El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 13

Nota de la autora: ¡Feliz Viernes! Descansen, y disfruten el siguiente capítulo mientras yo hago mis tareas y trabajo en el siguiente con una taza de café.

Creanme, al final de este capítulo desearían tener a “John” fuera de la pantalla.

Al menos yo sí.

Veremos como continua en la siguiente actualización.

Los amo,

Ligia M.

 

Capítulo 13

Dalia

Por alguna extraña razón paró de hablar sin control. Paró cuando coloque mi cabeza sobre su hombro.

El siguió hablando, sin control o sin necesidad de tomar aire. No se detuvo cuando comencé a acercarme. No se detuvo cuando me senté en el piso, a su lado.

Se detuvo, hasta que me sintió.

—¿Por qué dejaste a una persona en estado crítico de salud? —pregunte de manera suave.

Silencio. Levanto mi cabeza y noto como su mirada está perdida más allá de la ventana. Y como poco a poco sus azules se inundan de lágrimas que amenazan con salir.

—No necesitas—

—Sí, necesito. Necesito decirlo, y comenzar a superarlo de una vez por todas Dalia —su voz está en el último punto: rota.

—¿Qué tan malo fue? —pregunte. Se empieza poco a poco.

—El sentimiento de culpa me persigue —dice, su mirada deja de perforar a la ventana cuando está sobre mí—. Si he podido soportar cada miserable noche, no ha sido por el frío que jamás se va. Ha sido por los flashbacks y ecos que no se van de mi cabeza.

No se que decir.

Un “lo siento” no es recomendable, porque la persona que lo escucha no le es suficiente. Jamás.

Un “¿Cómo puedo ayudarte?” tampoco. Porque lo único que sé son detalles superficiales.

—Perdí a un amigo, a uno de mis mejores amigos Dalia —lleva sus manos a su rostro. No imagino como debe ser.

Quiero darle un abrazo. Una gran parte de mi, me dice que debo hacerlo.

Pero otra, me dice que no. Y es a esta última, a la que decido hacerle caso.

—No te quedes aquí, John —dije mientras hacía mis inútiles intentos por levantarlo, pero él no muestra querer levantarse por voluntad propia.

Cuando por fin logré levantarlo perdí el equilibrio cuando escuché un ruido.

Exactamente, no sabia de donde venía.

—John, hay alguien ahí—

Se quedó dormido. Genial.

Tome una de mis almohadas, y la coloque debajo de su cabeza que estaba sobre el suelo.

Salí de la habitación,y observé a ambos lados del pasillo. El que me llevaba a la sala de estar y cocina y el que me llevaba al baño y despacho de mi difunto padre.

Camine en dirección hacia la cocina mientras sentía las mariposas en mi estomago. Estas no son de las buenas. Jamás lo fueron.

Pero volví a escuchar ese ruido. Algo pesado cayó en el piso, desde el despacho de mi padre.

Volví a mi habitación y mire a John, —¿John? pero puedo escuchar los suaves ronquidos de su parte.

Trague grueso, y camine lento. Coloque mi oreja contra la puerta, para poder escuchar el más mínimo ruido que esperaba escuchar: la respiración de algún intruso.

Eso era lo que esperaba. Pero solo escuche rasguños sobre la misma puerta sobre la que estaba apoyada.

Giró la manecilla de una manera rápida, y de manera inmediata salió corriendo un mapache. Lleve mi mano a mi pecho, ya tengo suficiente tormenta en mi consciencia como para tolerar esta clase de sustos.

¿Como ese mapache entró? Entré por segunda vez en esta noche, al despacho de mi padre. Busqué cualquier indicio que me indicara la entrada que pudo tomar ese animal para entrar aquí.

De todas las veces que he estado en esta casa, en los veranos, jamás se ha presentado algo así. Al menos no frente a mi.

Encendí las luces observando como el color de todos los objetos era más brillante. Noto más de un par de rasguños que el mapache hizo sobre los muebles.

Observé una caja de cartón, en el suelo. Está de cabeza.

Busco un espacio en el mueble que está detrás de mí, buscando de donde se pudo haber caído.

Arriba, en el último estante ahí es donde estaba. Seguí el rastro de rasguños, llevándome a un agujero en la esquina de la habitación.

Un agujero, que casualmente tiene la forma exacta de un rectángulo.

Busque un objeto que sea capaz de cubrir la entrada para el siguiente mapache. Volví a donde estaba la caja, y la levanté.

La caja era de cartón, tenía en la parte superior: ¡¡No Abrir!! así que decidí abrirla. Siempre ignoró las advertencias, en especial las de tipo.

Encuentro muchos papeles doblados,fotografías en las que aparezco sonriendo con mi familia… la mayoría son memorias que eran perfectas pero ahora están distorsionadas en lo que creía que estaba en el olvido.

Llevó la caja conmigo y me senté en el escritorio.

Son fotografías. De las vacaciones familiares, de los logros que logre en la secundaria. De los viajes que hicimos en familia.

Encuentro un papel que tiene como título: Borrador de Testamento Ológrafo

Mi papa hizo su testamento, ¿por qué?

Me acomode en la silla, y comencé a leer. Pero solo esto fue lo que me marcó:

«Nombró como herederos del 75% de mis acciones al joven: Jack Acosta de 23 años de edad como dueño del 50% y a mi descendiente: Dalia Mogens de 22 años de edad como dueña del 25% restante y de las propiedades que se encuentran bajo el nombre de la compañía: Rock of the Mogens Family».

¿Jack Acosta? Mi papá no estaba en condiciones mentales para hacer esto. No creo que haya estado loco para hacer esta semejante locura.

¿Por qué dejó a Jack como heredero del 50% de sus acciones? Él no era más que mi novio. Ahora es ex-novio. Él no tiene porque continuar con la empresa familiar de mi papá.




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