Las calles llenas están de estragos y un poco de todo. Aun así se logra apreciar los sueños por más oscuro que parezca.
Millones de pasos que se ven desde Groenlandia hasta Australia o de Rusia a Chile y nadie logra apreciar la llamada de auxilio porque hacen demasiado ruido. A veces son pasarelas atrapadas que arrastran una vida, otras aceras frías en las que se encuentran a la sombra de la muerte intentando vivir un día más. Desde lejos se observa como les ignoran o les evitan. Edward en medio de tantos sueños cumplidos y otros rotos encuentra abandono en sus ojos tristes que observan de un lado a otro como la vida les pasa incluso por encima y aun con vergüenza luchan para vivir, piden ayuda creyendo incluso en los que le evitan.
Siempre que podía les ofrecía de lo poco que lleva en su bolsillo en ocasiones sólo son unas pocas monedas en otras una fruta o un sándwich, —muy agradecidos— por muy poco que les diera proclamaban con su corazón palabras bonitas y más allá de eso una constelación que sonreía por la inmensa diferencia de sentir-actuar e ignorar-no ver.
Algunos dicen que mejor busquen empleo otras que sólo mienten y qué más da si mienten o otra cosa —juzgamos la envoltura sin apreciar su contenido, sin sentir su interior que débil extiende su mano por un amigo que consuele sus aflicciones — dejamos de ver —ver va más allá de tener buenas pupilas— ver es la idea de que no importa la razón, ayuda porque de eso se forja una conexión de vibras.
Edward lo ha experimentado en tantas oportunidades. En cierta ocasión sus ánimos estaban más pateados que un balón de fútbol, de esos días que lo único que soportas es nada —solo el silencio— y fue así como de un día gris se volvió a color sol después de socorrer a quien pedía auxilio que por intentar sorprender terminó sorprendido —debería haber más de esas acciones que mueve hasta el aliento, que conmueva—. Ahora, las personas se preocupan más por tener un IPhone 11 o esperar el doce.
Hay tantos pensamientos tristes que se leen arriba de sus cabezas sujetándose con fuerza para ver si alguien les oye. Tormentos que pareciera una catástrofe ¿será que eso nubla nuestra vista? porque por ejemplo el odio nos ciega... incluso hace que nuestra mente se pierda, o el sentimiento de tristeza, nos hace tener ideas un tanto opacas o absurdas cuando en realidad todo se trata de perspectiva —pongámonos a pensar que no puedo obtener algo material y me siento mal pero mi vecino dio gracias porque sus hijos tendrán una comida hoy — ¿qué estamos haciendo mal?
Muchas son las historias que se viven en avenidas o calles solitarias, ¿creen que los bolitos no pasan noches frías y tristes? Si consumen alcohol desean alejarse de algo que les tiene mal; o las familias que han perdido su casa o aun peor las que nunca han tenido un lugar al cual llamar hogar, ¿creen que no sueñan con un techo? O los perseguidos por la muerte, lo que más piensan que no volverán a ver a su familia para ofrecerles un abrazo que cure el tiempo, y todo eso puede pasar por la cabeza —es lo que pasaba en la de Edward al ver tanto dolor y nadie que lo entendiese—. No hay nada que un poco de amor no pueda cambiar.
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Las mareas se vuelven inalcanzables sujetan con fuerza y no importa qué se atraviese en su camino, incluso en los sueños aparecen —la anécdota que estoy a punto de contarles les hará viajar por fantasías o más allá— dijo el transeúnte (alguien que narraba sin querer).
Un recorrido que le llevó a la universidad, Edward estaba en clases desde muy temprano —suponiendo que la realidad estuviese de pie—. El ruido de los demás volvía a estar ahí justo frente al silencio de su boca, no pasó demasiado tiempo cuando de pronto ya se encontraba en la biblioteca después de muchas cosas que pasaron en la clase y quién sabe cómo llegó. Entrando en la biblioteca alcanzó a observar a algunos conocidos se acercó a ellos y les saludó.
Tres minutos más tarde se encontraba con su computadora haciendo un trabajo que tenía pendiente y al que le estaba poniendo mucho empeño, estaba tan centrado en lo suyo que lo demás del entorno era irrelevante hasta que... apareció una dulce chica —esa chica le acompañó en algunas noches solitarias— y se encontraron juntos en una mesa con los mismos conocidos de ambos, ellos estaban molestando un poco y como no le dejaban trabajar —por el ruido que hacían— se movió de sitio al lado más tranquilo de la mesa y sin darse cuenta terminó al lado de ella, no lo pensaba pero a lo mejor su subconsciente lo había hecho y mientras ella se enfocaba en lo suyo y él igual comenzaron a cruzarse palabras hasta que la plática se fue volviendo más fuerte y aunque hacían sus cosas no dejaban de hablarse—. Luego ella comenzó a ver lo que estaba haciendo Ed se interesó en su trabajo por todo lo que hacía en el y sobre eso hablaban. No sé por qué... pero se escuchaban las estrellas entre ellos.
A él le gustaba ella pero no pensaba decírselo. ¿Cómo hacerlo si su corazón estaba destrozado? De pronto escuchó a un grupito de atrás que hablaban de ella, retaban a uno de ellos que no podría conquistarla mientras le miraban y admiraban su belleza. El chico se acercó, —el tipo era bastante atractivo— tanto que Edward tuvo miedo, de repente mientas conversaban y seguían en lo suyo se acercó y sentó en medio de ambos sin quitar su miraba fija en ella mientras revisaba su libro, Ed le rozó con un medio golpecito —en señal de que no la molestara— sabía a lo que había llegado y comenzó una disputa entre el reto de ese chico: la conquistaré y de su alma: la protegeré.