El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 14

Capítulo 14

John

Tener el sueño ligero no es tan malo, como yo pensaba. Porque si no lo tuviera, jamás habría sentido como Dalia caminaba en el pasillo.

Después de abrir la puerta principal para que el mapache saliera, y cerrarla con llave fui a la habitación en la que Dalia había entrado.

El despacho. Me estremecí en el momento en el que entré.

La primera vez, Dalia me recordó mucho a mi mama cuando la vi romper en llanto. En la segunda vez, comenzó extraño, siguió extraño pero... terminó indiscutiblemente de una manera inexplicable.

Mi respiración ya estaba pesada. Tenerla tan cerca de mi, fue la causa.

—Dejé de correr en círculos pensando como salir y superar esta mala fase de mi vida, Dalia. Todo porque volviste a enloquecerme, está vez más.

Dije. Lleve mi mano hacia su mejilla.

Su piel es muy suave. Pensé. Moví el cabello que le caía al frente, hacia atrás de su oreja. La luz que está traspasando la ventana, está iluminando su rostro.

Tiene pequeñas e insignificantes zonas sucias de tierra, pero eso parece no afectar a la idea que siempre he tenido de su rostro: perfecto.

Mantengo mi mano sobre su mejilla, acariciándola. —John... —me susurra llevando su mano en dirección hacia la mía.

Coloca su mano, y la aparta de ella. Y eso hice, la quité... pero no de ella.

—Quiero que me digas, mirándome a los ojos —hice una pausa, no estoy seguro y se que ella tampoco y aun con la duda presente en ambos ella finalmente me dirige la mirada que fue lo que me impulsó a decirle:

—Mírame a los ojos, y di que en la misma manera en la que vuelva a confiar en ti tú también lo harás en mi.

—No puedo —no apartó su mirada oscura—. No hay nadie que me diga que lo que tu me dirás y me estás diciendo, es solo la verdad.

Eso me dolió. Necesita de alguien más, para saber que yo estoy diciendo la verdad.

Pero trago ese dolor y lo comprendo. Yo también haría lo mismo si después de tantos años viene alguien de mi pasado, con un presente oscuro y me pide que sólo confíe en esa persona. Así, como si nada y con todo.

Me aparté, pero no lo suficiente como para no seguir cerca de ella.

—Pero quiero hacerlo —ahora es ella quien se me acerca—. Quiero confiar en lo que me vas a decir, en todo lo que me vas a decir, será la verdad. Sin omitir ningún detalle.

Sonreí, —¿Empiezo ahorita?

Estaba dispuesto a volver a reproducir todo lo de mi pasado, que aún me persigue en mi presente.

Lo estaba, por ella. Al menos, eso creo.

—Si fuera de tarde o mañana, sí. Pero, ya son las 11 de la noche. Y quiero descansar.

Seguí su mirada hacia el viejo reloj de pared que estaba, marcaba las 11:03 pm.

—Entonces, mañana será el día en el que te contaré todo. Sin omitir ningún detalle.

La tormenta de dudas e inseguridad está cayendo sobre mi mente.

—Intentaré dormir, pero si me escuchas dirigiéndome a este despacho otra vez me detienes. No quiero descubrir otra cosa que me haga preguntarme quien fue mi padre en vida —hace una pausa mientras observa la fotografía en el cuadro—. Quien fue, y porque.

—Estaré en mi habitación, no creo poder cumplir esa complicada misión —bromeé—. Pero hay una manera de que te duermas y sin que te levantes de la cama. Al menos, que no camines hacia aquí.

Ella sabía cual era.

—¿Cuál?

—Empieza con dormir y termina contigo.

—Tengo otra solución. Una mejor.

Tengo miedo. No entiendo porque.

—¿Cuál?

📌

—Buenas Noches, Dalia —dije.

No obtuve respuesta.

Verla a ella respirar de una manera constante, con los ojos cerrados es lo 3ero. de ella que más tranquilidad le da a los huracanes que hay en mi interior.

Lo primero: Su sonrisa. Lo segundo: Su mirada. Y verla a ella dormir, es lo tercero.

Estoy a punto de volver a tocar su rostro, de acariciar esa piel... pero inmediatamente ella se da la vuelta.

Tal vez sea una señal que no deba hacer nada.

No todavía.

📌

—¡Mamá!

Me levanto de golpe cuando la escucho gritar.

La observé agitada, estaba sudando y sus labios estaban temblando. Tuvo una pesadilla. Pensé.

¿Debo abrazarla?

No dejo que pase un segundo más.

Apartó los mechones de cabello que cubren su rostro y le doy un abrazo.

No es uno fuerte, pero tampoco suave.

—Tranquila, Dalia. Sabes que estoy aquí.

—Pero ella no. Y siento que ya jamás volverá a estar conmigo —lágrimas comenzaron a humedecer sus mejillas—. Es cierto, que la odiaba por haber hecho lo que hizo, pero no al grado de quererla muerta.

—¿Qué fue lo que soñaste?

—Con mi tía —contestó con la mirada fija en la nada—. Soñe con ella, y tengo miedo que ella le haga lo mismo que le hizo a mi papá.

—¿Qué les hizo?, ¿lo trató muy mal?

Mi pregunta no era ni la mitad de impactante como lo fue su respuesta:

—Mi tía es la responsable de que mi papá, su novia Sophie y Bruno estén muertos ahora.

No lo puedo creer. Dalia no mentiría con algo así, nadie lo haría.

—¿Te estás dando cuenta, de lo que me estás diciendo? —pregunté.

—Sí. Te estoy diciendo, en resumen, el porque termine aquí. Sin familia cerca de mí.

Y su mamá es quien le queda. Por eso, el miedo de que ella también se vaya.

Pero, sigo sin entender ¿Porque de la policía? Porque huye de ella, sabiendo que le será más fácil estar con su mama.

—No quiero perderla, John.

Salgo de mis pensamientos, mientras sus lágrimas corren libremente humedeciendo mi hombro.

Me separé de ella, y tomó su húmedo rostro en mis manos, —Fue una pesadilla, Dalia. Una por la que querría estar en tu lugar, con tal de no verte llorar.




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