Samantha sabía que cualquier cosa que hiciera podía ser usada en su contra. Grabaciones, fotos de cualquier arranque podían perjudicarla. Aún era la princesa, no podía olvidar eso. Una princesa que ansiaba volver a su hogar. Los exclusivos Gucci, Channel, su perrita Daphne, su familia y el personal de casa a quienes les había agarrado cariño. Todo eso parecía muy lejano.
Debía cuidar su comportamiento. Lo sabía mejor que nadie. Pero esa bruja le estaba tocando la casi nula paciencia que le quedaba.
—Alumnos, ¿el sinónimo de fácil?—lanzó el profesor de Lengua.
—Samantha—respondió una Jessica con sonrisa triunfal y mirada felina.
La clase emitió su característico "Uhhh". Se venía lo bueno.
"Perra loca" y, ¿a qué profesor se le ocurría hacer tal pregunta? No estaban en primaria.
—Por lo menos no soy el sinónimo de bruja en celo como ciertas personas que apestan a urgida.—Eso había salido mejor de lo que esperaba.
La cara de Jessica pasó por todas las tonalidades de rojo mientras los alumnos aullaban ante tal muestra de valentía o estupidez por parte de la princesa. Nadie nunca había ido contra Jessica "la reina indiscutible".
—¡Silencio todos!—gritó el profesor. Sus venas marcaban un cuello rojo y su rostro congestionado parecía estar a un solo paso de explotar. El salón quedó en un silencio divino.— ¿Se merecen el nombre de humanos? Salvajes, eso es lo que son. Pero, ¿saben qué? Me dieron una gran idea.
Oh, no. No se atreva.
—Para la siguiente clase todos me traerán un ensayo de 8 000 palabras.
Lo hizo. Por un demonio, lo hizo.
El salón entero empezó a quejarse, hacer muecas y todo lo que estuviera a su alcance para mostrar su inconformidad. "Profesor", "No es justo", "¿Cree qué es el único que deja trabajos?", "No sea malo".
Pero el profesor les dio la misma importancia que le daba a su esposa cuando le hablaba de algún nuevo set de maquillaje. Nada.
—Por sus gritos de euforia me parece que están deseando que suba a 10 000—continuó el profesor con una sonrisa de suficiencia.
Ahora sí podía oírse el vuelo de una mosca por el salón. ¿Quién necesitaba respirar?
Samantha alzó la mano con valentía e hizo la pregunta que nadie se había preocupado por formular:
—¿Cuál es el tema?
El profesor la miró con una ligera sorpresa que cambió por indiferencia en menos de un segundo.
—Señor profesor—le respondió.
— ¿Qué?— La había agarrado con la guardia baja.
—No le está hablando a un perro, alumna Braconi. ¿O acaso lo cree de esa forma?—él estaba observando su reacción.
¿Pero estaba loco? Nunca había sido su intención faltarle el respeto. Su actitud era la que la hacía rabiar. No quería responder ante eso, sería lo mismo que sucumbir ante su prepotencia.
—Bueno, creo que quieren sus 10 000 pala...
Samantha golpeó su mesa con la palma de la mano y logró captar la atención de todos.
—¿Cuál es el tema... Sr. Profesor?—preguntó dirigiéndose al docente con una voz dulce más falsa que las extensiones de las modelos y una sonrisa en extremo fingida.
Él le lanzó una mirada de diversión y su sonrisa se ensanchó hasta parecerse al gato Cheshire de su pijama.
—Libre—fue todo lo que dio por respuesta.—No hay tema.
—Pero, pero...—no terminó de decir nada porque en ese momento el timbre sonó más fuerte que nunca y todos salieron como alma que lleva el diablo.
—Todo por nada.—se lamentó Samantha mientras se dirigía a la salida. Su dignidad al tacho. La única cosa positiva era el hecho de que, por fin, su última clase había concluido. En el camino vio a Trevor y Jessica yéndose juntos. Estaba unos pasos atrás de ellos por lo cual no pudo evitar oír su conversación. Y no es que quisiera, no señor. Ellos simplemente hablaban muy fuerte.
—Trevor, esa princesita lo arruina todo. ¿Escuchaste cómo me insultó?—la voz de Jessica simulaba la de una niñita de 5 años haciendo su berrinche. Puaj.
— Lo sé, Jes. Pero no te preocupes, haré lo posible para que no te vuelva a molestar.—Trevor usaba una voz dulce. En definitiva era lo opuesto al Trevor que ella había llegado a conocer. Tan distantes como el día y la noche.
Interesante.
—Y... bueno...—empezó Jessica.
—Dime—dijo Trevor.
—Eh, no, no es nada.—¿Se hacía la difícil? ¡Tan solo habla!
—Jessica, conozco esa cara. Dime que te pasa.—El sapo estaba intentando sacarle las palabras con cucharita.
—Es que estos días estaré en serio muy ocupada —respondió Jessica.
—Uhmm, ¿dónde está el problema? Pareces preocupada.—El sapo siempre perspicaz.
—El ensayo, no tendré suficiente tiempo para hacerlo.—Jessica le hizo un puchero. —Reprobaré y mis papás me mandarán a ese horrible internado en Francia.
La cara del sapo era todo un poema.
—¿Fra-Francia?—los ojos casi se le salen de sus órbitas. —Creo que tengo algo de tiempo esta semana, ¿sabes? Puedo hacerte tu ensayo esta vez.
—¿En serio?¡Gracias Trevor!¡Eres el mejor! —Jessica le dio un beso muy efusivo en la mejilla. Por poco se le lanza a la boca. Al sapo de seguro le habría encantado. Lástima por él.
—No te acostumbres—le respondió el sapo con las mejillas sonrosadas.
Samantha tuvo que aguantar la risa, no podía dejar que la descubrieran. Hasta que, por fin, Trevor y Jessica separaron sus caminos. Samantha lo alcanzó. No podía dejar pasar su oportunidad.
—Puedo hacer tu ensayo esta vez—habló imitando la grave voz del sapo. Observó como Trevor se sobresaltó y ella empezó a reír tanto que se le humedecieron los ojos. Empezaron a caminar costado a costado. Pero los separaba por lo menos un metro de distancia.
— ¿Escuchaste nuestra conversación? Ahora resulta que también eres una entrometida—dijo el mencionado con una mirada de desaprobación.
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Editado: 15.04.2022