Educando a la princesa

Capítulo 5: El sapo salvador

Apenas era miércoles y sentía sus ansias asesinas en aumento. Cualquiera habría creído que las habladurías por tener a una princesa en la escuela deberían de haber disminuido a esas alturas. Nada más lejos de la realidad. Seguía estando en boca de todos. Aunque, esta vez, por mejores razones.

¿Esperaban a una princesita tonta con la capacidad justa para sumar dos más dos?¿O creían que sería una diva preocupada solo por su apariencia y su exclusiva ropa de diseñador? Bueno, debía admitirlo. Sí, cuidada su apariencia; y sí, adoraba la ropa cara. Pero no era solo eso. No podían definirla por aquello.

Samantha Braconi podía alardear de siempre haber formado parte del cuadro de honor de su exclusiva y, hay que aclararlo, carísima escuela privada. Pero no debería haberlos sorprendido tanto, después de todo, era la princesa, ¿cierto? No todo era diversión en su vida. También tenía una obligación para con el pueblo de Inglaterra. Sus padres nunca la habían dejado olvidar eso.

Lo que nunca había esperado ver, era las caras de desconcierto del sapo, de la bruja y de su profesora, aquella que por poco la llama puta.

Máxima puntuación.

Perfecto.

Habían tenido una prueba sorpresa y ella había ganado una puntuación divina: 100 de 100.

La profesora carraspeó y se acomodó los lentes.

—Creo que hubo un error—dijo—Déjame ver la prueba nuevamente.

Oh, por Dios. Esto era el colmo.

—¿Un error?¿Qué tipo de error?—preguntó Samantha apenas conteniendo la indignación.

—Solo déjame ver la prueba—contestó la profesora de forma testaruda.

—Profesora, quizá no encuentre nada en la prueba, pero puede que sí en ella—Jessica la señaló con un dedo acusador.—Quizá tenga las respuestas escritas en su pierna o en una hoja escondida.

Bruja loca.

—¿Insinúas que hice trampa?¿Los doctores te dejaron caer al nacer o algo así?—preguntó controlando lo más posible su voz.—¡Fue una prueba sorpresa, bruja tonta!—exclamó esta vez con cólera.

Jessica, con los ojos saltones, estuvo a punto de responderle pero fue interrumpida por un fuerte ruido.

Era la profesora, golpeando el pizarrón con un palo de madera.

—¡Aquí no toleraré tales insultos alumna Braconi! Puede que en su escuela le hayan dejado hacer lo que quisiera, pero este no es su patio de juego. ¡Aprenda a comportarse!—La profesora tenía la cara roja y la respiración agitada.

Samantha no podía creerlo, era tan injusto. Escuchó como sus compañeros de clase cuchicheaban entre sí. Por supuesto, se divertían con la desgracia ajena. Solo esperaba que no escupieran mucho al cielo, o ella se encargaría de que les diera en la cara.

Esto tiene que parar.

—Profesora, yo...

—Vamos a la enfermería— interrumpió la maestra.

—¿Qué?—Samantha no comprendía nada—¿Por qué debería hacerlo?

—Vamos a revisarla. Debe quedar claro si hubo trampa o no. No sería justo para sus compañeros si obtiene una nota que no se merece.

El salón quedó en completo silencio.

¿Estaba hablando en serio? Era solo una prueba.

—Usted no tiene ningún derecho— respondió con voz helada.

—Por supuesto que sí, soy su profesora y solo intervengo en favor de los estudiantes. Alguien tiene que imponer orden aquí. Nos vamos ahora mismo.—Dicho eso empezó a jalar de un brazo a Samantha, pero ella se resistió.

—Esto no está permitido. ¡No me toque!—exclamó Samantha, mientras luchaba porque la profesora dejara su brazo.

Poco a poco fue escuchando voces elevarse. ¿En serio estaban apoyando a la profesora? Pero no, no era eso. Lentamente fue entendiendo las palabras: "Déjela", "es un abuso", "salga del aula", "aquí nadie la quiere".

Estaban apoyándola. Maldición, de verdad la estaban defendiendo.

La profesora comenzó a jalar con más fuerza, pero Samantha también redobló su esfuerzo.  

Sintió unas sillas moverse, iban a brindarle ayuda.

Pero no llegó cualquiera.

Llegó él.

Trevor Hale alias el sapo horroroso y sarcástico que le hacía la vida imposible.

Pero ni el más imponente príncipe—y ella había conocido a varios—le había parecido tan gallardo como él cuando dijo:

—Déjela en paz.—Trevor agarró con firmeza la mano de la profesora mientras le lanzaba una mirada seria. Sin dejar de mirarla, hizo que soltara a Samantha. 

Todo el salón prorrumpió en aplausos y alabanzas para el reciente héroe salvador de la princesa.

Pero la profesora no podía quedarse callada. 

—Tú...—señaló a Trevor—¡Serás expulsado! Cómo te atreviste a tocarme...¡Fuera de aquí!

No se escuchaba siquiera una respiración.

—Se equivoca—respondió Trevor con tranquilidad—Es usted la que será expulsada. Acaba de agredir a la princesa de Inglaterra. Usted misma selló su destino. Veremos si algún colegio la contrata luego de esto, pero tenga por seguro que, aquí, nadie la quiere. Hasta nunca, profesora.

Samantha observó cómo la profesora pasaba de un color rojo tomate a una palidez impresionante.

Lo único que atinó a hacer fue retroceder sin dejar de mirar a Trevor. Intentó decir algo, tartamudeó, tropezó con sus propios pies y, cuando llegó a la puerta, salió casi corriendo del salón.

El silenció se convirtió, nuevamente, en una ronda de aplausos y gritos.

La única callada era Jessica. Jugaba con su pelo mientras hacía globos con una goma de mascar, intentando parecer ajena a todo.

Trevor se había quedado observando la puerta por donde había huido la maestra.

Luego de unos largos segundos, volteó...y sus miradas se encontraron.

Ella no sabía qué decir. Se dio cuenta de que sus manos temblaban y, también, que no podía apartar sus ojos de los de él. Creyó ver una especie de brillo en estos. Sí, sentía que podían tener una tregua en su extraña relación. Hasta que, por fin, Trevor habló.




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