—¿Por qué no hemos salido del inframundo Zeus? —Pregunto Poseidón.
—No me mires a mi Posi. Eres libre de irte cuando quieras.
—Quiero al otro guardián Hades.
—¿Qué quieres de él?
—Su mente.
—¿De que estas hablando? —pregunto extrañado Poseidón.
—Hades en un pasado se apoderaba de las mentes de los semidioses para…
—Jugar con ellos… solamente jugaba con ellos. Un poco de abra cadabra y sexo y ya. Quería divertirme. Tú lo hacías Zeus.
—Pues me deben un favor asi que vamos a iniciar desde ahora —Zeus saco de su capa un báculo y golpeo el suelo. Un rayo apareció a un lado y una mujer surgió de allí.
—Me llamaste gran Zeus.
—Levántate hija —la mujer alzo su rostro hacia el gran dios.
—Padre
—¿Por qué es necesaria ella? —pregunto extrañado Hades.
—Entre menos sepan es mejor —sentencio Poseidón —sácala de aquí. Zeus paseo a su alrededor y se situó de nuevo frente a la diosa.
—Han pasado muchos años —le susurro.
—Demasiados padre —le contesto la mujer.
—He querido responder a tus llamados padre.
—¡Y no lo hiciste! —Le grito.
—Yo…
—No te preocupes porque con esto lo vas hacer… Llevamos Hades
—No sé porque tenemos que estar aquí y tu eres mas poderoso que el —dijo señalando a Hades. Él tan solo se rio de su descaro y con rapidez se localizó a su espalda. Le tomo el cabello y lo corrió a un lado para acercarse a su oído.
—Mucho cuidado Hades.
—No se sobresaltes. Eres tu la que debe agradecer. Mi guardián iba tras de ti. Quería tu cabeza. Asi me pagas.
—Ya cumplí mi penitencia. Asi que no me jodas.
—¡Ya basta los dos!
—Bien… vamos hermanito. Quiero saber cuánto antes tu hermoso plan —Hades movió su mano y a la derecha una puerta se materializo. Abrió la puerta y cruzo esta —Dime Zeus… ¿Cuál es tu plan?
—Ella va a tomar el lugar de Adrián.
—Sabes que ha pasado ya demasiado tiempo ese guardián aquí. Es arriesgado incluso para ella —señalo Poseidón.
—Lo se… la diferencia es que ella va a contar el plan de los dioses a ellos.
—¿No lo entiendo padre?
—Vas a convertirte en una espía. Si quieres llamarlo asi.
—¡Porque debería si quiera ayudarte! —Zeus la tomo del cuello.
—No hagas esto más difícil Afrodita. ¿Quieres saber por qué? Bien…
—Déjame hermanito —Lo interrumpió Hades —yo lo hago por ti —Con una gran sonrisa se acerco a ellos. Zeus de mala gana la soltó, cayendo al piso.
—Querida Afrodita. Tu belleza ha sido el pecado de más de un hombre ¿No es asi?
—¿Qué hay con eso?
—Creíste de verdad que nunca nos enteraríamos.
—¿No sé de qué hablas? —quitándole la mirada. Se levanto del suelo y trato de salir de allí. Hades con una sonrisa movió su mano cerrando la puerta en el acto. Afrodita se quedo con la mano extendida en el vacío —Déjame salir de aquí.
—Tu de verdad creíste que manteniéndote oculta en la tierra nadie iba a saber de ti. Querida… me sorprende que seas tan ingenua. Hubo un tiempo en el que las criaturas aun estaban a nuestra orden ¿Lo recuerdas? Zeus les dio la libertad a los humanos, pero no a los dioses. Teníamos que mantenerlos vigilados.
—Ve al maldito punto —lo interrumpió —Si no tienes nada que explicar mejor cierra la boca y déjame salir. Esta haciendo un condenado calor aquí —La sonrisa de Hades desapareció.
—Te atreves a callarme Afrodita. Con que potestad.
—Con el derecho de que soy una diosa y no tengo porque escucharte —Les dio la espalda. Busco a tientas otra puerta cuando sintió un escalofrió a su espalda.
—No quieres saber que paso con tus hijos.
—No sé de qué hablas.
—Vaya… hasta nos saliste mentirosa. Que mala hija criaste Zeus —mirando con desdén a su hermano.
—¿Hijos? —Pregunto Poseidón —Me estás diciendo que Afrodita si tuvo a esos niños.
—Asi es hermano.
—Estas demente Hades —lo contrario Afrodita —Yo no he tenido a más hijos de los que ustedes conocen —La risa del dios le hizo erizar la piel.
—¿De verdad me crees estúpido? Tres hijos en un solo parto. Dos niñas y un niño. Abandonados a su suerte porque no los quisiste aceptar excepto…
—Excepto… —Poseidón no daba crédito a lo que estaba escuchando.
—Excepto por Atenea su fiel hermana —termino Zeus.
—Padre…
—¡Cállate! —pensabas que no íbamos a saberlo —Les ordenamos en un principio acatar una simple orden. No procrear.