Capítulo 5 | La fiesta
Han pasado varios días en los que he tenido que pasármelos en cama. Hay subidas y bajadas, pero realmente lo que más me duele es no haber podido ver a Matt. He compartido algunos mensajes con él, llenos, obviamente, de falsas excusas.
Y hoy, hoy por fin me siento algo mejor. Admitiré que mis pulsaciones comienzan a ser más bajas de lo normal, y que mi rostro cada vez toma más un tono marfil propio de una muñeca de porcelana.
También tengo que admitir que comienzo a tener miedo. Miedo de enamorarme de la vida, como nunca antes había hecho, y perderla. Aunque sé que estoy destinada a ello, y tengo que comenzar a asumirlo.
Asumirlo de verdad.
Asumir que ese día llegará.
Mis ganas de hablar con la doctora Kendra aumentan y mis ganas de saber de cuánto tiempo se trata mi cuenta atrás también. Pero luego recuerdo los ojos de Matt, su sonrisa, su mirada tras su cámara... y todos pensamientos pesimistas se arrinconan.
Y digo que se arrinconan porque esos pensamientos nunca logro que salgan de mi mente.
Matt me ha hecho chantaje emocional estos días y ha conseguido que tanto mi madre como yo aceptemos que le compense estos días sin vernos con acompañarlo a una fiesta que celebra su amigo esta misma noche.
A regañadientes, mi madre aceptó. Al igual que yo.
Mi lado más morboso baila al compás de una maldita música reggeatonera pensando que por fin voy a poder pisar una fiesta de gente de mi edad. Y mi lado más sensato me dice que quizá ese ambiente no es el mejor para mí.
¿Pero qué más da?
Matt está conmigo.
La hora que he acordado con Max para vernos ya está casi de tocar. Yo he optado por dejar mi cabello rizado y dejarlo suelto. Mis ondas naturales son bastantes aceptables. Sobre él he colocado una especie de diadema con unas margaritas, obviamente artificiales.
Por primera vez, mis ojos azules lucen más brillantes y con un color especial al maquillarlos. He confiado en mi madre y he aceptado que ella me maquillara, y el resultado final he de admitir que no me ha desagradado.
Hace una noche con mi buena temperatura y me he vestido con una falda rosa palo junto a un top blanco y un kimono negro de flores rosas.
Los ojos de mi madre brillan y lo único que sabe pronunciar su boca es lo bella que me veo. Aunque ella siempre me lo dice, incluso los días que he estado en el hospital sin casi apenas respirar.
Mientras espero sentada en el sofá evitando que Pompidou se siente sobre mí y me arrugue la ropa, mis malos pensamientos gritan en mi cabeza.
¿Le gustaré a Matt?
¿Encajaré con sus amigos?
¿Se reirán de mí?
Un impulso sobrecogedor me obliga a levantarme y a dirigirme a mi habitación para ponerme la ropa de noche y no salir de la cama hasta el día siguiente. Pero en ese momento suena mi teléfono y es Matt.
Matt.
En tu puerta.
Desde aquí puedo oler tu agradable perfume.
Me freno en seco en uno de los escalones al leer el mensaje.
<<Déjate de bobadas y sal para pasar la mejor noche de tu vida>>
-¡Sí!- contesto a mi subconsciente mientras vuelvo a bajar por las escaleras.
-¿Pasa algo, cariño?- pregunta mi madre desde la cocina.
He gritado demasiado, y en este momento agradezco que mi padre esté en una cena de negocios.
-No- contesto sonriendo entrando en la cocina- Conoces mi manía de hablar sola.
Mi madre sonríe y planta un beso en mi mejilla. La verdad que siempre he andado justa de amigas, todas me llamaban rara y todas se asustaban por mi característico color de piel, y por eso, decidí comenzar a hablar sola.
Cojo mi pequeño bolso de las medicinas y me santiguo. Me siento toda una adolescente. Salgo a la calle y Matt está esperándome en la acera de enfrente; lleva una camiseta holgada propia de su estilo color gris oliva, junto a unos pantalones pitillo y unos zapatos marrones. Adoro su estilo de vestir.
Sin pensarlo corro (moderadamente) a sus brazos y él me alza del suelo, mientras me mira detenidamente aun estando yo en el aire sostenida por sus tatuados brazos.
-Increíble- murmura mirándome tal como si yo no existiera.
Yo sonrío delicadamente para que Matt no note mi pequeño ahogo por esa mini carrera.
Instantes después me baja al suelo y planta un beso casto en mis labios. Cada vez que pruebo el sabor de su boca algo consigue estremecerse dentro de mí.
-¿Te has montado alguna vez en una moto?- pregunta con una sonrisa traviesa y ojos brillantes.
Brillantes como siempre.
Llenos de vitalidad como siempre.
Siendo todo lo contrario a mí.
Somos, interior y exteriormente, infinitamente contrarios.
-No- sonrío tímidamente y con temor de que Matt idee que me suba a una moto con él.
-Perfecto- contesta y tira de mí para aproximarnos a una moto que no está más lejos que cinco pasos de nosotros.
-No estoy segura- digo mordiéndome las uñas frente a esa monstruosidad de moto.
-¿Confías en mí?- pregunta acariciándome fugazmente la mejilla con la yema de su dedo pulgar.
#47817 en Novela romántica
#12471 en Joven Adulto
enfermedad, secretos dolor superacin amor incondicional, drama
Editado: 24.09.2018