“—¡Tonto! Eres un albino. ¡Albino de pelo negro!”
Y así, pasó otro día. Sí, el día de ayer fue un día provechoso. Mientras volvíamos a casa después de lavar la ropa de cama, hice varias preguntas, y gracias a eso, me enteré de que nuestra posición como nobles está decayendo debido a una disputa familiar.
También me enteré de que nuestra casa o más bien mi apellido es Buralliz, una familia de Duques de mucha importancia, ya que poseen influencia dentro del senado. ¿Cuál es el problema? Somos una especie de filial, una nueva casa creada para expandir la influencia de los Buralliz en todo el reino. En resumen, no tenemos poder y dependemos de la casa matriz. Somos Vizcondes, entrecomillas.
También supe el nombre de mi madre. Se llama Kassani y el matrimonio de nuestros padres fue uno concertado por la familia de mi madre. No fue por amor, aunque lo intuía.
Y mi padre proviene de una familia de Barones, por decirlo de algún modo, se nos llama “nobles campesinos”. Aunque con el matrimonio y su posterior ascenso a dirigir este pueblo, se convirtió en Vizconde.
Creo que la razón de por qué me lo contó, fue porque tengo seis años y ella no cree en mi capacidad de retención o en mi inteligencia como para sacar mis propias conclusiones. Esa conversación fue más un desahogo para ella.
También me enteré del nombre del pueblo. Nevrochí. Los nobles usan un sistema de localización para cada casa, por lo cual ocupan el apellido de la familia, y luego un prefijo antes de la localización. Como por ejemplo, mi padre sería Faidón Buralliz Jar Nevrochi, que se pronunciaría como Faidón Buraliz Yiar Nevróci.
Por mi parte, yo sería Tarcus Buralliz Jar Nevrochi, el quinto en la línea de sucesión.
El sistema de prefijos va ligada a tu localización y a la importancia de tu familia. Como por ejemplo, en la capital existen tres casas Buralliz. Y por el sistema de localización, eso causaría confusión. Por eso siempre prima la familia principal con el prefijo Von, y las casas secundarias llevan el prefijo Van, junto a la casa noble secundaria.
La familia principal quedaría como Buralliz Von Kolóna. Y Kolóna es la capital del imperio. Las casas secundarías dentro de la misma ciudad sería, por poner un ejemplo de una familia que conozco de una de mis vidas anteriores, Buralliz Darubia Van Kolóna.
Eso sí, durante la mañana fue un día muy ocupado. A pesar de ser nobles de una casa filial, seguimos teniendo el privilegio de pertenecer a esa casta, por lo que nos obligan a asistir a clases particulares de escritura, matemáticas, dicción e historia.
Para mí fue una pérdida de tiempo, ya que la escritura la domino por completo, y la historia también. Las fórmulas matemáticas simples me las sé de sobra. Eso sí, para evitar cualquier problema cometo errores adrede, con el objetivo de que no piensen que el ritual tuvo éxito y me lleven de vuelta a la Eclesia.
Terminado la clase de la mañana, nos obligan a hacer ejercicio físico, incluido las hijas. Las actividades son guiadas por el caballero que protege nuestra casa.
Si bien el tipo de ejercicio es el correcto, le faltan algunas secciones claves para que el cuerpo trabaje por completo. Lo sé, porque el primer elegido había sido entrenado por un campeón. Y en consecuencias, me llevé todas sus enseñanzas a esta vida.
Y para entenderlo de un modo simple, un campeón es un bendecido por los dioses.
¿Y qué es un bendecido por los dioses? Es una persona capaz de controlar uno de los elementos básicos como el fuego, agua, viento, hielo, etc., sin la necesidad de estar cerca de esos elementos. Es decir, puede materializarlos y controlarlos a voluntad.
Otra característica de los campeones es su capacidad para fortalecer su cuerpo casi al instante y alcanzar una agilidad impresionante en segundos. Sin embargo, y a pesar de ser súper humanos, la Gran Columna los rechaza por algún motivo desconocido. Aunque creo saber la razón. Los campeones son bastante tiranos. ¿Y quién no lo sería teniendo todo ese poder y el beneplácito de los imperios?
En fin. Después de los ejercicios, nos dieron tiempo libre.
Me fui al patio frontal de la casa y apoyé la espalda en un árbol. Eran muchas cosas que se estaban acumulando en mi cabeza y los problemas no dejaban de aumentar.
La posibilidad de un matrimonio concertado, las deudas de la familia, el riesgo de que me metieran a la Eclesia o la eliminación del estatus de casa filial me causaban preocupación. Por no decir que a futuro nos enfrentaríamos a la peste, y el hecho de que la casa principal tendría roces con las acciones del emperador desquiciado, eso nos pondría en la lista de objetivos a eliminar de ese tirano sin corazón.
Solté el aire que estaba reteniendo en mis pulmones y me rasqué la cabeza con ambas manos.
—Hedmanito, pedón —dijo Cizka. Había aparecido sin que me diese cuenta de su presencia.
Ella estaba mirando al suelo y parecía que en cualquier momento se echaría a llorar. Creo que de verdad estaba arrepentida por lo que hizo.
Me acerqué y le acaricié la cabeza.
—Perdonada si me prometes que no volverás a poner lodo ni césped a tus tazas de juguete.