¿eina? (sobrevivir I)

Capítulo 1

En algún lugar.

Una enorme sala.
Negra como la noche.
Es imposible para un simple humano poder ver.
Pero ellos no son humanos.
O almenos no del todo.
Sus características físicas son como las de un humano.
Pero tienen mucho más dentro de ellos.
Algo que no se ha descifrado todavía.
Su motivación es tan grande, que puede volverlos peligrosos.
¿Pero qué es lo que los motiva?
Debo acabarlos.
Por eso lo hago, aunque quizá sea por otra razón.
Hay uno de sus integrantes que es el más peligroso.
Es mi primer objetivo.
Pero hay algo que me lo dificulta.
De alguna forma tengo una conexión con el individuo.
Aunque eso no me detendrá.

                         Año 2008

En una enorme sala, negra como la noche. No se podía ver más allá. Ella le temía a la oscuridad,  eso siempre significaba muerte.

Una niña de cinco años, algo flaca, con ojeras bajo sus ojos, con cabello rizado, rojo como el fuego. Sus ropas sucias y rotas, sus zapatos ya habían perdido la planta, por lo que andaba descalza.

Estaba parada frente a lo que ella suponía era un simple bulto, hasta que le habló. La niña sentía mucho miedo por lo que ya había tenido que pasar, no quería que volviera a suceder.

El bulto se dio la vuelta con un pequeño destello en su mano. La niña quedó sorprendida al detallar la mano, de los dedos salían pequeños rayos que chisporroteaban en el aire sin dirección alguna, estos daban una tenue iluminación en la sala, pero en la sala no había más. Solo ellos.

—Hazlo tu también.

Habló el bulto, los rayos se hicieron más grandes e iluminaban más, gracias a esto la niña pudo contemplar el rostro de un señor, con gafas, ojos café, algunas arrugas en su rostro, su cabello largo y castaño estaba amarrado en una cola.
El señor se acomodó sus gafas.

—No temas, no te haré daño.

La niña aún estaba asustada, pero clavó sus ojos azules en el señor.

—Yo sé que tu puedes.

El señor se acercó a ella, pero la niña no pudo moverse, sentía sus pies clavados en el suelo.

—Vamos inténtalo.

De alguna forma la niña se sentía a salvo junto al hombre, y lo intentó aunque no sabía exactamente qué era lo que el hombre esperaba ver.

La niña sintió un cosquilleo en su brazo derecho que llegó hasta sus dedos, de ellos salieron unas chispas, que segundos más tarde, se convirtieron en rayos, tenían un peculiar tono azul cielo, que iban y venían en todas direcciones. El ojo derecho de la niña empezó a emitir una luz azul, hasta el punto de casi no ver su pupila. Ella sabía que era así, sabía lo que ocurría después de que hacía eso.

La niña empezó a sentir corrientes eléctricas por todo el brazo, dolía, las venas de su brazo adquirieron el mismo tono que los rayos, al igual que las venas de su cuello y la mitad del rostro.
La niña no pudo evitar soltar un quejido, pero quería complazer al hombre, quizá así la dejara irse.

—Ya puedes dejar de hacerlo.

Los rayos desaparecieron en los dedos de la niña. Esta soltó un gran suspiro, cuando hacía eso, siempre eran accidentes, no porque ella quisiera hacerlo.

—Ahora intenta con tu mano izquierda.

La niña obedeció, pero le costó mucho más, aunque no sucedió lo mismo que con su otro brazo, sus venas cobraron un color rojo, hasta llegar a cubrir la mitad de su rostro, su ojo izquierdo se volvió rojo y emitía algunos destellos de llamas en su interior, la niña sentía que su brazo le ardía, quemaba.

De sus dedos salieron llamas de fuego, este fuego tenía destellos violetas. La niña se asusto y pego un salto, calló de culo al suelo, las llamas desaparecieron.

El hombre se acercó a la niña — Tranquila, no te hará daño. Aprenderás a controlarlo.

La niña aun asustada por lo que hizo, se convenció de que las llamas no le harían daño y volvió a concentrase hasta que estas llamas volvieron a salir de sus dedos y se desplazaron por su pequeña mano.

Se quedó observando su mano, ella no sabía que podía hacer eso, lo de los rayos si, pero no el fuego. Aunque aún no tenía una razón del porqué podía hacerlo

El hombre se quita las gafas y sonríe.

—Nosotros podemos controlar los rayos, pero no el fuego - la niña lo mira sin entender - Sabia que eras especial.

                          Año 2019

—Edén ¿Qué es eso?

La chica le pregunta al hombre que está de espaldas a ella y no deja de analizar lo que hay dentro de la celda.

—No lo sé, pero no te acerques más.

La habitación está dividida por la mitad, gracias a unos barrotes de hierro bastante gruesos que van desde el techo al suelo, ni una mano seria capas de pasar por ellos, dentro de los barrotes hay una criatura amarrada a una silla, no para de moverse para tratar de soltarse y poder comerse a las dos personas fuera de la celda.

Al otro lado de la habitación había un escritorio con un estetoscopio y varias hojas esparcidas por él, la tenue luz de la lámpara no la dejaba ver muy bien pero si podía detayar ciertos rasgos en la criatura encerrada.

De forma extraña, su cráneo no tenía piel, de su enorme boca salían unas raíces negras que cubrían la parte de atrás de su cabeza y terminaban en forma puntiaguda, la piel gris de su cuerpo se pegaba a sus huesos y sobresaltaban venas negras. Sus brazos más largos de lo normal, y sus dedos en forma de garras, sus ropas estaban rotas dejando ver todas sus costillas y los huesos de su clavícula.

La chica de cabello rizado color fuego, se acercó al hombre para poder detallar a la criatura, ésta al notar movimiento se sobresaltó, de su boca salió una sustancia verde musgo y muy viscosa, salpicó la cara de la chica y ésta pegó un grito ahogado.

Su piel empezó a ponerse roja, la chica se llevó las manos al rostro y se limpió la sustancia con un pañuelo que el hombre le había tendido.




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