|50 ¿Por qué yo no?|
Sídney, Australia al 3 de Enero del 2013
Lena.
Miro mi reflejo a través del espejo, bajo mis ojos hay bolsas negras, demostrando lo poco que duermo, las malas ideas que tengo y mi sufrimiento. El suave timbre de la canción con la que identifico mi situación llama mi atención.
Contesto la llamada, es Draco.
- Lena. - saluda con su habitual tono alegre, es de alguna extraña forma, contagioso, aun cuando estas en un mal momento.
- Hey... - repito su acción, con desánimo. Casi me lo imagino suspirar, mirándome con los ojos bien abiertos.
- ¿Estas lista?
- ¿Lista para qué? - inquiero, confusa. Él es demasiado espontáneo, un día te puede decir de pronto que se va de excursión a China o que se va de vacaciones a la Antártida, arrastrándose con él a cualquiera de sus aventuras.
- ¿No te lo dije? - murmuró un "no" - Oh bueno, vamos a salir es... importante, ahora ya lo sabes. - suelto un sonido frustrado. - Alégrate Lena, no puedes pasarte toda una vida en tu habitación escribiendo cartas para los muertos.
- Ya lo sé, pero es difícil, ¿Sabes? - dijo, con la voz entre cortada, me dejo caer en la cama, sin ánimos de hacer nada, prefiero estar así, acostada perdida en mis frustrantes pensamientos. - Además no tengo ánimos para salir. No soy una chispita brillante como tú, simplemente soy lo contrario a ti.
- Lena, estoy afuera de tu casa. - avisa, de forma tranquila.
- Salgo en un momento. - respondo de mala gana, cuelgo la llamada y voy a mi armario, saco una muda de ropa y me la pongo. Diez minutos después estoy "presentable" para salir a no-sé-donde.
- Lena... - escucho la voz de mi padre, giro a verlo, lista para bajar los escalones, me mira atento. - ¿Vas a salir?
- Eso parece. - musito. - Vuelvo más tarde.
Bajo los escalones y salgo de la casa rápidamente, no quiero llamar tanto la atención, diviso a Draco recostado en la camioneta que siempre usa.
- ¿Él estaría feliz de verte tan mal? - dice al verme, siento como si algo me atravesará el cuerpo completo, una punzada. - Te vez miserable, Lena. No eres la misma chica que reía con él.
- Tal vez esa chica murió con él. - me pongo a la defensiva. Atacándolo. - ¿Cuál es tu afán de arreglarme?
- Yo no...
- Tú nada, Draco. Te gusta arreglar lo que está roto, te gusta curar, lo entiendo, esa será tu profesión, pero no necesito tu ayuda. ¡No necesito la ayuda de un niño!
- Ni siquiera sabes lo que dices, Lena. ¿Crees que intento arreglarte? Yo no arreglo gente, les enseño a dejar su pasado atrás y verlo con una sonrisa. No los arreglo como si fueran relojes. Aprendo a curar enfermedades y no soy un niño. - responde, aun sin perder los estribos.
- ¿Por qué?
- Porque alguna vez necesite ver mi pasado con una sonrisa y nadie estuvo para mí.
Me quedo muda, sin saber que responderle, tal vez no somos tan diferentes como creía y e también fue en algún momento una persona rota.
En silencio me lleva a través de las concurridas calles, guiándonos hacía unas casi vacías, pareciera gris, frio y completamente desolado, como un alma vacía, los arboles están secos y los edificios se ven viejos.
- ¿A dónde vamos?
- A un orfanato. - responde, estacionado la camioneta frente a un edificio grande, pero de igual forma, descuidado y viejo. Salmos de la camioneta y me guía hacia el interior, donde muchos niños y adolescentes ríen, felices, a pesar del deteriorado lugar donde se encuentran.
Nos ignoran mientras ríen y juegan en la estancia del lugar, sus cuidadoras salen de una habitación, algunas serias y otras viendo a los niños con una sonrisa, de una manera maternal.
No pasan más de diez minutos en los que simplemente los observo cuando Draco me saca del lugar, mirándome con sus ojos color miel, completamente serio, lleva sus manos a su cabello castaño y lo despeina, abre la boca para decir algo, pero mi vista se torna borrosa, entre abro mis labios para respirar mejor.
Pierdo el equilibrio y unas manos me sujetan, miro sus familiares y cálidos ojos color chocolate, con los que he soñado por meses completos, antes de caer de lleno en la oscuridad.
***
Draco
La sujeto en mis brazos, llevándola hasta la camioneta, en mis brazos, la deposito suavemente en el asiento trasero, debió de haber venido con el estómago vacío, como siempre.
Suspiro, cansado de lo mismo, cansado de que no intente mejorar, de que simplemente se quede estática en un lugar, pero la entiendo, no es fácil reaccionar y salir de su estado rápidamente, se necesita ayuda.
Quiero ser su apoyo.
Entro en el asiento del piloto y comienzo a dirigirnos hacía el hospital más cercano, a él le hubiera gustado que la cuidará y eso hago, le devuelvo el favor.
Treinta minutos después, el doctor me da instrucciones precisas de su mala alimentación y su deteriorado estado de salud, necesita comer más. Además me acabo de enterar de que tiene anemia.
Con una sonrisa le agradezco al doctor y salgo del consultorio con una Lena medio consiente, caminamos al espacio de retiro de medicamentos necesitados, un hospital público y las medicinas son gratis.
Me da varias botellita con el medicamento de Lena, hierro que se debe agregar a las bebidas, ella se mantiene en silencio, o eso creía, la escucho murmurar cosas.
- ¿Por qué vinimos? - me pregunta, la miro a los ojos, no me logro entender, mucho menos recibió el mensaje que debía transmitirle. - ¿Por qué pareciera saberlo todo aún con tu poca edad?
- La sabiduría no depende de la edad. - le digo tranquilamente, ella se queda en silencio unos minutos, pero la logro ver intranquila. - ¿Qué pasa? - pregunto, mirándola fijamente, es igual a como me la describió, al menos la versión alegre que él conocía, esta es una Lena encerrada en su dolor, que necesita ayuda.
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Editado: 23.08.2021