El día siguiente amaneció gris, las nubes pesadas colgaban en el cielo como un recordatorio del peso que Mauro sentía en su pecho. La conexión con Elena había sido intensa, un faro en la oscuridad de su vida, pero también había despertado recuerdos que preferiría haber dejado atrás. Se encontraba en su pequeño apartamento, la luz que se filtraba por la ventana apenas iluminaba el desorden que lo rodeaba: botellas vacías, papeles desordenados y una foto de su hermana que siempre había ocupado un lugar especial en su mesa. La imagen, un recuerdo de tiempos más felices, lo miraba desde el marco de madera desgastado.
Con un profundo suspiro, Mauro se acercó a la ventana y miró hacia la calle. La ciudad, con su bullicio constante, parecía ignorar su dolor. Se pasó la mano por el cabello, sintiendo la presión de la búsqueda que había estado llevando a cabo desde la desaparición de su hermana. Cada día sin respuestas era una nueva herida que se abría en su alma, como un eco de la angustia que lo atormentaba. Las calles estaban llenas de vida, pero él se sentía como un extraño, un espectador de un mundo que seguía adelante sin él.
Decidido a cambiar esa atmósfera opresiva, Mauro se vistió y salió de su apartamento. Su mente aún estaba llena de imágenes de la noche anterior: las risas de Elena, la forma en que su cabello caía en ondas suaves sobre su rostro, la calidez de su risa. Pero, a medida que avanzaba por las calles, esas memorias se desvanecieron rápidamente, siendo reemplazadas por la angustia que sentía por su hermana.
Su teléfono vibró en el bolsillo, rompiendo el silencio ensordecedor de su pensamiento. Era un mensaje de Lucas, su amigo de la infancia.
—“Mauro, tengo noticias sobre el accidente de tu hermana. ¿Podemos hablar?”
El corazón de Mauro dio un vuelco. Sabía que Lucas había estado investigando por su cuenta y, aunque estaba agradecido por su apoyo, la idea de enfrentar más verdades sobre lo que había sucedido lo llenaba de temor.
—“Sí, claro. ¿Dónde?” respondió, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él.
—“En el café de siempre. Te espero.”
Mauro se dirigió al café, su mente en un torbellino. Las preguntas sobre su hermana se apoderaban de él, cada una más angustiante que la anterior. ¿Qué había sucedido realmente? ¿Por qué había desaparecido sin dejar rastro? La culpa lo consumía, preguntándose si habría podido hacer más para protegerla.
Al llegar al café, se encontró con Lucas ya sentado en una mesa. Su amigo parecía preocupado; su expresión grave le hizo sentir un escalofrío recorrer la espalda.
—Hola, Mauro —saludó Lucas, levantando la vista de la taza de café que había estado revolviendo—. Gracias por venir.
—¿Qué has encontrado? —preguntó Mauro, sin poder contener la urgencia en su voz.
Lucas tomó un trago de su bebida, como si intentara reunir valor.
—He estado hablando con algunas personas que estaban cerca de la escena del accidente... y hay cosas que no cuadran.
Mauro sintió que el corazón le latía más rápido.
—¿Qué quieres decir con que no cuadran?
—Algunos testigos afirman que la forma en que ocurrió el accidente fue extraña. Parece que hubo otros coches involucrados, y no solo fue un simple despiste.
—¿Otros coches? —repetía Mauro, asimilando la información. —¿Por qué no se mencionó esto antes?
—Eso es lo que me preocupa. Nadie está hablando, como si hubiera algo que proteger.
Mauro sintió abrumarse por la angustia. La sensación de que su hermana había estado en una situación peligrosa se hacía más real.
—¿Y por qué no me dijiste esto antes? —insistió, la frustración brotando de sus labios—. Necesito saber más. ¿Tienes alguna pista sobre quiénes eran?
Lucas dudó un momento antes de responder.
—He estado tratando de localizar a un par de personas que estaban en la zona, pero no ha sido fácil. Sin embargo, creo que deberías estar preparado para lo que encuentres.
—Lucas, por favor —Mauro apretó los puños, sintiendo que la ira y la impotencia lo consumían—. Tengo que saber la verdad. Si hay algo más, si hay algo que no me estás diciendo, necesito que me lo digas.
Lucas lo miró con seriedad.
—He encontrado algo más... —dijo al fin, su voz un susurro—. Alguien mencionó que tu hermana pudo haber estado en una situación peligrosa antes del accidente. No estoy seguro de los detalles, pero creo que podría haber habido alguien persiguiéndola.
El corazón de Mauro se detuvo un momento. La desesperación lo invadió.
—¿Qué? ¿Alguien persiguiéndola? ¿Por qué no me dijiste eso antes?
—Lo acabo de saber. Quería asegurarme de que no fuera solo un rumor antes de decirte algo tan serio. Pero ahora que lo sé, creo que deberías tener cuidado. Si hay algo oscuro detrás de esto, podrías estar metiéndote en problemas.
Mauro sintió un nudo en el estómago. La búsqueda de su hermana se volvía más peligrosa, y no podía quedarse de brazos cruzados.
—No puedo seguir así, Lucas. Necesito respuestas.
Lucas lo miró con comprensión.