Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 66

—Repítelo una vez más —Tritón le susurro a Caesar

—Mi señor. Ella no está utilizando ningún tipo de poder. Así es imposible localizarla —Tritón podía sentir el temor surcar todo su cuerpo.

—Tu entre los semidioses elegidos. Tu con tu maldito poder. Un poder que cualquier mortal anhelaría. Tú me estás diciendo que no es posible localizarla simplemente porque ella no está portando algún poder. Eres tan miserable y una completa sabandija que no es capaz de ser competente en una simple tarea

—Mi señor yo…

—Cállate ahora mismo de una maldita vez… —tratando de calmarse —seré benevolente contigo —añadió con una sonrisa —Dime ahora mismo lo que vas a hacer para ir a encontrar a esa mierdecilla —Nadie movía un musculo en esa habitación.

—Mi señor…

—Largo de aqui todos —Todos salieron de allí de inmediato. Caesar quedó blanco como el papel. Les rogo con la mirada que no salieran. El miedo surcaba su cuerpo. no podía imaginar lo que le esperaba ahora mismo.

—Mi señor

—Di una vez más mi señor y te juro que lo último que verás será tus entrañas repartidas por el suelo antes de ahogarte con tu propia sangre.

—Yo…

—Dime semidios… ¿Como es tu muerte ideal? Digo…hay cientos si no es que miles. Mi favorito… puede ser degollado. Aunque ahogado en su propia sangre siempre ha sido mi primera elección.

—Yo…

—Porque tengo opciones más variadas.

—Yo….

—No eres de muchas palabras. ¿No es así?

—Mi señor. Yo elegí servirle. Daría mi vida por esta causa —postrándose ante el —Deme una oportunidad mi señor.

—¿Por qué debería siquiera darte una oportunidad? Eres un incompetente —Caesar se levantó y lo miró fijamente. Empezó rodearlo lentamente

—Porque a diferencia de los otros —le susurro —Yo sé cuál es mi lugar. Tu eres quien va a tomar el poder entre nosotros. Quien va a gobernar este mundo. Yo seré la persona que lo siga a cada camino.

—Interesante… me gusta tu pensamiento Apógonos. Sal de aquí. Y da gracias a los dioses que sigues con vida.

—Gracias mi señor —con una leve inclinación salió de la habitación.

 

—Te has vuelto muy sensible Tritón —De inmediato se postro a sus pies. No podía verlo, pero el poder que revelaba la habitación era el doble a la suya.

—Me sirve con lealtad. No es algo que veamos sencillo. Además, es un simple peón que me va a servir para alimentar a las bestias más adelante.

—No hemos tenido resultados Tritón te dije que esa muchacha es esencial

—No la han encontrado

—Esa no es excusa. La última luna está por emerger y tú no estás listo para tomar el poder supremo.

—Lo estoy mi señor.

—No soy igual que tú Tritón. Yo si se diferenciar una mentira de una estupidez o una falla y tú has cometido las tres.

—No debe dudar de mi palabra.

—Tu palabra no me vale de nada Tritón. Debes tomar el poder y seremos uno solo. Nadie se lo va a esperar.

—Asi será.

—El único problema es que ellos están preparándose y tú aún piensas en ¿Qué? En tener a un montón de tyflós que no cuentan ni con un mínimo de poder ¡Es una maldita estupidez!

—Mi señor el poder que proporcionan esos tyflós puede ser útil para desarmar a los dioses.

—¿Dime algo Tritón? ¿De verdad crees que una gota de su sangre te va a debilitar?

—Yo…

—Contesta ahora mismo.

—Todo hace parte del gran plan

—Si piensas que con eso ya me vas a engañar estas muy equivocado. Tienes una ultima oportunidad con la gran Luna.

—Tendrá mi palabra. El poder será suyo mi señor —Dijo inclinando el rostro.

—Mas te vale —pese a que no podía verlo pudo sentir su aliento a un lado de la mejilla. Pudo sentir el momento en que salió de la habitación. Pudo expulsar el aire de sus pulmones. Estaba en un serio aprieto. Necesitaban a esa chica de lo contrario su visión, la visión del gran Caos nunca llegaría a cumplirse.

 

 

Afrodita pudo sentir a sus hijos.

Aterrizo en un campo que hace milenios no tocaba. Estaba en el Templo de Zeus. Olimpia. Una vez en el pasado había sido su hogar. allí los humanos les rendian pleitesía. Sus ofrendas eran vistas con amor. Una vez en el pasado había sido el lugar más majestuosa de la tierra. Ahora mismo no era mas de escombros y piedras. El mismo hombre fue quien lo destruyo.

No podía culpar a su padre. El hombre necesita tener esa libertad. Lo sabía. Aunque no le gustaba admitirlo fueron creados para ser seres independientes. Ellos creaban su propia destino.




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