta diez en mi interior antes de salir de allí para bajar las escaleras.
Al llegar abajo pude ver desde el lobby que su auto estaba estacionado frente a mí. La puerta del acompañante abierta esperando a que entrara.
El Lewis de antes habría hecho eso y además se hubiese permanecido al lado de ella para asegurarse que yo llegara sana y salva a destino.
— ¿Saldrá señorita?—pregunto Jack al verme parada frente a la gran puerta de cristal.
Al parecer mi indecisión era tan grande que le hizo preocuparse por mí.
Jack era el portero del edificio y lo conocía desde el primer día en que puse un pie allí por lo que él me conoce prácticamente desde que era una pobre ilusa que creía que podía comerse el mundo.
Sorpresa, sorpresa, nunca pude hacerlo y me sentí realmente devastada cuando me di cuenta de eso. Afortunadamente tenía a Jack a mi lado quien no tuvo ningún problema en ser mi confidente y consejero.
Una de las tantas tardes que compartíamos en las que yo le servía de compañía y él era el hombro en el que me echaba a llorar me confesó que me conocía de pequeña ya que mi padre y él eran muy buenos amigos y que habían sido nuestros vecinos, cosa que yo no recuerdo, en nuestro antiguo vecindario.
Jack era sin dudas la única persona de confianza que tenía en ese edificio.
—Si, espero no tardar—dije de mala gana—Sabes lo mucho que odio postergar mi maratón de series—solté una pequeña carcajada.
—Recuerde que tenemos nuestra reunión semanal el viernes a la noche para discutir lo sucedido esta semana.
Hacia unas semanas habíamos empezado a ver la serie "Peaky Blinders" y nuestro fanatismo había ido incrementándose con casa capitulo que veíamos.
—Por supuesto, ya está anotado en mi agenda—le guiñé un ojo.
Meneó si cabeza divertido pero esto no duró demasiado ya que en cuestión de segundos y como por arte de magia su expresión. Se tornó sombría.
— ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntarle algo?
—Lo que quieras— contesté en un tono alegre—Sabes que entre nosotros no hay secretos no barreras.
Y lo decía en serio. No tenía ningún problema en que él se sacara cualquier duda que tuviese.
— ¿Es mi impresión o no le simpatiza su acompañante?
Negué con la cabeza.
—Diste en el clavo. No, no me simpatiza, sin embargo y desafortunadamente a partir de la semana que viene y por circunstancias de la vida, bastante trágicas si puedo decir, lo veré más seguido de lo que me gustaría. Desearía no hacerlo pero no me queda alternativa— bufé resignada, siendo incapaz de ocultar lo molesta que me sentía.
—Es por el bien de esa pequeña—respondió y se acercó hacia mí con sus brazos abiertos para poder abrazarme—De todas maneras será raro no verla por aquí.
—Trataré de pasar a visitarte lo más que pueda— le aseguré—Siempre tendré tiempo libre para ti.
—Estoy seguro que es así— sentenció antes de quedarse en silencio.
Los dos sabíamos lo que eso significaba. Jack no era una persona muy adepta a las despedidas y yo no era la excepción a la regla.
No era por creerme importante pero yo era la única en este lugar que lo trataba como una persona más y no como un simple botones.
Nuestro vínculo era realmente especial y de verdad lo echaría de menos.
Fuera Lewis comenzó a tocar la bocina de manera insistente.
Solté a Jack.
—Creo que debo irme—refunfuñé.
—Buena suerte señorita— Jack me saludó bajando la víscera de su gorra y sabía que no hacia eso por educación. Lo hacía para ocultar las lágrimas que habían aparecido en sus ojos.
Si, definitivamente esto sería más difícil de lo que esperaba.
—Gracias— respondí con un dejo de voz.
Me di media vuelta y caminé hacia el exterior del edificio.
Arrojé mi bolso al interior del auto y me subí a él sin molestarme en saludar o mirar a Lewis.
Demás estaba decir que el viaje hasta el lugar misterioso al que él me quería llevar fue más incómodo de lo normal en especial porque ninguno de los dos abrió la boca en el camino.
Aparcó el auto frente a un café luego de haber conducido por veinte minutos.
Nos bajamos y mis ojos no podían creer lo que veía. Si existía algo que había cambiado en la vida de Lewis sin duda era su poder adquisitivo teniendo en cuenta que cuando nosotros éramos una pareja jamás me había traído a un lugar así.
El café que estaba frente a nosotros lucia realmente exclusivo, más de lo que esperaba y sinceramente debo decir que no era de mi agrado. A diferencia de él que al parecer estaba acostumbrado a llevar un estilo de vida diferente del mío y venir seguido a lugares así, yo prefería por otro lado algo más clásico.
La verdad es que no me sorprendería si cuando entráramos le preguntaran si le daban la misma mesa de siempre.