'REFUGIO'
° —Despierta, Atena.
Tenía un dolor de cabeza inmenso y no podía mover el cuerpo por el frío que sentía.
—¡Despierta!
Abrí los ojos y me encontré con un hombre mayor en cuclillas mirándome fijamente, muy cerca de mí rostro.
—¿A dónde mierda está Tadeo? —pregunté sentándome y tomándolo del cuello.
Soltando una risa dijo:
—Cualquiera preguntaría dónde está, quién soy o porque te tengo aquí. Eres más peculiar e interesante de lo que esperaba. Te vendría bien recordarlo Archie.
En ese instante me percate que había alguien más en la especie de cuarto en el que estábamos, sentado en un rincón como si analizara la escena. No veía muy bien por la luz tenue del foco que colgaba del techo, pero era una habitación pulcra con paredes color vino, una sola cama —en la que estaba acostada —, un pequeño velador, y dos puertas que supongo eran el armario y baño.
―Interesante será ver como mi puño impacta en tu sien. Así que mejor dime dónde y cómo está mi hermano.
―No te vamos a hacer daño ―le lancé una mirada incrédula―, tu hermano está en casa y a salvo, al igual que tú.
Solté finalmente su camisa y me incorporé, haciendo que ambos hombres me imiten y se pongan alertas permitiendo detallar mejor sus rostros.
Sentí un dolor punzar en mi cabeza, por eso fijé mi mirada en el hombre mayor de postura imponente olvidándome del que se hace llamar Archie. Era alto, hombros anchos y brazos musculosos, ojos marrón claro, nariz prominente, labios gruesos, barba abundante, cara alargada y cabello negro en corte militar…
No me lo puedo creer, todo esto es por él.
—Oye viejo, hasta me había olvidado como eras. Es comprensible creo, han pasado unos ¿10 años? ¿tú qué opinas Archie, es entendible no?
Lo que dije sacó de cuadro el chico veinteañero que nos miraba atentos y esta vez fui yo la que se rió de la situación.
»―Ya no hay gracia, ¿cierto? Bueno al menos tus palabras tienen validez, Tadeo está bien. No por mucho eso sí, porque sospecho que sabía de ti y no me lo dijo. Lo que me interesa es con que vas a salir, porque siendo sincera ya no te conozco de nada y supongo que del show de antes tuviste que ver ―dije todo mientras me carcajeaba.
Sin decir palabra y esperando una respuesta me acosté nuevamente en la cama reconociendo el dolor que me invadía similar al de un hueso roto en el tórax.
Él hombre mayor siendo un total descarado, se me acercó con sutileza y como si eso fuera un tema desagradable me dijo:
—No es como crees, te necesito. Serás de los míos. °
Despierto totalmente agitada, ese no fue uno de los mejores recuerdos.
—Atena —dice una voz a mi lado.
—Ey, hola ―Mi hermano en vez de responder el saludo me ve como si me fuera a romper.
Al ver su rostro, le estiro los brazos esperando el abrazo que sé que quiere darme. A los segundos se abalanza sobre mí generando dolor. Admito que la niña supo dar una buena puñalada, también hirió mi orgullo.
—Me diste un buen susto.
Estamos en mi cuarto, se había adaptado por mi estado, como otras veces en el pasado. Tenía dos sueros a la vez y un vendaje en mi abdomen.
Le pregunté por Gian, él estaba llamando a Catalina. Ella se encargaba de estos problemas, era ella a quien prometí no llamar por estos casos.
Había recibido una transfusión de sangre y como estaba débil me dormí por un día y medio, cosa que ya no era por el sedante. Según Catalina, que había aparecido horas después, tendría que estar postrada en una cama por dos semanas y tener cuidados por un mes y medio.
Una posición asquerosa si me lo preguntan, la adrenalina era mi oxígeno y dejaría de experimentarla por un tiempo.
En cierta parte es mi culpa, me siento totalmente ilusa por haber permitido tremendo daño.
Al irse todos, Gian entró al cuarto y vino corriendo a abrazarme. Cuando se separó me dio un corto beso, que fue irrelevante en ese momento, y me dijo que había estado aterrado. También me pidió explicaciones sobre la niña que estaba en el cuarto. Explicaciones que no conseguiría, porque no le compete eso y no pienso meterlo en mi mundo ―eso siempre fue un disgusto para él―.
El cuarto que nombró, es para mi uso. Este se encuentra en el último piso de la casa, sus paredes son blancas, sin ventana alguna, tiene una puerta de cerradura antigua y manual, difícil de manipular. Hay un váter como el de una celda y un vidrio polarizado que da con el cuarto de al lado, similar a una sala de interrogatorios y un mero colchón en el suelo. El objetivo de el cuarto es volver loco a su huésped con el fin que yo quisiera.
La niña se encuentra ahí, pronto llegaría a los dos días en esa plácida estancia. La herida en su frente ya fue curada por mi hermano, por lo pronto su salud no corre riesgo lo que me da vía libre para tenerla ahí mis dos semanas de recuperación. Es una de las consecuencias de su numerito con la navaja.
Tadeo me hará el favor de hacerse cargo de ella mientras yo termino de recuperar fuerzas, porque yo al estar sana vendría la parte pesada.
Pronto se hizo de noche y Gian partió a su casa. Mi mellizo entraba a mi cuarto cada nada para ver si necesitaba algo o si me incomodaba la posición de la almohada.
Sería un buen padre.
Ese pensamiento me generó muchas dudas sobre el futuro que descarté, no podía darme el lujo de soñar tanto. Metas a corto plazo siempre me funcionaron bien.
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Editado: 16.06.2021