“—Te hubiese visto volver. Pero no fue así. Y ningún sacerdote dio la alerta al terminar el listado.”
Las clases de la mañana habían terminado y ahora me encontraba practicando mi don divino. Hasta el momento, todo iba bien en casa. Stavros ya casi se había olvidado del incidente en el sitio baldío, aunque Chuck le seguía temiendo y se arrancaba cuando él estaba presente.
Obviamente, no les dije a mis hermanos que quien había herido a nuestra mascota era Stavros. Quería evitar cualquier clase de conflictos, ya que los quebraderos de cabeza que me estaba dando el Alto Sacerdote eran bastantes.
Sin embargo, todo iba bien en casa. Incluso Sileia lograba aguantar al cachorro. Ya no se quedaba quieta como una estatua y a veces lograba acariciarlo. Aunque siempre que lo hacía, sudaba bastante. De a poco, iba superando su trauma.
Yanniz estaba cada vez más enfocado en Chuck, al punto de que pude delegarlo a él para que se encargara de alimentarlo y cuidarlo. Fue un gran alivio.
Y Flodriz, como seguía siendo amigo de Stavros, también se había interesado en el entrenamiento del ex caballero de Sarabia.
Por otra parte, Flavia seguía enfadada conmigo. Sí, quizás fue un error, pero era necesario para curar a Sileia. Algún día intentaré compensarlo.
Y por último, Milios me seguía insistiendo que quería hacer algo grande antes de entrar a la academia.
¿Al final, qué sucedió con el niño Cardrillo? Después de que Stavros terminara sus clases con el ex caballero, se juntaban en el sitio baldío para jugar junto con Flodriz.
Así estaban las cosas dentro de la familia. Lo único que comenzaba a notar, era que tanto Kassani como Faidon, estaban más tensos de lo habitual. A veces me preguntaba si esa actitud tendría alguna relación con la carta que les envió la familia Buralliz.
En fin, después de terminar mi entrenamiento con el don divino del refuerzo, decidí partir al sitio baldío. Ya era hora. No obtendría mucha información, pero al menos podría analizar la dinámica actual dentro del orfanato, y ver si el Alto Sacerdote sigue en estado de alerta o si terminó bajando la guardia.
Comencé a caminar. Quería llegar pronto al sitio baldío para encontrarme con Ana y los demás. Al menos quería asegurarme si ella estaba bien o si había sucedido algún imprevisto durante mi ausencia.
Mi gran preocupación era la fecha límite. Faltaban dos días para que se diese la reunión entre el Obispo y el Alto Sacerdote. Si no conseguía exponerlo ahí, todos mis planes habrían servido para nada.
Al llegar al enrejado, me disponía a abrir la puerta.
—Hedmanito. ¿A dónde vas? —preguntó Cizca.
Me detuve y cerré la puerta.
—Voy a jugar un rato afuera. No salgas. ¿Vale?
—¿Pod qué?
—Porque aún no tienes edad como para salir. Ve a jugar con Chuck.
—¡Pero quiero ir contigo! —insistió Cizca.
Me sorprendió bastante, incluso no se equivocó al pronunciar la erre. Cuando ella insistía en algo, siempre me hacía caso al decirle que fuese a jugar con Chuck.
—Te prometo que te llevaré conmigo la próxima semana.
—¡No!
Me llevé una mano al mentón. Esta niña estaba más terca de lo habitual.
—¿Pasó algo que quieres venir conmigo?
—No. Yo quiero ir contigo.
Miré hacia arriba y cerré los ojos. Si no la entretenía con algo, entonces acabaría siguiéndome. Me acerqué a ella.
—Tengo una misión especial para ti.
—¿Misión?
—Sí, y es algo que solo tú puedes hacer. ¿Lo harías, Cizca?
—¡Shí! —gritó la niña, con alegría.
—Bien. Debes acercar a Chuck a Sileia sin que ella descubra que lo estás haciendo. ¿Lo harás?
—¿Acercarlo? —preguntó, confundida.
—Sí. Juega con Chuck cerca de Sileia. Así, tu hermana se acostumbrará a Chuck. ¿Puedes hacerlo?
—¡Shí!
—Bien. Te lo encargo, Cizca.
La niña corrió a buscar a Chuck. Al evadir mi reciente obstáculo, salí de mi casa y me dirigí hacia el sitio baldío.
El bosque a pesar de que habían talado bastantes árboles, seguía siendo denso. Sin embargo, era un lugar seguro. Si no fuese por las murallas exteriores, podría ser atacado por algún animal salvaje.
Lo negativo de todo, era que por las lluvias, el sendero de tierra y piedras estaba en bastante mal estado. Tenía que caminar con cuidado, ya que al pisar mal, podría resbalarme.
Después de cinco minutos, llegué al sitio baldío. El terreno era bastante grande y las casas estaban separadas por varios metros. Como siempre, solo vi a una sola persona en ese lugar. Era Ana. La saludé y ella me devolvió el saludo con una gran sonrisa. Una parte de mí respiró tranquilo, no había pasado nada malo en mi ausencia.