Ecos: Susurros en la oscuridad

1: Los olvidados

En los profundos túneles del subte de Buenos Aires, donde la luz artificial apenas disipa las sombras y los ecos de trenes resonando a lo lejos parecen susurros olvidados, existe una leyenda aterradora que pocos se atreven a mencionar.

Todo comenzó a fines de la década de 1940, cuando el subte ya se había convertido en el medio de transporte más importante para los porteños. La Línea A, la más antigua, llevaba décadas en funcionamiento, y con el crecimiento acelerado de la ciudad, otras líneas comenzaban a expandirse para llegar a más barrios. La construcción de los túneles se hacía a un ritmo frenético, con cientos de obreros trabajando largas jornadas bajo tierra.

Durante esos años, ocurrieron una serie de accidentes en los túneles. Algunos fueron registrados como incidentes laborales: colapsos repentinos, explosiones de gas y fallos en la maquinaria que cobraron la vida de varios trabajadores. Pero otros no tenían explicación aparente. Los obreros desaparecían sin dejar rastro. Al principio, la empresa ferroviaria intentaba encubrir los hechos, alegando que se trataba de problemas comunes en obras de esa magnitud, pero los rumores entre los trabajadores crecían.

Se decía que los túneles recién excavados eran peligrosos, no solo por su inestabilidad estructural, sino porque algo oscuro parecía acechar allí abajo. Los obreros comenzaron a hablar de voces que se escuchaban en la profundidad, gritos lejanos que parecían provenir de las paredes mismas. Algunos afirmaban haber visto figuras humanas desvaneciéndose en las sombras o sentir manos invisibles tirando de sus ropas mientras cavaban.

Uno de los casos más conocidos fue el de Rodolfo Beltrán, un obrero que trabajaba en la construcción de la Línea D. Una noche, mientras el equipo de Rodolfo se encontraba realizando una inspección de rutina en un tramo profundo del túnel, este desapareció sin que nadie se diera cuenta. Sus compañeros lo buscaron durante horas, recorriendo el túnel con linternas y gritando su nombre, pero Rodolfo no respondió. Al día siguiente, se organizó una búsqueda masiva, pero su cuerpo nunca fue encontrado.

Días después de su desaparición, uno de sus compañeros aseguró haber visto a Rodolfo en el túnel. Según él, lo vio de pie junto a las vías, con el uniforme sucio y el rostro pálido. Lo más inquietante fue que Rodolfo no parecía estar allí realmente: su figura era borrosa, como si fuera una proyección, y cuando el hombre intentó acercarse, Rodolfo desapareció en la oscuridad.

Los accidentes continuaron a lo largo de los años, y poco a poco comenzaron a surgir historias sobre pasajeros que no solo veían figuras extrañas en los túneles, sino que también afirmaban haber subido a trenes "fantasma", en los que los vagones estaban llenos de personas que parecían haber quedado atrapadas entre este mundo y el siguiente. Los conductores del subte empezaron a compartir relatos perturbadores: trenes que llegaban a estaciones vacías, pero que, al revisar las cámaras de seguridad, mostraban pasajeros con rostros inexpresivos que nadie recordaba haber visto.

Una de las historias más aterradoras involucraba a una mujer llamada Martina, quien tomaba la Línea C todos los días desde Constitución hasta Retiro. Una noche, mientras esperaba el último tren, vio un vagón antiguo llegar a la estación, uno que parecía fuera de lugar en los tiempos modernos. Sin pensarlo mucho, subió a bordo. El vagón estaba casi vacío, salvo por unas pocas personas dispersas que no levantaban la vista. La atmósfera era densa, el aire olía a humedad, y había un frío penetrante que no correspondía a la época del año.

Martina se sentó al final del vagón, intentando ignorar la incomodidad que sentía. Sin embargo, pronto notó que algo no estaba bien. Los pasajeros no se movían. No parpadeaban. Estaban completamente inmóviles, como si fueran estatuas. Sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, se levantó para cambiar de asiento, pero cuando lo hizo, una de las figuras giró la cabeza lentamente hacia ella.

El rostro del hombre era cadavérico, con ojos hundidos y piel pálida como la cera. Martina quedó paralizada de terror mientras el resto de los pasajeros comenzaban a girar también, uno por uno, clavando sus miradas vacías en ella. En ese instante, el tren se detuvo abruptamente, y las puertas se abrieron en una estación desconocida, oscura y abandonada. Martina salió corriendo, apenas consciente de sus propios pasos, y cuando miró atrás, el tren y sus pasajeros fantasmales habían desaparecido.

Después de ese encuentro, Martina nunca volvió a usar el subte.

La leyenda tomó un giro más macabro cuando un grupo de historiadores y periodistas comenzó a investigar los archivos de la construcción del subte en la ciudad. Descubrieron registros de cientos de trabajadores que habían muerto durante la excavación de los túneles y cuyas muertes nunca fueron reportadas oficialmente. Se hablaba de cuerpos que fueron dejados en los túneles colapsados, de cadáveres que quedaron atrapados bajo escombros y nunca recuperados. Estos trabajadores, olvidados por la historia, parecían ser las almas que ahora vagaban por los túneles, buscando la paz que nunca se les dio.

Los trabajadores actuales del subte, en su mayoría, intentan ignorar las historias, pero algunos afirman haber visto a Los Olvidados. Dicen que en las últimas horas de la noche, cuando el servicio termina y los trenes están vacíos, es posible escuchar golpes lejanos en las paredes, como si alguien estuviera tratando de salir desde el otro lado. Otros aseguran haber visto sombras moverse entre los vagones en las estaciones vacías.

Uno de los relatos más recientes provino de un conductor de la Línea H, quien afirmó haber sentido una presencia en su tren una madrugada. Según su relato, mientras esperaba la señal para avanzar, escuchó golpes en la puerta del vagón de control. Al principio pensó que era un pasajero perdido, pero cuando abrió la puerta, no había nadie. Sin embargo, los golpes continuaban. Provenían de todas partes, como si las paredes mismas estuvieran vivas.



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En el texto hay: fantasmas, terror, susurros

Editado: 24.09.2024

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