Noté como su respiración se aceleraba , sus mejillas comenzaron a tomar un color rojizo al igual que la punta de su perfilada nariz. Dirigió su mano al centro de su pecho y parecía preguntarse: ¿qué me ocurre? mientras parpadeaba de manera involuntaria debido a lo excitada que estaba.
La seguía mirando a los ojos con una triunfante sonrisa, sabía que mis poderes estaban haciendo efecto en ella
-Vengo a predicar la palabra de Dios ¿me permite pasar?, quisiera compartir algunos pasajes de la biblia con usted-
Fui arriesgado al tomar aquella "táctica", para ella soy un desconocido, además no traía biblia, sin embargo confiaba en que iba dejarse llevar por sus bajos instintos. Antes que me diera una respuesta, le apliqué otra fuerte dosis de lujuria, la cual hizo que emitiera un excitante jadeo.
-Disculpe n... no se que me ocurre, ¿puede volver mañana? ahora no se encuentra mi esposo, no sería correcto dejarlo ingresar- me respondió para luego echarle un ojo a mi torso e ir bajando la mirada hacia mi pelvis. Rebeca estaba quitándome la ropa con los ojos, mi cuerpo atlético jugaba a mi favor, debe ser de esas mujeres que les gusta los hombres con músculos bien formados.
Me deseaba tanto, que no tomo en cuenta dos puntos importantes. El primero es que mencioné su nombre y nunca nos hemos visto, el segundo fue la información que me estaba proporcionando acerca de su pareja. Ahora sé que se encontraba sola en casa y que hoy debía cumplir mi misión, si es que no quería que se complicara.
-Disculpe si persisto, pero la palabra de Dios no puede esper...
-Es está bien, pase por favor- interrumpió mi mensaje, para luego abrir por completo la puerta y dejarme acceder al interior de su hogar.
Ingresé a su casa, luego cerró la entrada con fuerza, estaba nerviosa, sin duda cada vez tenía más deseos de pecar. Se quedó parada unos segundos, parecía debatir consigo misma, no decidía si pedirme que me vaya o dejarse llevar por el desenfrenado apetito sexual que había instalado en ella. Pude observar sus hermosas y redondas nalgas que encajaba perfectamente con sus bien trabajadas piernas. Esta mujer adora el gym.
Se dirigió a la cocina para tomar un poco de agua y así poder calmar el incendio que había instalado dentro de ella , no sin antes pedirme que me sentara en uno de los cómodos muebles que se encontraban en la sala. Regresó casi al minuto, y se sentó al frente mío, una pequeña mesa nos separaba.
-me llamo Dyland vengo de un lejano lugar para expandir la palabra del verdadero dios- sonreí triunfantemente
-¿el verdadero dios?- preguntó mientras miraba mi entrepierna. En su mente, Rebeca pedía sexo a gritos , de hecho ponía muy poca atención a lo que le decía
-¡Así es!, el verdadero- le respondí mientras hacía a un lado la pequeña mesa para poder acercarme a ella y susurrarle al oído: sé que lo quieres conocer
Pude sentir como aquel susurro estremeció cada parte de su cuerpo. Rebeca inhalo aire exitadamente y pegó su rostro al mío, alzó su mano y la colocó en mi hombro.
-s.. si quiero conocerlo- su respuesta hizo que tenga una ereccion
Aparté mi rostro del suyo, retrocedi un par de pasos y comencé a desabotonarme la camisa mientras la observaba con mis ojos verdes. Fijó su mirada en mis abdominales bien definidos, para luego morderse el labio. La invité a que me quitara la camisa, ella se puso de pie y lo hizo
-¡oh por dios¡ - exclamó al ver mi torso desnudo. No había duda que la había cautivado con mi esbelto y musculoso cuerpo
-¿Donde queda tu habitación? ¿me la enseñas? - le pregunté con total seguridad y confianza, sabía que esta mujer ya era mía y su alma también.
Me tomó de la mano y me llevo a pasos acelerados a su cuarto. Ingresamos, cerró la puerta y poseída por el desenfreno me besó a pasionadamente los labios, respondí a sus besos con la misma intensidad, quería enseñarle a esta humana lo que es el verdadero placer.
La tumbe a la cama y le quite el sujetador deportivo que usaba como sosten. Sus pezones estaban erectos y firmes, tomó con sus manos mi cabeza y la impulso hacías sus senos, comencé a mordisquear y lamer la punta de ese par de bellas montañas.
Rebeca comenzó a gemir, mientras recorría su cuello y pecho con mis labios. De pronto para nuestra mala suerte alguien abrió la puerta principal de la casa.
-¡Amor llegué temprano! - grito un tipo
-¡mi marido! - exclamó Rebeca, mientras me miraba asustada a los ojos.
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