Los tonos de su voz son elevados. Es claro que se encuentra alterada y no es para menos, me escabullí de la cama y de su lado en medio de la madrugada. Elsa no ha dejado de golpearme el tímpano con sus muchos reclamos, pero no puedo detenerme a escucharla por más tiempo. El médico sale al pasillo de espera y me indica, allí mismo, que le siga.
—Escucha, hablaremos con más calma en cuanto llegue a casa. Por ahora debo irme —pronuncio acotando de una sus continuas reprimendas y aunque sé que esto no hará otra cosa que causarme mayores problemas. Corto la llamada y sigo al doctor mientras guardo el teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón. Le sigo los pasos con premura e ingreso junto a éste al pabellón de internamiento.
—Muy bien, dice aquí que es usted el señor…Henry.
—Así es —respondo de inmediato.
El médico se mantiene con la vista puesta sobre los documentos que sostiene entre las manos. Da vuelta a la página y permanece leyendo hasta que alza la mirada y extiende la mano girando el pomo de la puerta que se abre frente a ambos.
—¿Es usted familiar de la joven?
—Soy su profesor.
—Comprendo —responde éste ingresando a la habitación.
Permanezco sobre los pasos del médico y deteniéndome frente a él, del otro lado de la camilla, observo la palidez en el rostro de Allison. Todavía se encuentra privada de su conciencia, justo igual como la encontré. Tendida sobre un desorden de harapos sucios, desnuda y con el cuerpo de Louis sobre ella. Cobrándose aquel, de seguro, todo lo consumido por esta insensata.
En cuanto me vio irrumpir a la fuerza, dentro de la pieza que fungía como guarida. Aquella rata asquerosa no hizo más que comportarse como lo que es, un cobarde. Se escabulló por los ventanales, así mismo como se encontraba, como Dios lo trajo al mundo. Tan sólo se aseguró de llevar consigo su maletín, cubriendo de esta forma cualquier evidencia en contra suya, al igual que su desvergüenza.
Ni siquiera me molesté en darle cacería. Me apresuré a tomar el cuerpo desgonzado de Allison, lo envolví con uno de aquellos tristes harapos, la cargué entre mis brazos y la introduje de inmediato en el auto.
—Dice aquí que fue usted quien la trajo al hospital.
—Así es, doctor, me aseguré de llegar lo más pronto posible.
—Pues hizo usted muy bien. Una hora más y esta joven no lo habría logrado. Tuvimos que hacerle un lavado estomacal, tenía todo un coctel de sustancias dentro de ella.
Mis dientes se estremecen con furia. De sólo pensar tener en frente al desgraciado ese…
—¿Sabe cuánto tiempo más tardará en despertar?
—Bueno, de hecho, ella ya despertó.
—¿Cómo? —Reacciono mostrando así mi asombro frente a éste. O, más bien, mi descontento, diría yo—. Y por qué no se me informó de inmediato —reclamo elevando la molestia de mi voz sobre el inmutable semblante que demuestra el médico.
—No tiene usted la tutela de la joven, ni siquiera es su familiar —contesta manteniendo la postura frente a mí—. Me encontraba en espera de que alguien viniese a preguntar por ella. Pensé que habían sido las autoridades quienes la trajeron a la institución médica. Por su condición de calle, bueno…usted ya sabe. Muchas veces nadie reclama a esta clase de personas.
—¿A esta clase de personas?
—Si, señor, así como lo oye —pronuncia el médico con firmeza—. A este tipo de personas. No sabe la cantidad de ingresos que recibimos a diario de casos como este. Los que egresan, lo más seguro es que muy pronto vuelvan a lo mismo y los veamos de nuevo por aquí, en la misma condición. Muchos otros lamentablemente hacen su entrada para nunca más salir de este lugar, no con vida. Su amiga tuvo mucha suerte.
Mi mirada se retrae por un segundo.
—Ella no es mi amiga. Como ya se lo indiqué, hace un momento, yo soy su profesor. —Y pronuncio esto estrellando la certeza de mis palabras en contra de este tipo. Si piensa que por ser Allison “esa clase de persona”, así como él lo dice. Si cree que ella está sola, pues está muy equivocado.
—Oiga, no se ponga a la defensiva —Me indica el mismo y elevando ambas manos frente a la seriedad de mi rostro, sonríe—. Yo no soy el enemigo aquí. Yo estoy de su lado, señor Henry. Como ya lo indiqué en un principio, no estaba al tanto del modo de ingreso de esta paciente. En cuanto supe de su presencia en la sala de espera salí a buscarlo.
Mis pulmones se llenan de aire en busca de algo de serenidad y enfocándome en lo único que importa, por ahora, hago caso omiso a todo lo anterior dicho por este sujeto.
—Dice usted que ella ya despertó, ¿no es así? ¿Por qué duerme, entonces, de esa forma tan profunda? ¿Está todo bien? ¿Saldrá ella bien de su estado? ¿Ya está fuera de peligro?
—Si —pronuncia el médico con simpleza—, no se preocupe. Ella se encuentra fuera de todo peligro. No hay nada por hacer más que esperar a que despierte de nuevo. Estaba un poco alterada y no hacía otra cosa que preguntar por Maddie; así que la pusimos a dormir un rato más. Pero pronto despertará.
—¿Maddie? —Pronuncio envuelto en tonos de intriga.
—Así es —contesta el médico—. Pensé que era algún familiar, por eso me encontraba en espera de que la viniesen a buscar. ¿Sabe usted a quién se refiere ella?