Ricardo y el viejo estaban camino a la casa, venían transitando por una calle medio oscura y viendo que por fin tenían un rato de tranquilidad, Ricardo quiso saber un poco más de su abuelo. Todavía no entendía que había pasado. Cómo es que su abuelo está con él ahora después de dos años de haber muerto.
—Por fin tenemos un momento para hablar abuelo —suspiró Ricardo.
—¡Aja! Escupí nomás, —contestó el viejo— de paso me olvido un poco del hambre que tengo…
—No, no sé por dónde empezar. ¿Cómo es que pasó? ¡¿Cómo revivió después de dos años muerto?! Es increíble —comentó.
—¡Bueh!, la verdad es que no tengo puta idea de cómo volví a aparecer —protestó el viejo.— Sólo sé que me fui a dormir, allá en el hospital donde estaba internado, y que tenía mucho sueño ese día, al rato ya no sentí más nada. Me quedé dormido seguramente y al otro día, para mí fue como un día, volví a despertarme con mucha hambre y en tu casa, claro, después de dos años de no comer…es lógico ¿no?
—¿Pero no se acuerda de nada, de su paso por el “limbo”, nada de nada abuelo? —inquirió Ricardo.
—Si querés te miento, pero no. Estaba en el hospital muriéndome, también recuerdo eso; y con mucho sueño; al otro instante aparecí en tu casa, cagado de hambre —contestó tajante el viejo.
Entre charla y charla ya estaban llegando a la casa. Bajaron de auto y entraron. Ricardo levantó lo que quedaba de su puerta destrozada y la apoyó en la abertura de la propia puerta, al menos tapaba algo del fresco de la noche. La casa era un verdadero desastre. El living todo inundado y con el mobiliario inservible, incluido el televisor claro. La cocina explotada. Sólo le tranquilizaba pensar que por lo menos su cuarto, estaba a salvo. Podrían dormir secos y calentitos él y su abuelo. Al otro día ya pensaría en cómo arreglarse con el resto de los destrozos. Ahora estaba comenzando a poner en segundo plano la casa y se entusiasmaba con la presencia de su abuelo resucitado. Como habría sido, seguía pensando. Pero la verdad es que tampoco le importaba mucho a esta altura.
—Ehh, escuchame nene y, ¿no habrá quedado algo pa´ comer? —el viejo volvía a la idea fija.
—¡Ja, ja! Si claro abuelo, ahora vamos a ver a la cocina, venga —lo animó y encaró hacia la cocina, el viejo lo siguió sin más.
El viejo tenía cara de perro desnutrido imaginando un gran bife al horno, se le caían las babas, literalmente, era algo extraño y asqueroso en realidad, hasta parecía habérsele transformado la cara. Se lo veía más ojeroso, abúlico, los ojos inyectados, bastante desmejorado. Era como si en los últimos minutos se le hubieran sumado varias arrugas a su rostro hambriento. Las manos del viejo también estaban raras, arrugadas, grises y con unas uñas extremadamente gruesas y largas, casi parecían garras. El hedor que salía del viejo era ahora mucho más rancio y penetrante, hasta Ricardo, con algo de vergüenza, le hizo un comentario.
—¡Uff abuelo!, la jodita de hoy parece que lo hizo sudar un poco ¿no? —Ricardo intentaba ser simpático— termina de comer algo y lo llevo a que conozca la ducha y el jabón ¿sí?
—¡Tengo hambre! —manifestó el viejo, indiferente, irritado.
—Uh…que lástima abuelo, parece que no queda nada, ni comida, ¡ni cocina! —dijo Ricardo, mientras rebuscaba entre los escombros de la estallada y destrozada cocina.
—¿Pero, y esa carne? —acusó el viejo, señalando un pedazo de carne cruda que estaba tirada en el piso.
—¿Esta? —dijo Ricardo, levantando el trozo de carne con su mano y mostrándolo al viejo— ¡Pero esta cruda abuelo!
—No importa, mejor todavía, ¡trae pa´ca! —gritó el viejo, al momento que se tirada con la boca abierta, mostrando los dientes como perro rabioso, a la mano de Ricardo.
—¡Ahh! —gritó de dolor Ricardo. El viejo le erró a la carne y fue a clavarle los dientes al antebrazo de Ricardo. El mordisco del viejo fue tal, que terminó desgarrándole un pedazo de piel profunda.
—¡Pero, que hace! ¡Ay! —reaccionó Ricardo. Se agarraba el brazo con la otra mano pero no podía atajar la sangre que le corría entre los dedos. Era profundo el mordisco del viejo.
—¡Ups! Bueno discúlpame, pasa que tengo mucha hambre viste, fue sin querer —decía el viejo. Increíblemente, en vez de escupir instantáneamente el pedazo de carne de Ricardo de su boca, lo masticaba con satisfacción.
—¡¿Pero?! —se sorprendió Ricardo viendo que su abuelo se comía su carne, sin pensarlo mucho y para evitar problemas, se levantó y se fue a buscar algo para vendarse— Ya vengo abuelo, vaya al living que ahora pedimos pizza, no se preocupe…
Editado: 24.01.2019