Eclipse Inmortal 1 - La Caja

5. Reunión

Desde su salida de Diapolis estuvo acompañada por una sensación que tiraba de ella hacia España. Junto a Orión recorrió Madrid y Mallorca sin mucho éxito. Sus perros de caza enfermaron a mitad de viaje y se vio obligada a enviarlos de vuelta a Diapolis, por lo que tener al semidiós a su lado supuso un consuelo más grande de lo que jamás admitiría en voz alta.

Por fin, su corazonada la guio hasta Barcelona y tan sólo llegar a la ciudad la sensación se hizo más intensa. Acabaron en una escuela merope donde Orión encontró fuertes rastros de la presencia de Febo, y algo más lejos ante una vieja iglesia en un callejón donde se toparon con signos de un enfrentamiento reciente.   

En aquel momento algo se apoderó de Diana, quien sin notarlo comenzó a correr como si sus piernas se movieran solas. Atravesó calles llenas de negocios y personas que no eran más que borrones. A su espalda Orión le gritaba algo, pero ella no escuchaba; sólo tenía oídos para el llamado que estaba segura la llevaría de vuelta a su gemelo.

Cruzó una esquina hacia un área que parecía olvidada por el tiempo y ahí estaba él. Vivo, a salvo, con el cabello rubio más largo de lo usual y vestido con ropas de merope.

Lo primero que Diana sintió al verlo fue un alivio y felicidad tremendas. Tenerlo otra vez cara a cara, poder sostenerlo entre sus brazos, sentir la calidez que irradiaba, descargó una oleada de calma a través de su cuerpo, como si cada músculo se hubiese relajado después de haber estado tenso todo este tiempo.

Pasado este sentimiento inicial, recordó cuán cabreada estaba.

—¡Imbécil!—le espetó sintiendo la sangre hervirle al verlo tan tranquilo—¿Tienes idea de lo preocupada que he estado? Sin saber si estabas en peligro o… muerto.

Alex se llevó una mano al costado con una expresión de dolor antes de mirarla con los ojos abiertos como platos.

—¿Por qué ha sido eso?

—Como si no lo supieras, bastardo—le espetó Diana. Lo habría golpeado de nuevo de no ser porque Orión intervino.

—Hey, dulzura, vamos a calmarnos—dijo sujetándola por la espalda—. ¿Acabas de encontrarlo y ya lo quieres matar?

Diana se quedó quieta y asintió.

—Lo lamento, perdí la compostura—dijo más calmada.

—Nos dimos cuenta. Ahora, ¿podemos hablar como personas civilizadas?

—Como sea—contestó ella. Apuntó a Alex con un dedo—. ¿Dónde demonios has estado? ¿Y por qué no he oído nada de ti en más de un mes?

Su gemelo se puso de pie palpándose la nariz con una mano. Había algo en él que parecía diferente, pero no pudo descifrar qué era.

—Disculpa, pero no se dé qué hablas—dijo, mirándola como a un desconocido—. ¿Quién eres?

—No juegues conmigo, o tu nariz será tu última preocupación.

—No estoy jugando. ¡En serio no te conozco!—insistió él, su labio inferior temblaba delatando su nerviosismo. Que actuara de forma tan extraña estaba haciendo que Diana se impacientara en serio.

En ese momento apareció alguien desde adentro de la mansión, una chica pelirroja en ropas oscuras que apenas reparó en Diana y Orión se interpuso entre ellos y Alex desenfundando su espada.

—Alex, ¿estás bien?—preguntó la recién llegada, consternada. Alzó su arma en dirección a los otros dos con una mirada fiera, pero de pronto vaciló—. ¿Artemis y…? ¿Qué hacen aquí?

Diana arqueó una ceja.

—Me parece una falta de cortesía que nos conozcas y nosotros no a ti—expuso llevando una mano de forma discreta al mango del puñal que ocultaba en la espalda—. Así que dime, ¿quién eres?

—Soy Dafne, hija del dios río Peneo, fiel servidora de La Resistencia—se presentó la chica con una leve reverencia, bajando el arma.

—Una ninfa de la Resistencia, sea lo que sea eso... Ya. —se limitó a decir Diana—. ¿Y podría saber por qué estás en compañía de mi hermano?

La ninfa guardó la espada de regreso en la vaina.

—Soy su protectora, mi señora.

—¿Mi señora?—intervino Alex mirando extrañado a la ninfa. —¿Sabes quién es esta loca?

—¡Alex, no es ninguna loca!—exclamó Dafne luciendo genuinamente alarmada—. Es tu hermana, la diosa Diana, en el pasado conocida como Artemis.

Alex estudió a Diana de pies a cabeza.

—Así que ahora tengo una hermana—susurró, pero Diana alcanzó a escucharlo. Su escepticismo era más que obvio.

—No ahora, siempre—apuntó Dafne también en voz baja—. Una gemela siendo exactos.  

Diana observó el intercambio sin saber qué pensar. No estaba segura de si se trataba de una broma de mal gusto o había algo que se estaba perdiendo.

—¿Qué especie de circo es este?—demandó saber.

—Mi señora, puedo explicar la situación—dijo la ninfa en tono conciliador—. Pero primero debemos entrar a la casa. No es seguro aquí afuera.

Diana estudió a la otra chica, recelosa. Luego miró a Alex que parecía incómodo, nervioso y distante. ¿Por qué seguía diciendo que no la conocía? ¿Y desde cuándo necesitaba a alguien que lo protegiera? Aquella situación pintaba algo que no le gustaba.



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En el texto hay: mitologia, escape, romance

Editado: 31.03.2021

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