Hanae vio al hombre que manejaba el bote. Dirigirse hacia un pequeño muelle. Parecía algo antiguo si es que no estaba en ruinas. No quería pisar ese lugar. Iba a caerse de seguro por el peso.
—Hasta aquí llega el viaje —menciono el hombre.
—Yo no me bajo —susurro Hanae viendo a su alrededor con temor.
—No te preocupes. Solo has lo que te dije tapate el rostro y no demuestres miedo.
—Creo que me estoy meando en los pantalones —Naxos soltó una carcajada —No te rías que estoy hablando en serio.
—Y yo estoy hablando igual de serio. Mira… no he conocido a nadie mas valiente que tú. No muchas personas podrían haber pasado por lo que pasaste tu hace unos momentos. Asi que no te preocupes yo estaré contigo.
—Que gracioso que lo menciones ya que parte de ese viaje no lo recuerdo —mirando el agua —Ese muelle tiene cara de caerse en cualquier minuto.
—Pues si es asi. Písalo y sal corriendo si lo crees asi. En tierra vas a estar a salvo —Hanae se encogió de brazos.
—No lo había pensado —Naxos se bajo del bote y le ofreció la mano a Hanae quien con inseguridad lo tomo y se impulsó.
—Ya ves que… —No pudo terminar la frase cuando vio que se alejaba corriendo y gritando buscando llegar a tierra.
—No es buena idea que griten en un lugar asi. Van a llamar la atención de las bestias.
—Pues traigo mi espada.
—A los demonios no les gusta que maten a sus bestias.
—Ni modos ¿No crees? Sería una pena haber llegado hasta aquí y morir en el intento.
—Eres una real molestia Naxos de Alba Longa.
—Fue un gusto verte Caronte —Naxos se extrañó pues podría haber jurado que vio al hombre sonreír.
—Yo nunca sonrió asi que deja de pensarlo —Naxos se alejó de allí para reunirse con Hanae. Quien estaba tratando de ocultarse bajo su chaqueta y su cabello rojizo.
—Listo —Hanae abrió los ojos al ver que el bote se alejaba.
— ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Se fue! ¡Naxos se fue el bote! ¿Cómo vamos a regresar?
—La verdad no se. Primero ocupémonos de tus sueños.
— ¡Mierda! Y donde vamos.
—Debemos ir por ese camino —susurro Naxos. Señalando el camino frondoso de la izquierda.
— ¿Estás seguro?
—Asi es… debemos ir despacio. No llamar la atención. Has el menor ruido posible. Y no mires a tu alrededor.
—Ok…
—Hanae… conserva tus ojos al frente por nada del mundo escuches las voces a tu alrededor.
—Está bien…
Empezaron a caminar. Naxos estaba al frente mientras que Hanae miraba el suelo o la espalda de Naxos. Hasta el momento estaba todo bien. No había nada extraño salvo que empezó a sentir que había alguien tras ellos. Los nervios la estaban atacando.
—Debo tranquilizarme —se susurró.
— ¿Dijiste algo? —le pregunto Naxos.
—No nada —pronto sintió algo rozar su brazo —Debe ser alguna planta, hay muchas… eso debe ser.
— ¿Estás diciendo algo Hanae?
—No… yo solo hablo sola —De nuevo sintió que le estaba rozando, pero ahora su otro brazo —Mierda… es solo alguna rama… no voltees.
—Hanae no hables. Ya te lo dije…
—Lo lamento Naxos. Es que…
—Hanae… sácame de aquí… —escucho una voz a su espalda. No podía ser. Esa voz no la había escuchado en mucho tiempo. Su corazón se comprimió. No podía ser posible —Hanae… sácame de aquí. Estamos solas… ayúdanos —Hanae se detuvo y volteo a ver.
—Magdalena…
— ¡Hanae no! —Grito Naxos.
Ω
El templo de Zeus se encontraba en calma absoluta. Muchos de los tyflós se estaban recuperando después del segundo eclipse. Todos estaban en celdas diseñadas para que no escaparan. Habían encontrado algunos otros, pero eran menores en poder.
Tritón no había bajado la guardia aun se encontraba en su forma de dios. Nadie se le había acercado hasta el momento después de la pelea que presenciaron. Los skotádi vigilaban el lugar para alejar a cualquier mortal mientras los demás estaban en la sala de operaciones varios pisos abajo del templo. Todos igualmente en silencio.
— ¡Ya basta! —Grito Adonia —No hemos llegado hasta aquí por nada —Debe haber una maldita solución.
—Pues somos todos oídos —comento Rinott.
— ¿Por qué si ya lo saben los ancianos no han hecho nada? —pregunto Adonia —Piénsenlo bien… si ya lo supieran no estaríamos aquí.
—Adonia tiene un punto —comento Griffin —Recuerdo a mama mencionar varias historias. Los dioses se alzaban en armas. No iban a dejar que los humanos perecieran asi como asi. Nada más. Ellos tomaban justicia. No dejaban nada al azar —Rinott la miro fijamente. Tenía un buen argumento.