Egoísmo y cobardía

La vida sin problemas no es mas que v

CHARLOTTE

 

Permanecí inmóvil, expectante. No sabía que responder, y pretendía contener mis intenciones de acercarme y golpearlo.

—Te llamas Charlotte, ¿estoy en lo correcto? —Inclinó la silla hacia atrás y llevó una de sus manos a su boca.

Me dirigí hacia el escritorio de una manera calmada. En ningún momento nuestros ojos dejaron de observarse, y al hallarme a un costado de la silla en la que él reposaba, me incliné y tomé mi bolso.

—Usted solo salió bien librado porque el señor Fredrik se preocupó por mí. —Comenté al darme la vuelta.

Escuché una risa pausada a mis espaldas. Como si mis palabras hubieran sido solamente un chiste para él.

—¿Crees eso? —Percibí cierta ironía en sus palabras.

—Estoy segura. —Empecé a caminar hacia el pasillo.

—Entonces ya sé que debo hacer para volver a golpearlo. —Comunicó.

Me adentré al pasillo sintiendo un sentimiento inusual en mí, el enojo.

Troté a través del pasillo, y al ingresar a la oficina de Fredrik, lo visualicé reposando su cabeza sobre las piernas de Raquel.

Por Dios, ¡que dramático!

—Señora Raquel —Hablé mientras sacaba la botella con alcohol de mi bolso. Ella recibió la botella. —Creo que también tengo algod…

—Ni se te ocurra echarme eso —Espetó la anguila con patas. —. ¿Acaso nunca te has herido?, eso sería como echarle acido a una botella de plástico.

Después de sus palabras, como si se tratase de un jugo que ya no tiene por qué ser bebido. La señora Raquel abrió la botella de alcohol y le dio la vuelta, humedeció el rostro de la anguila con patas, quien solo consiguió cubrirse la herida en su labio.

Algunas personas dicen que el vengarse se siente bien, y el rostro de Raquel en aquel entonces fue un sinónimo de satisfacción.

Me ahorraré el describir los gritos y los insultos provenientes del hombre. Solo les puedo comentar que parecía una sección de exorcismo.

—Deja de lloriquear —Comentó. —. Ya no sos un niño.

Raquel limpiaba el rostro de la anguila con patas con las mangas de su chaqueta. Sus movimientos desprendían delicadeza y compasión. Su mirada era tierna, y un sentimiento que no conocí recorrió mi cuerpo.

—Es extraño verte perder una pelea —Expresó Raquel. —. ¿Luca ha mejorado tanto?

—No perdí —Discutió el riquillo. Aún tenía sus ojos cerrados.

Llevé mi bolso a uno de mis hombros y observé la botella de alcohol vacía.

La había comprado hace unos días…

—¿Por qué volviste a pelear con él? —Dirigí mi mirada hacia el riquillo. Él Abrió sus ojos lentamente.

—¿Por qué siempre he chocado con tu hermano? —Respondió.

Aah… si, eso.

¡Espera!

—Continúan siendo igual de inmaduros. —Dijo Raquel.

¿Hermano?, ¿ese idiota y la señora Raquel eran familia?, esa fue mi reacción en aquel entonces.

—De igual forma —El riquillo alzó su cuerpo despegando su cabeza de las piernas de Raquel. —. Él vino a provocarme en primer lugar. Sabes que él y yo no podemos estar ya en el mismo sitio.

Raquel, con delicadeza se situó de pie. El riquillo permaneció sentado.

—Sin embargo, eso no quiere decir que solucionen sus problemas a golpes. —Regañó.

—Yo solo deseaba acariciar su rostro. —Ironizó.

Raquel lo observó con una mirada que no pude deducir, pero que se asemejaba a una mirada intuitiva. Desvió su rostro y me observó.

—Cuida la herida en la boca —Pronunció. —. Hablamos después, ahora tengo que ir con Luca.

Aún sentía cierta presión en el ambiente.

—Bien.

Al parecer no habían solucionado sus problemas.

Raquel pasó a mi costado y abandonó la oficina. Mi mirada permaneció en el perfil distante de Fredrik, y él, al desviar su rostro hacia mí, me sonrió.

—Buenos días —Deseó.

—Buenos días… —Respondí en voz baja.

Una pequeña herida en la frente, moretones en sus mejillas y su labio inferior con una cortadura. En verdad le fue peor que al otro hombre.

—Hay mucho trabajo que hacer —Comunicó situándose de pie. —. En primer lugar —Me volvió a observar. —¿Me permitirías verte en traje de baño?

¡Bien!, los golpes no afectaron su cerebro. Ya podías retirarte Charlotte.

—Suéñelo.

Me di media vuelta y abandoné la oficina. Al pensar con más detenimiento, hubiera sido una magnífica idea golpear a los dos hombres.

Después de todo, ambos eran idiotas.

—¡Charlotte! —Llamó el riquillo a mis espaldas. Me di la vuelta y observé su rostro sobresaliendo de la puerta. —. Al menos muéstrame el abdomen. Necesito llenar mi cuerpo de adrenalina para no sentir dolor.

—Puede saltar desde la ventana —Aconsejé. Me di la vuelta y continué caminando.

Fue un desperdicio de alcohol.

 

[…]

 

 

Eran las seis de la tarde. No había visto el rostro del riquillo hasta ahora. Solo hablamos por medio del intercomunicador, y su uso fue solamente para solicitar su almuerzo.

Pasé todo ese tiempo archivando información digital, ocupándome de preparar correspondencia, gestionando programas y jugando Solitario.

Se podría decir que ese era un trabajo tranquilo, no exigía demasiado, pero, estamos hablando de esa empresa, de ese piso, y en especial, de ese hombre.

Estaba recogiendo mis pertenencias para abandonar este piso, cuando escuché unos pasos provenientes del extenso pasillo. Me persigné rápidamente, y no es porque creyera que habría algún espíritu, pero si en definitiva una presencia maligna.

—Charlotte —Pronunció.

Llevé mi mirada hacia la pared en la que terminaba el pasillo, para después encontrarme con el rostro golpeado del hombre.

—Te tengo una propuesta —Sonrió.

—No —Negué. En su rostro, desapareció su sonrisa.

—¿Por qué te niegas?, ni siquiera he hablado.



#4457 en Novela romántica
#1270 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.