El alma de las palabras

34

Belosnezhka

 

Érase una vez, una niña, de largo cabello negro y enormes ojos azules, que solía esconderse debajo de la cama de aquellos monstruos que su padre invitaba a su hogar; aquellos hombres, que hablaban en otra lengua, y que habían apodado a la niña como una princesa, pues tenían un gran parecido. “Belosnezhka”, solían decirle, “Blanca como la nieve”, al igual que aquella princesa con dicho nombre. Su nombre real era Ada, pero nadie jamás lo mencionaba.

 

La niña creció, ahogada por el miedo que le producía vivir en ese lugar, que debía de llamar hogar. Pasaba más tiempo en las costas, donde las olas rompían contra la arena, la belleza de Calabria, no podía compararse con el mal que habitaba en ella.

 

Ada escribía, le habían enseñado a hacerlo para que así callara; le habían enseñado a permanecer seria, que su rostro no demostrara emociones; pero, sobre todo, no debía de hablar con nadie.

 

Una tarde de septiembre, en la que el verano parecía haber desaparecido, pues hacia muchísimo frio, allí estaba Ada, sentada en una roca, observando el movimiento del mar.

 

Escuchó pasos cerca, más no se inmuto, hasta que alguien se sentó junto a ella. Inmediatamente se tensó, cerro la libreta que tenía sobre sus piernas y tomó con fuerza la lapicera, dispuesta a defenderse. Fue cuando volteo y vio unos ojos negros, que supo que posiblemente, se metería en problemas.

 

Ese fue el momento en el que conoció a Caín, un joven de nacionalidad española que visitaba Italia todos los años en las vacaciones, y quien habia estado observando a la chica durante mucho tiempo.

 

Habia sido inevitable, se habia enamorado desde pequeño de aquella joven de cabello negro, y ahí estaba, dispuesto a hablar con ella.

 

Al principio fue difícil, ella era una joven demasiado cerrada, parecía tenerle miedo. Tardó en darse cuenta que ella ocultaba algo, pero cuando lo hizo, vio aquello que antes no estaba: esa mirada desde adentro, buscando salir, algo que seguía y seguía, un mensaje de prisionero a través de paredes de piel.

 

Ada también supo que él lo sabía, aquel secreto que ocultaba su familia, que habia existido durante décadas.

 

Supo que habia cometido un error, se habia enamorado del chico, y si alguien se enteraba, terminaría como todas esas mujeres que su padre maltrataba.

 

Habia tomado una decisión: desaparecería por un tiempo, así el chico ya no la buscaba y ninguno de los dos correrían riesgo.

 

Pero no contó con que él haría una jugada, que los llevaría a ambos a la muerte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.