Se vestía en una vida —llena de pruebas horribles— que solo enseñaba a ser fuerte o huir, eran los únicos dos caminos.
Creer que todo lo podía conseguir era difícil en medio de tanta falta de fe de su entorno, se creían la idea de que no podían lograrlo y era cierto si pensaban que lo era.
Ed Inventaba, se hundía y escapaba. Buscaba la manera de darle al mundo una razón para que creyera.
Cada vez la vida era más ingrata con él. Se preguntaba qué estaba haciendo mal porque se teñía de ausencia, de melancolía y la respuesta seguía llegando siempre a la misma incógnita, quién sabe qué.
De apoco se volvía menos desabrido si lo intentaba.
En tanto caos Edward aprendió a no darse por vencido y socorrer a quien le necesitara, escaló ocho edificios de dificultad para poder llegar a ellos. Veces en las que la muerte y la desolación deambulaban junto al miedo y la incertidumbre, todo escurriéndose por las esquinas del dormitorio esperando el momento oportuno para tocar sus puntos más frágiles. Ideas que se estremecían en la mente de Edward al querer salir.
Las lágrimas escarbaban en sus pupilas hasta salir sin previo aviso frente al fuerte desequilibrio que ocurría en su interior.
Algunos se asomaban a la ventana con gritos de auxilio, conmovidos se pararon al precipicio de la roca preguntando por mensaje de texto si podía escucharles. Él —a través de una pantalla— les dijo que les escuchaba, como siempre lo hacía. No podían ver su rostro y era una ventaja. Limpió y dejó en su escritorio las lágrimas y sus heridas, aquellas que le detenían y con tal dulzura que le caracterizaba preguntó qué le pasaba a la primera de la lista. Su vida era otra atrocidad inmensurable como la suya cuya presencia amenazaba los vientos incluso el equilibrio. Comenzó contándole a detalle la eufórica historia que le tenía el mundo vuelta abajo
—tranquila— dijo luego de escucharle — envolveremos todo ese dolor y lo dejaremos ir por la borda no importa cuánto nos cueste porque al final de todo valdrá la pena, me refiero al sacrificio— terminó
Desde ese momento los días se volvían una lucha continua de prevalecer aunque a espaldas poco a poco muriera.
Las veredas acompañaban —deteniéndole cada segundo— y aun sin fuerzas combatía. Era consciente que necesitaban de un refugio y lo que su alma les daba con aquellas palabras que salían desde lo más profundo de la tierra traía muchas mejorías y eso era grandioso teniendo en cuenta el sufrimiento que escondía. Hacía todo lo que estaba a su alcance para levantar esos ánimos trapeados en el piso y convertirlos en un preciado regalo, una luz que deslumbre en el ocaso hasta encontrar el rumbo que desde el inicio debió seguirse.
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Luego de unos meses los que llegaban buscando consuelo mostraban actitudes más vibrantes a la idea de vivir y decían sentirse bien, Edward intentaba unir cada lazo para que pudiesen ver que él estaría para ellos por más difícil que pareciese.
La vida se fue como un relámpago y todo cambió, parecía que apareció un cartel de esos que dicen "un año después" como en las películas y aquellos que habían necesitado de él ya no estaban, lejos se habían ido. Pensarlo revolvía el estómago, sentir toda la soledad que pudo haber experimentado. Se iban quedando en el olvido y eran pocas personas con las que mantenía una comunicación constante y de pronto con el pasar de los días quedaba nuevamente la habitación vacía en el interfaz de la noche y el farol que ilumina las calles.
Lo bueno para Ed, era que estaban bien y eso le daba paz aunque estuviera tan oscura su habitación. Y ¿qué creen que pasaba? —Volvía el demonio por lo pendiente—.
Él se escondió bajo la mesa de su sala pero le encontró —era muy astuto— y fue fácil descifrar su escondite y encontrarlo, solamente necesitaba recordarle su dolor.
Luego de unos días —intentando escapar sin conseguirlo— llegó un amigo de él con un trozo de su alma hecho polvo en sus manos, con un cuchillo que penetraba su espalda y un color tenebroso visible que se miraba en su esencia. Estaba tan lastimado que si soplases su ser se desvanecía con el viento frente a tus narices, traía consigo un dolor inmenso que no lo dejaba escapar.
Le preguntó qué pasaba y contestó sobre sombras inefables diciendo que su vida era una mierda y que quizás ni debería estar aquí ya. —Edward— después de unos segundos de digerir lo que acababa de escuchar sus oídos respiró, lo miró y con una calma impresionante le dijo —ten un poquito de paciencia todo se va a resolver, a veces la vida te golpea pero depende de ti salir del abismo—. Una larga charla que duró hasta el octavo round le ayudó a ver con más claridad —se miraba distinto y eso era bueno— era un dichoso milagro de un día lunes ver destellos.
El sol había brillado ese día aunque a la sombra se asomaba el mal a esperas de que le dejaran solo otra vez para hacerle miserable.
Buscaba alivio y lo encontró o al menos aprendió a darle tiempo al tiempo y creer que si ponía de su parte todo mejoraría.
—No será fácil pero lo lograrás— le dijo.
Saliendo un poco de la estrecha avenida se marchó en busca de un rumbo en su vida y nuevamente el silencio susurraba el alma de Ed, aunque esta vez no por mucho tiempo.
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